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Información biográfica
Arriba
- Información biográfica
- A Julio dormido
- A mi amor
- A mi esposo
- A un niño en la cuna
- A una niña
- A una flor marchita
- El mediodía
- En la muerte de mi madre
- Si ahora
- Te tienes
- Ven
Información biográfica
Nombre: Esther Tapia de Castellanos
Lugar y fecha nacimiento: Morelia, Michoacán, México, 9 de mayo de 1842
Lugar y fecha defunción: Guadalajara, Jalisco, México, 8 de enero de 1897 (55 años)
Ocupación: Escritora, poeta
Lugar y fecha nacimiento: Morelia, Michoacán, México, 9 de mayo de 1842
Lugar y fecha defunción: Guadalajara, Jalisco, México, 8 de enero de 1897 (55 años)
Ocupación: Escritora, poeta
Fuente: [Esther Tapia de Castellanos] en Wikipedia.org
Arriba
-
A Julio dormido
- A mi predilecta amiga la señora Doña Francisca López P. de García.
Duerme, niño, sosegado,
Por la inocencia mecido;
Duerme en paz, niño querido,
No despiertes al dolor.
Duerme... es tu bello semblante
Como es bella tu alma pura;
Duerme... vela con ternura
Por ti un ángel del Señor.
Tus rubios, hermosos rizos
Agítanse suavemente
Sobre tu cándida frente
Do se refleja el candor:
Tu frente bella, tranquila,
Cual limpio lago de plata,
Cuando sereno se retrata
De clara luna el fulgor.
Les dan sombra tus pestañas
Largas, sedosas, rizadas,
A tus mejillas sonrosadas
Que lucen tierno carmín.
Y mueve tus lindos labios
Grata, apacible sonrisa,
Cual mueve fugaz la brisa
Los botones del jazmín.
Bien se conoce que sueñas
En tu semblante halagüeño;
Sin duda ves en tu sueño
Tu antigua patria, el Edén.
O si sueñas con el mundo,
Será con frutas y flores;
De este mundo los horrores
Tus bellos ojos no ven.
Tal vez sueñas ¡inocente!
Las caricias de tu padre,
De tu bondadosa madre
Tal vez sueñas el amor.
Que Refugio, candorosa,
Que nunca llores te ruega;
Que Lupe contigo juega;
Que Carlos te da una flor.
Duerme, niño, duerme y goza
Por la inocencia mecido;
Duerme en paz, niño querido;
No despiertes a sufrir.
Duerme siempre sosegado,
Sueña siempre con el cielo,
O emprende tu raudo vuelo
Porque es muy triste vivir.
Si atraviesas este mundo,
Le atravesarás llorando,
Y estará hiel rebosando
Tu sencillo corazón.
Y encontrarás desengaños,
Y Falsía y amargura;
Ni un momento de ventura
Gozarás ni una ilusión.
En todo hallarás mentira,
En todo traición y dolo,
Que en este mundo tan solo
Se sabe, niño, engañar.
Cuando a tus amantes brazos
Creas llevar a un amigo,
Es tal vez un enemigo
Que tu dicha va a matar.
Y si corres agitado
Buscando un nombre glorioso,
Al mirarte victorioso
Va la envidia en pos de ti,
Y deshoja tus laureles
Tus triunfos cruel empaña,
Y en ti su terrible saña
Descarga con frenesí.
Si alguna vez te contemplan
Embriagado de ventura,
Buscan luego la amargura
Y hieren tu corazón.
Y ríen al ver que lloras
Sumergido en la desdicha;
Gozan matando tu dicha,
Pisoteando tu ilusión.
Pobre niño, no despiertes;
Sueña con tu tierno padre;
Sueña con tu tierna madre;
Su amor tan solo es verdad.
Cree sólo en su ternura,
En su amor santo y ardiente,
Lo demás, niño inocente,
Es la triste realidad.
