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Información biográfica
Arriba
- Información biográfica
- Adelfos
- Ars Moriendi
- Cantares
- Castilla
- Dolientes madrigales
- El jardín gris
- El jardín negro
- El poeta de "Adelfos" dice al fin
- El príncipe
- Eleusis
- Encajes
- Fantasía de Puck
- Felipe IV
- Figulinas
- Gerineldos, el paje
- La copla
- La copla andaluza
- La corte
- Lirio
- Los días sin sol
- Mariposa negra
- Melancolía
- Morir, dormir
- Nessun maggior dolore
- Oasis
- Ocaso
- Oliveretto de Fermo del tiempo de los Médicis
- Oriente
- Otoño
- Regreso
- Retablo (Glosa de Berceo)
Información biográfica
Nombre: Manuel Machado
Lugar y fecha nacimiento: Sevilla, 29 de agosto de 1874
Lugar y fecha defunción: Madrid, 19 de enero de 1947 (72 años)
Ocupación: Escritor, dramaturgo, poeta
Movimiento: Modernismo
Lugar y fecha nacimiento: Sevilla, 29 de agosto de 1874
Lugar y fecha defunción: Madrid, 19 de enero de 1947 (72 años)
Ocupación: Escritor, dramaturgo, poeta
Movimiento: Modernismo
Fue el hermano mayor de Antonio Machado. Continuó en algunos aspectos la tarea de su padre como divulgador y renovador del folclore popular y el "cante hondo". Influido por Paul Verlaine y Rubén Darío, su verso aparece ingenioso, ágil y expresivo, con huellas del parnasianismo y los poetas malditos franceses.
Fuente: [Manuel Machado] en Wikipedia.org
Fuente: [Manuel Machado] en Wikipedia.org
Arriba
- Adelfos
- (A Miguel de Unamuno)
Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
Soy de la raza mora, vieja amiga del Sol,
Que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
En que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer.
En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...;
Y la rosa simbólica de mi única pasión
Es una flor que nace en tierras ignoradas
Y que no tiene aroma, ni forma, ni color.
Besos, ¡pero no darlos! Gloria.... ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
¡Que las olas me traigan y las olas me lleven,
Y que jamás me obliguen el camino a elegir!
¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce ni adoro la virtud.
De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón...
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
Es una nube vaga que eclipsa un vano sol.
Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme,
Lo que hago por vosotros, hacer podéis por mí...
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
Ya que yo no me tomo la pena de vivir!...
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
En que era muy hermoso no pensar ni querer...
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!
Ars Moriendi
- I
Morir es... Una flor hay, en el sueño
Que, al despertar, no está ya en nuestras manos,
De aromas y colores imposibles...
Y un día sin aurora la cortamos.
II
Dichoso es el que olvida
El porqué del viaje
Y, en la estrella, en la flor, en el celaje,
Deja su alma prendida.
III
Y yo había dicho: "¡Vive!"
Es decir: ama y besa,
Escucha, mira, toca,
Embriágate y sueña...
Y ahora suspiro: "¡Muérete!"
Es decir: calla, ciega,
Abstente, para, olvida,
Resígnate... y espera.
IV
Era un agua que se secó,
Un aroma que se esfumó,
Una lumbre que se apagó...
Y ya es sólo la aridez,
La insipidez,
La hez...
V
La Vida se aparece como un sueño
En nuestra infancia... Luego despertamos
A verla, y caminamos
El encanto buscándole risueño
Que primero soñamos;
... y, como no lo hallamos,
Buscándolo seguimos,
Hasta que para siempre nos dormimos.
VI
¡Y Ella viene siempre! Desde que nacemos,
Su paso, lejano o próximo, huella
El mismo sendero por donde corremos
Hasta dar con Ella.
VII
Lleno estoy de sospechas de verdades
Que no me sirven ya para la vida,
Pero que me preparan dulcemente
A bien morir...
VIII
Mi pensamiento, como un sol ardiente,
Ha cegado mi espíritu y secado
Mi corazón...
IX
El cuerpo joven, pero el alma helada,
Sé que voy a morir, porque no amo
Ya nada.
Cantares
- Vino, sentimiento, guitarra y poesía,
Hacen los cantares de la patria mía...
Cantares...
Quien dice cantares, dice Andalucía.
A la sombra fresca de la vieja parra,
Un mozo moreno rasguea la guitarra...
