Elizabeth Barrett Browning

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    Información biográfica

  1. Aléjate de mí (Trad. de Màrie Manent)
  2. Almas de flores (Trad. de Màrie Manent)
  3. De mi cabello nunca di un rizo a ningún hombre (Trad. de Màrie Manent)
  4. Dilo, dilo otra vez, y repite de nuevo (Trad. de Màrie Manent)
  5. No me acuses, te ruego, por la excesiva calma (Trad. de Màrie Manent)
  6. Oh amor mío, amor mío, cuando pienso (Trad. de Màrie Manent)
  7. Que ha cambiado, dijera, toda la faz del mundo (Trad. de Màrie Manent)


    Información biográfica
      Nombre: Elizabeth Barrett Browning
      Lugar y fecha nacimiento: Coxhoe Hall, Durham, Inglaterra, 6 de marzo de 1806
      Lugar y fecha defunción: Roma, Italia, 29 de junio de 1861 (55 años)
      Nacionalidad: Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda
      Ocupación: Escritora, traductora, poeta
      Época: Era victoriana

    Escribió prolíficamente poesía, y también realizó prosa y traducciones. Es considerada la más grande poetisa inglesa. Su producción literaria tuvo una gran influencia en destacados escritores del momento, entre los que se incluyen Edgar Allan Poe y la poetisa Emily Dickinson.

    Hizo campaña por la abolición de la esclavitud y su obra ayudó a influir en la reforma de la legislación sobre trabajo infantil. Contrajo matrimonio con el poeta Robert Browning, con quien se radicó en París y posteriormente en Italia.

    Fuente: [Elizabeth Barrett Browning] en Wikipedia.org

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      Aléjate de mí
        (Traducción de Màrie Manent)

        Aléjate de mí. Mas sé que, para siempre,
        He de estar en tu sombra. Ya nunca, solitaria,
        Irguiéndome en los mismos umbrales de mi vida
        Recóndita, podré gobernar los impulsos

        De mi alma, ni alzar la mano como antaño,
        Al sol, serenamente, sin que perciba en ella
        Lo que intenté hasta ahora apartar: el contacto
        De tu mano en la mía. Esta anchurosa tierra

        Con que quiso alejarnos el destino, en el mío
        Deja tu corazón, con latir doble. En todo
        Lo que hiciere o soñare estás presente, como

        En el vino el sabor de las uvas. Y cuando
        Por mí rezo al Señor, en mis ruegos tu nombre
        Escucha y ve en mis ojos mezclarse nuestras lágrimas.
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      Almas de flores
        (Traducción de Màrie Manent)

        Nos quedamos contigo, rezagadas,
        Las últimas de aquella muchedumbre,
        Como voz de quien canta
        Y sus propias canciones le enamoran.
        Somos perfume y alma
        De la flor y el capullo.
        Tus pensamientos nos llevamos, cuando
        Nuestro aliento respiras,
        Hacia los amarantos de esplendores,
        Que en las colinas arden,
        Hacia tiernas campanas de los lirios
        Y grises heliotropos;
        Hacia llanos cubiertos de amapolas, que guardan
        Tal aliento de sueño y tal sonrojo,
        Que, al cruzarlas, los ángeles
        Habrán de parecerte más blancos todavía;
        Hacia el sesgo del río, de ajo silvestre orlado,
        Donde te solazaste un día entero,
        Hasta que tu sonrisa trocábase en devota
        Y el rezo florecía;
        Hacia la rosa oculta en el boscaje,
        Que vertía sus gotas de rocío en tu sueño;
        Y hacia aquellos asfódelos floridos
        Donde tu paso hundiste.
        Tiramos de tu ropa
        Y tu pelo alisamos;
        Desfallecemos entre nuestras quejas
        Y sufrimos, perdidas por los aires.
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      De mi cabello nunca di un rizo a ningún hombre
        (Traducción de Màrie Manent)

        De mi cabello nunca di un rizo a ningún hombre,
        Amado mío, salvo el que te ofrezco ahora
        Y, pensativamente, en toda su largura
        Sombría, voy ciñendo en torno de mis dedos.