Duerme siempre, duerme y goza
Por la inocencia mecido;
Duerme en paz, niño querido,
No despiertes a sufrir.
Duerme, duerme sosegado;
sueña, sueña con el cielo;
O emprende tu raudo vuelo,
Porque es muy triste vivir.
A mi amor
- "A ti te amo no más, no más a ti."
Dolores Guerrero
Ven, ángel bello de gentiles formas,
De cabellos brillantes y rizados,
De ojos expresivos y rasgados,
De dulce voz que entusiasmada oí.
Voz que remeda de la lira el eco,
El murmurio de brisa perfumada,
Arrullo de paloma enamorada,
"A ti te amo no más, no más a ti".
Rayo de luz de mi feliz mañana,
Hermoso sol de mi nublado día,
Adorada mitad del alma mía
A quien amo con ciego frenesí.
Ángel perdido que extravió su vuelo,
Visión encantadora y misteriosa,
De alma grande, noble, poderosa...
"A ti te amo no más, no más a ti".
Ven, ángel, ven, que la pradera hermosa
Da para ti sus delicadas flores;
En sus cálices guardan sus olores
Para que los aspires junto a mí.
Ven, te lo ruego; con mi propia mano
Para ti he recogido las más bellas;
Ven y verás en el lenguaje de ellas,
Que "a ti amo no más, no más a ti".
Verás el sol en el zenit brillando,
Su rayo de oro bañará tu frente,
Y de ese rastro por el fuego ardiente
Podrás apenas mi pasión medir.
Verás correr entre florida yerba
El apacible arroyo murmurando,
Y su argentina voz te irá cantando,
Que "a ti amo no más, no más a ti".
Quiero verte, mi bien, en todas partes;
Quiero escuchar tu acento tan querido
Remedo de un jilguero que en el nido
Cantar su amor una mañana oí.
Ven y oirás que las aves melodiosas,
De brillante, riquísimo plumaje,
Te dicen en su cándido lenguaje,
Que "a ti te amo no más, no más a ti".
Ven a mis brazos, ven, ellos te esperan;
Ven a sembrar de flores mi camino,
Cambia, por Dios, mi tétrico destino,
Ven a vivir tranquilo junto a mí.
Y al mundo todo le diré mi dicha,
Y cantará mi acento apasionado,
Que eres mi bien, mi arcángel adorado,
Que "a ti te amo no más, no más a ti".
Nada me importa que de mí se burlen
Si tengo, mi ángel, con tu amor un cielo;
Si a mi desgracia brindas el consuelo
Nada me importa en adelante a mí.
Desafiaré altanera el infortunio,
Y aún al ver a la muerte malhadada,
Repetiré al partir enamorada:
"A ti te amé no más, no más a ti".
A mi esposo
- Antes de ver su faz, ya la miraba;
Antes de oír su voz, yo ya la oía;
Si era un ángel o un hombre no sabía;
Y llena de ternura ya le amaba.
En mis delirios yo le contemplaba,
Como nuncio de paz y de alegría;
Si se acercaba, de placer reía;
Al alejarse, de dolor lloraba.
Oí una voz su cadencioso acento,
Y el recuerdo me vino de mi sueño;
Miré su dulce faz, y en el momento
¡Es el arcángel, dije, de mi ensueño!
¡Dios me formó para él; así lo siento,
Que al mundo le mandó, para mí dueño!
A un niño en la cuna
- Que duerma mi niño de frente apacible,
De cándidos ojos, de tierno mirar;
Que mire en su sueño visiones flotantes;
Que vengan las hadas al niño a velar.
Coronen su frente de blanca amapola;
Que cubran su cuna de hiedra y jazmín;
Cortinas le formen en tanto que duerma,
Las alas brillantes de algún serafín.
Morfeo le aduerma tranquilo en sus brazos;
Apolo le arrulle con dulce cantar;
Las aves hermosas posando en las hiedras,
Al niño adormezcan con suave trinar.