Cantares...
Algo que acaricia y algo que desgarra.
La prima que canta y el bordón que llora...
Y el tiempo callado se va hora tras hora.
Cantares...
Son dejos fatales de la raza mora.
No importa la vida, que ya está perdida.
Y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?...
Cantares...
Cantando la pena, la pena se olvida.
Madre, pena, suerte; pena, madre, muerte;
Ojos negros, negros, y negra la suerte.
Cantares...
En ellos, el alma del alma se vierte.
Cantares. Cantares de la patria mía...
Cantares son sólo los de Andalucía.
Cantares...
No tiene más notas la guitarra mía.
Castilla
- (A Manuel Reina, gran poeta)
El ciego sol se estrella
En las duras aristas de las armas,
Llaga de luz los petos y espaldares
Y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
Al destierro, con doce de los suyos,
Polvo, sudor y hierro el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
Y al cuento de las picas, el postigo
Va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes,
De eco ronco, una voz pura, de plata
Y de cristal, responde... Hay una niña
Muy débil y muy blanca,
En el umbral. Es toda
Ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
Su carita curiosa y asustada.
"¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,
Arruinará la casa
Y sembrará de sal el pobre campo
Que mi padre trabaja...
Idos. El Cielo os colme de venturas...
En nuestro mal, ¡oh Cid!, no ganáis nada".
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
De feroces guerreros,
Y una voz inflexible grita: "¡En marcha!"
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
Al destierro, con doce de los suyos
Polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga.
Dolientes madrigales
- I
Por una de esas raras reflexiones
De la luz, que los físicos
Explicarán llenando
De fórmulas un libro...
Mirándome las manos
Como hacen los enfermeros de continuo
Veo en la faceta de un diamante, en una
Faceta del diamante de mi anillo,
Reflejarse tu cara, mientras piensas
Que divago o medito
O sueño... He descubierto,
Por azar, este medio tan sencillo
De verte y ver tu corazón, que es otro
Diamante puro y limpio.
Cuando me muera, déjame
En el dedo este anillo.
II
Estoy muy mal... Sonrío
Porque el desprecio del dolor me asiste,
Porque aún miro lo bello en torno mío
Y... por lo triste que es el estar triste.
Pero ya la fontana
Del sentimiento mana
Tan lenta y silenciosa, que su canto,
Sonoro, otrora, como risa, es llanto.
III
Guardo, entre mis tesoros de cordura,
La nostalgia febril de la locura,
Como gaje de ayer... para un mañana
Que no ha de venir ya.
Mustia flor, que me recuerda la lozana
Primavera y la risa entre la grana
De los labios... Fontana de ternura
Que se ha secado ya.
Y así, no es en mí el canto, sino el cuento
Que "ayer" nos da tan solo el argumento;
Y la canción es cosa para el día,
Que ha declinado ya.
Ha llenado la noche el alma mía
Y la sombra ha ahuyentado a la poesía...
Porque ya el día suspirado siento
Que no amanecerá.
El jardín gris
- (A Francisco Villaespesa)
¡Jardín sin jardinero!
¡Viejo jardín,
Viejo jardín sin alma,
Jardín muerto! Tus árboles
No agita el viento. En el estanque, el agua
Yace podrida. ¡Ni una onda! El pájaro
No se posa en tus ramas.
La verdinegra sombra
De tus hiedras contrasta
Con la triste blancura
De tus veredas áridas...
¡Jardín, jardín! ¿Qué tienes?
¡Tu soledad es tanta,
Que no deja poesía a tu tristeza!
¡Llegando a ti, se muere la mirada!
Cementerio sin tumbas...
Ni una voz, ni recuerdos, ni esperanza.
¡Jardín sin jardinero!
¡Viejo jardín,
Viejo jardín sin alma!
El jardín negro
- Es noche. La inmensa
Palabra es silencio...
Hay entre los árboles
Un grave misterio...
El sonido duerme,
El color se ha muerto.
La fuente está loca,
Y mudo está el eco.
¿Te acuerdas?... En vano
Quisimos saberlo...
¡Qué raro! ¡Qué oscuro!
¡Aún crispa mis nervios,
Pasando ahora mismo
Tan solo el recuerdo,
Como si rozado
Me hubiera un momento
El ala peluda
De horrible murciélago!...