        Tómalo. Ya mis días de juventud pasaron;
        Ya al paso alborozado no tiembla mi cabello,
        Ni prendo en él la rosa o los brotes del mirto,
        Como las chicas suelen: ya sólo puede, en pálidas

        Mejillas, sombrear las huellas de mi llanto,
        Y se avezó a soltarse cuando a la frente inclina
        Con su arte el dolor. Temí que las tijeras

        Fúnebres lo cortaran primero, y ha vencido
        Tu amor. Tómalo. Puro como antaño, hallarás
        El beso que, al morir, en él dejó mi madre.
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      Dilo, dilo otra vez, y repite de nuevo
        (Traducción de Màrie Manent)

        Dilo, dilo otra vez, y repite de nuevo
        Que me quieres, aunque esta palabra repetida,
        En tus labios, el canto del cuclillo recuerde.
        Y no olvides que nunca la fresca primavera

        Llegó al monte o al llano, al valle o a los bosques,
        En su entero verdor, sin la voz del cuclillo.
        Me saluda en las sombras, amado mío, incierta,
        Esa voz de un espíritu, y en mi duda angustiosa,

        Clamo: "¡Vuelve a decir que me quieres!" ¿Quién
        Teme un exceso de estrellas, aunque los cielos colmen,
        O un exceso de flores ciñendo todo el año?

        Di que me quieres, di que me quieres: renueva
        El tañido de plata; mas piensa, amado mío,
        En quererme también con el alma, en silencio.
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      No me acuses, te ruego, por la excesiva calma
        (Traducción de Màrie Manent)

        No me acuses, te ruego, por la excesiva calma
        O tristeza del rostro, cuando estoy a tu vera,
        Que hacia opuestos lugares miramos, y dorarnos
        No puede un mismo sol la frente y el cabello.

        Sin angustia ni duda me miras siempre, como
        A una abeja encerrada en urna de cristales,
        Pues en templo de amor me tiene el sufrimiento
        Y tender yo mis alas y volar por el aire

        Sería un imposible fracaso, si probarlo
        Quisiera. Pero cuando yo te miro, ya veo
        El fin de todo amor junto al amor de ahora,

        Más allá del recuerdo escucho ya el olvido;
        Como quien, en lo alto reposando, contempla
        Más allá de los ríos, tenderse el mar amargo.
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      Oh amor mío, amor mío, cuando pienso
        (Traducción de Màrie Manent)

        Oh amor mío, amor mío, cuando pienso
        Que existías ya entonces, hace un año,
        Cuando yo estaba sola aquí en la nieve
        Y no vi tus pisadas ni escuché
        Tu voz en el silencio... Mi cadena,
        Eslabón a eslabón, iba midiendo
        Como si no pudiese verme libre
        Por tu posible mano... ¡Hasta beber
        La prodigiosa copa de la vida!
        ¡Qué extraño no sentirte en el temblor
        Del día o de la noche, voz, presencia,
        Ni adivinarte en esas flores blancas!
        Yo era ciega lo mismo que el ateo
        Que no descubre a Dios, al que no ve.
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      Que ha cambiado, dijera, toda la faz del mundo
        (Traducción de Màrie Manent)

        Que ha cambiado, dijera, toda la faz del mundo,
        Desde que oí los pasos de tu alma moverse
        Levemente, ¡oh, muy leves!, junto a mí, deslizándose
        Entre mí y aquel borde terrible de la muerte

        Tan clara, donde hundirme creí; mas fui elevada
        Hasta el amor y pude saber un nuevo ritmo
        Para mecer la vida. La copa de amarguras
        Que Dios nos da al nacer, apuraré gustosa,

        Loando su dulzura, amor mío, a tu lado.
        El nombre de las tierras y el del cielo se mudan
        Según donde estés tú o hayas de estar un día.

        Y este laúd y el canto mío, que quise antaño
        (Los ángeles canoros bien lo saben), los quiero
        Sólo porque tu nombre se mezcla en lo que dicen.
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