Ven, ¡mi amada! Inclina
Tu frente en mi pecho;
Cerremos los ojos;
No oigamos, callemos...
¡Como dos chiquillos
Que tiemblan de miedo!
La luna aparece,
Las nubes rompiendo...
La luna y la estatua
Se dan un gran beso.
El poeta de "Adelfos" dice al fin
- Ya el pobre corazón eligió su camino.
Ya a los vientos no oscila, ya a las olas no cede,
Al azar no suspira, ni se entrega al Destino...
Ahora sabe querer, y quiere lo que puede.
Renunció al imposible y al sin querer divino.
El príncipe
- Siete soles forman
El solio del príncipe
De los siete soles.
Su cetro de oro
Es un haz de llamas
De mil arreboles.
Su rostro, que nadie
Miró porque ciega,
Las nubes esconden.
Su imperio, los mundos,
Él todo lo puede,
Todo lo conoce...
Y en sus ojos, cuyo
Mirar mata, brillan
¡Todos los dolores!
Eleusis
- (A Miguel Sawa)
Se perdió en las vagas
Selvas de un ensueño,
Y sólo de espaldas
La vi desde lejos...
Como una caricia
Dorada, el cabello,
Tendido, sus hombros
Cubría. Y, al verlo,
Siguióla mi alma
Y fuese muy lejos,
Dejándome solo,
No sé si dormido o despierto.
Se fue hasta el castillo
Del burgrave fiero,
Que está en la alta roca:
Los puentes cayeron
Y se despertaron
Los sones del hierro.
Pasamos... Mi alma,
Tras ella corriendo,
Dejándome solo,
No sé si dormido o despierto.
Se fue hasta las verdes
Llanuras de Jonia; y el templo
Cruzó de Partenes.
Del mármol eterno
Dejó las regiones...
Y se fue más lejos
Con mi alma, dejándome solo,
No sé si dormido o despierto.
Oro y negras piedras,
Y muros inmensos,
Y tumbas enormes
Sepulcro de un pueblo
Que mira hacia Oriente
Con sus ojos muertos.
Siguió... Y arrastraba
Mi alma más lejos,
Dejándome solo,
No sé si dormido o despierto.
Siguió; entre menhires
Pasamos y horrendos
Despojos de fieras...
Siguió; y a lo lejos,
Perdióse en las selvas
Oscuras del sueño
Dejándome solo,
No sé si dormido o despierto.
Encajes
- Alma son de mis cantares,
Tus hechizos...
Besos, besos
A millares. Y en tus rizos,
Besos, besos a millares.
¡Siempre amores! ¡Nunca amor!
Los placeres
Van de prisa:
Una risa
Y otra risa,
Y mil nombres de mujeres,
Y mil hojas de jazmín
Desgranadas
Y ligeras...
Y son copas no apuradas,
Y miradas
Pasajeras,
Que desfloran nada más.
Desnudeces,
Hermosuras,
Carne tibia y morbideces,
Elegancias y locuras...
No me quieras, no me esperes...
¡No hay amor en los placeres!
¡No hay placer en el amor!
Fantasía de Puck
- (A Silvio Rebello)
El hada pequeñita
De las piedras preciosas
Que vive en un coral
Busca al gnomo que habita
La corteza rugosa
De un antiguo nogal.
Y, juntos, de la mano
Para hacer travesuras,
Aquella noche van,
Como hermana y hermano,
Por las sendas oscuras
De la selva ideal...
Detrás va su cortejo
De dudas y sospechas...
Y una marcha triunfal
Saluda al crimen, viejo
Que ruge y canta endechas
Con su voz de puñal.
Van los presentimientos
Junto a las intenciones...
Con los recuerdos van
Los malos pensamientos,
Las locas tentaciones
Ahogadas al brotar.
Todo lo que hay de sueños
De otra vida perdido;
Lo que pasó o vendrá.
Vagas curvas de ensueños:
Lo que casi no ha sido...,
Lo que tal vez será...
Va, callado, cruzando
El cortejo discreto
Por la selva ideal...
¡Viene el día temblando...;
Va a romper el secreto
La aurora al despuntar!...
Mas sólo vio, al mostrarse,
Una burbuja sobre
Las olas del mar...
Y una cara borrarse
En la corteza pobre
Del antiguo nogal.
Felipe IV
- (A Antonio de Zayas)
Nadie más cortesano ni pulido
Que nuestro Rey Felipe, que Dios guarde,
Siempre de negro hasta los pies vestido.
Es pálida su tez como la tarde,
Cansado el oro de su pelo undoso,
Y de sus ojos, el azul, cobarde.
Sobre su augusto pecho generoso,
Ni joyeles perturban ni cadenas
El negro terciopelo silencioso.
Y, en vez de cetro real, sostiene apenas
Con desmayo galán un guante de ante
La blanca mano de azuladas venas.
Figulinas
- (A Jacinto Benavente)
¡Qué bonita es la princesa!
¡Qué traviesa!
¡Qué bonita!
¡La princesa pequeñita
De los cuadros de Watteau!
¡Yo la miro, yo la admiro,
Yo la adoro!
Si suspira, yo suspiro;
Si ella llora, también lloro;
Si ella ríe, río yo.
Cuando alegre la contemplo,
Como ahora, me sonríe...
Y otras veces su mirada
En los aires se deslíe,
Pensativa...
¡Si parece que está viva
La princesa de Watteau!
Al pasar la vista hiere,
Elegante,
Y ha de amarla quien la viere.
Yo adivino en su semblante
Que ella goza, goza y quiere,
Vive y ama, sufre y muere...
¡Como yo!
Gerineldos, el paje
- Del color del lirio tiene Gerineldos
Dos grandes ojeras;
Del color del lirio, que dicen locuras
De amor de la reina.
Al llegar la tarde,
Pobre pajecillo,
Con labios de rosa,
Con ojos de idilio;
Al llegar la noche,
Junto a los macizos
De arrayanes, vaga,
Cerca del castillo.
Cerca del castillo,
Vagar vagamente
La reina le ha visto.
De sedas cubierto,
Sin armas al cinto,
Con alma de nardo,
Con talle de lirio.
La copla
- Hasta que el pueblo las canta,
Las coplas, coplas no son,
Y cuando las canta el pueblo,
Ya nadie sabe el autor.
Tal es la gloria, Guillén,
De los que escriben cantares:
Oír decir a la gente
Que no los ha escrito nadie.
Procura tú que tus coplas
Vayan al pueblo a parar,
Aunque dejen de ser tuyas
Para ser de los demás.
Que, al fundir el corazón
En el alma popular,
Lo que se pierde de nombre
Se gana de eternidad.
La copla andaluza
- Del placer que irrita,
Y el amor, que ciega,
Escuchad la canción, que recoge
La noche morena.
La noche sultana,
La noche andaluza,
Que estremece la tierra y la carne
De aroma y lujuria.
Bajo el plenilunio,
Como lagrimones,
Como goterones, sus cálidas notas
Llueven los bordones.
Son melancolía
Sonora, son ayes
De las otras cuerdas heridas, punzadas,
Las notas vibrantes.
Y en el aire, húmedo
De aroma y lujuria,
Levanta su vuelo -paloma rafeña-
La copla andaluza.
Dice de ojos negros
Y de rojos labios,
De venganza, de olvido, de ausencia,
De amor y de engaño...
Y de desengaño.
De males y bienes,
De esperanza, de celos... de cosas
De hombres y mujeres.
Y brota en los labios
Soberbia y sencilla,
Como brotan el agua en la fuente,
La sangre en la herida.
Y allá va en la noche,
Paloma rafeña,
A decir la verdad a lo lejos,
Triste, clara y bella.
Del placer, que irrita,
Y el amor, que ciega,
Escuchad la canción, que recoge
La noche morena.
La corte
- (A Jean Moreas)
El conde, orgullo y gloria, las damas galantea
Y a los nobles zahiere madrigal y epigrama,
Cuando un paje, de lejos y por señas, le llama.
No lleva el paje escudo ni señorial librea.
"Venid -le dice quedo- seguidme... ¡a donde sea!
Sólo deciros puedo que es hermosa la dama...
Mas a oscuras el sitio está donde se os llama,
Y aún quiere que el camino desconocido os sea".
Duda un momento el conde, y recela, no en vano,
Que siniestra emboscada aceche sus arrojos...
Mas, aferrando al cinto los dorados puñales,
Al paje, que sonríe resuelto da la mano...
Y el pajecillo rubio pone sobre sus ojos
Un pañuelo bordado con las armas reales.
Lirio
- Casi todo alma,
Vaga Gerineldos
Por esos jardines
Del rey, a lo lejos,
Junto a los macizos
De arrayanes...
Besos
De la reina dicen
Los morados cercos
De sus ojos mustios,
Dos idilios muertos.
Casi todo alma,
Se pierde en silencio,
Por el laberinto
De arrayanes... ¡Besos!
Solo, solo, solo,
Lejos, lejos, lejos...
Como una humareda,
Como un pensamiento...
Como esa persona
Extraña que vemos
Cruzar por las calles
Oscuras de un sueño.
Los días sin sol
- (A M. Leo Rouanet)
El lobo blanco del invierno,
El lobo blanco viene,
Con los feroces ojos inyectados
En sangre helada, fijos y crueles.
¡Maldito lobo invierno, que te llevas
Los viejos y los débiles!
¡Reunámonos, que todos
Tengan una familia,
Un libro y fuego alegre!
Y mientras, fuera, el hacha
El tronco seco hiende,
Que será rojo en el hogar, cerremos
La puerta y el balcón... ¡Dios no nos quiere!
¡Tregua! Seamos amigos...
La tibia paz entre nosotros reine
En torno de la lámpara, que esparce
La tranquila poesía del presente.
Y tú, mi amada, cuyos rojos labios
Son ya la sola flor, dámelos, ¡quiéreme!...
¡Que el lobo blanco del invierno
El lobo blanco viene!
Mariposa negra
- (A Rubén Darío)
La hora cárdena... La tarde
Los velos se va quitando...
El velo de oro..., el de plata.
La hora cárdena...
"Aún es temprano".
"Nada veo sino el polvo
Del camino..."
"Aún es temprano".
"¿Gritaron, madre?"
"No, hija;
Nadie habló... ¿Lloras?..."
"Lo blanco
Del camino que contemplo
Las lágrimas me ha saltado..."
"No es eso..."
"Yo no sé, madre".
"Él vendrá, que aún es temprano".
"Madre, el humo se está quieto,
Las nubes parecen mármol...,
Y los árboles diríase,
Que tienden abiertos brazos".
Un mendigo horrible pasa,
Y hacia el castillo ha mirado.
Una negra mariposa
Revolotea en el cuarto.
La hora cárdena... La tarde
Los velos se va quitando...
El velo de oro, el de plata...,
El de celajes violados.
... Y el sol va a caer allá lejos,
Guerrero herido en el campo.
¡Mal hayan los servidores
Que sin su señor tornaron,
Los que con él se partieron
Y traen, sin él, su caballo!
Melancolía
- Me siento, a veces, triste
Como una tarde del otoño viejo;
De saudades sin nombre,
De penas melancólicas tan lleno...
Mi pensamiento, entonces,
Vaga junto a las tumbas de los muertos
Y en torno a los cipreses y a los sauces
Que, abatidos, se inclinan... Y me acuerdo
De historias tristes, sin poesía... Historias
Que tienen casi blancos mis cabellos.
Morir, dormir
- ¡Qué tristes almas en pena
Son las viejas alegrías...
Y qué fantasmas de días
Las noches de luna llena!...
¡Qué lamentable cadena
De pobres melancolías
Las horas largas y frías
De la barquilla en la arena!
¡Qué broma absurda y pesada
Es la aventura de amor,
Hoy sin amor evocada!...
¡Dolor!... ¿Dónde lo hay mayor
Que recordar la pasada
Alegría en el dolor?
Nessun maggior dolore
- ¡Qué tristes almas en pena
Son las viejas alegrías...
Y qué fantasmas de días
Las noches de luna llena!...
¡Qué lamentable cadena
De pobres melancolías
Las horas largas y frías
De la barquilla en la arena!
¡Qué broma absurda y pesada
Es la aventura de amor,
Hoy sin amor evocada!...
¡Dolor!... ¿Dónde lo hay mayor
Que recordar la pasada
Alegría en el dolor?
Oasis
- Sueña el león.
Junto a las tres palmeras
Se amansa el sol. Existe
El agua. Y Dios deja un momento
Que los pobres camellos se arrodillen...
Junto a las tres palmeras,
El árabe, tendido, al fin, sonríe
Y suspira... Damasco
Lejos aún le aguarda. Los confines
Del horizonte brillan encendidos.
Un silencio terrible
Llena el aire... En la arena
Tiembla la sombra elástica de un tigre.
Ocaso
- Era un suspiro lánguido y sonoro
La voz del mar aquella tarde... El día,
No queriendo morir, con garras de oro
De los acantilados se prendía.
Pero su seno el mar alzó potente,
Y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
Hundió en las olas la dorada frente,
En una brasa cárdena deshecho.
Para mi pobre cuerpo dolorido,
Para mi triste alma lacerada,
Para mi yerto corazón herido,
Para mi amarga vida fatigada...
¡El mar amado, el mar apetecido,
El mar, el mar y no pensar en nada!...
Oliveretto de Fermo del tiempo de los Médicis
- (A Ricardo Calvo)
Fue valiente, fue hermoso, fue artista.
Inspiró amor, terror y respeto.
En pintarle gladiando desnudo
Ilustró su pincel Tintoretto.
Machiavelli nos narra su historia
De asesino elegante y discreto.
César Borgia lo ahorcó en Sinigaglia...
Dejó un cuadro, un puñal y un soneto.
Oriente
- (A Ramón del Valle Inclán)
Antonio, en los acentos de Cleopatra encantado,
La copa de oro olvida que está de néctar llena.
Y, creyente en los sueños que evoca la sirena,
Toda en los ojos tiene su alma de soldado.
La reina, hoja tras hoja, deshojando sus flores,
En la copa de Antonio las deja dulcemente...
Y prosigue su cuento de batallas y amores,
Aprendido en las magas tradiciones de Oriente...
Detiénese... Y Antonio ve su copa olvidada...
Mas pone ella la mano sobre el borde de oro,
Y, sonriendo, lenta hacia sí la retira...
Después, siempre a los ojos del guerrero asomada,
Sella sus gruesos labios con un beso sonoro...
Y da la copa a un siervo, que la bebe y expira...
Otoño
- En el parque, yo solo...
Han cerrado
Y, olvidado
En el parque viejo, solo
Me han dejado.
La hoja seca,
Vagamente,
Indolente,
Roza el suelo...
Nada sé,
Nada quiero,
Nada espero.
Nada...
Solo
En el parque me han dejado
Olvidado,
... y han cerrado.
Regreso
- Largas tardes campestres;
Alamedas rosadas;
Aire delgado que el aroma apenas
Sostiene de la acacia;
Huerto, pinar... Llanuras de oro viejo,
Azul de la montaña...
Esquilas del arambre
Y balido, sin fin, de la majada,
En el silencio claro...
¡Adiós, adiós! ¡Que la ciudad me llama!
Maravillosa noche estremecida
Por el rumor del agua
Y el fulgor de los astros
Imán de la mirada
Perdida en lo insondable
De la eterna pregunta. (El grillo canta,
Corre la estrella, el aire
Suspira entre las ramas).
Sueño tranquilo y sano,
Velado por las plantas
Humildes de la tierra y por el bravo
Eucalipto que asoma a mi ventana...
Noche de paz y de salud y sueño...
¡Adiós, adiós! ¡Que la ciudad me llama!
Allegro matinal, tímida gloria
Y milagro de nácar,
A las corolas risa,
Trino a las aves y delicia del alma,
Aire en las sienes, despertar, eterna
Juventud, ¡oh mañana
Que abres los ojos y las rosas!, dulce
Y poderosa gracia...
Mañana de mi huerto, suave y pura...
¡Adiós, adiós! ¡Que la ciudad me llama!
¡Me llama la ciudad que ignora el cielo
Y la tierra y el agua
Y el sol y las estrellas,
Febril y jadeante, apresurada,
Con su aliento mefítico,
Y su llanto y sus máquinas,
Sonora de metales
Infecta de palabras!
Retablo (Glosa de Berceo)
- Ya están ambos a diestra del Padre deseado,
Los dos santos varones, el chantre y el cantado,
El gran Santo Domingo de Silos venerado
Y el maestre Gonzalo de Berceo nombrado.
Yo veo al Santo como en la sabida prosa
Fecha en nombre de Cristo y de la Gloriosa:
La color amarilla, la marcha fatigosa,
El cabello tirado, la frente luminosa...
Y a su lado el poeta, romeo peregrino,
Sonríe a los de ahora que andamos el camino,
Y el galardón nos muestra de su claro destino:
Una palma de gloria y un vaso de buen vino.