Que mire en su sueño de arcángeles coros,
Que alegres le ofrezcan riquísima miel,
Y en tazas soberbias de mármol y plata
Blanquísima leche le brinden también.
Leves mariposas de lindos colores
En ramas de mirto le dejen coger;
Canarios le traigan y blancas palomas,
Que acordes le canten su cuna al mecer.
Cestillos dorados con piñas de almíbar
Las ninfas ligeras le vengan a dar,
Con uvas, manzanas y fresas hermosas,
Mezcladas con ramos de blanco azahar.
Confites y almendras le traigan al niño
En platos dorados de limpio cristal;
Muñecos de pasta que entreabran los ojos,
Vestidos con trajes de lujo oriental.
Que duerma mi niño, que todos le canten,
Que todos le traigan juguetes y miel;
Que todos coronen su frente con flores;
Que nadie le asuste, que duerma mi bien.
Después que despierte que mire a su padre,
Que va cariñoso su frente a besar;
Alegre su madre le arrulle en sus brazos,
Y vuelva a dormirle con suave cantar.
A una niña
- A LA SEÑORITA REFUGIO GARCIA Y L. PORTILLO
Cual en sus giros
La mariposa
Busca la rosa,
Pasa al clavel,
Se para, vuela,
Retorna inquieta,
Va a la violeta,
Vuelve al laurel;
Así tú, niña,
Corres ufana
Bella y galana
Por el pensil;
Deshojas flores,
El agua riegas,
Y alegre juegas,
Niña gentil.
Saltas ligera
Cual conejillo
Que entre el tomillo
Saltando está.
Y huyes cual huye
Limpio arroyuelo
Que por el suelo
Corriendo va.
Festiva brincas,
Risueña cantas,
Y al mundo encantas
Con tu candor;
O entre las flores
Vas caminando
Siempre gozando,
Púdica flor.
Aún no nubla
Tu pura frente
Fiero, inclemente,
El aquilón;
Y las pasiones
Que al alma agitan
Aún no marchitan
Tu corazón.
Que siempre vivas
En primavera
Niña hechicera,
Célica flor.
Que siempre goces,
Oh niña pura,
Paz y ventura,
Virtud y amor.
A una flor marchita
- ¡Ay! Pobre flor, la tempestad horrible
Azotando tu tallo delicado,
Tu inocente belleza ha maltratado
Con su soplo violento, destructor.
Marchito está tu espléndido follaje,
Tus pétalos sin brillo y sin frescura,
Has perdido tu aroma y tu frescura
En tu primera mañana, ¡pobre flor!
Vuelan algunas de tus blancas hojas
Por huracán furioso arrebatadas;
Otras se miran con desprecio holladas,
Y cubiertas de polvo y sin color.
Hoy el viento implacable te destroza,
No te riegan las aguas cristalinas,
Triste tu caliz a la tierra inclinas
Con doliente desmayo, ¡pobre flor!
Ya el céfiro al pasar no te acaricia;
En tus pétalos tiernos no se posa
La ligera, dorada mariposa,
Ni el colibrí te besa con amor.
En la noche tranquila y solitaria
No te cantan las aves sus amores
De la apacible luna a los fulgores,
Que todos te desprecian, ¡pobre flor!
Ya mañana no habrá quien un recuerdo
Consagre a tu belleza soberana;
También tus restos hollará mañana
Cruel o indiferente el labrador.
Este será tu fin, flor adorada,
Porque tu aroma y tu beldad perdiste,
No, ven, ¡ay!, que la culpa no tuviste,
La tempestad la tuvo, ¡pobre flor!
El mediodía
- El mediodía gravita entre las sienes,
Horada la hora, la huella, la palabra,
Bañando la espina del ser meridial,
Abriendo tu imagen en las aguas.
Una tristeza mansa ciclostila
Tu cuerpo hasta volverlo blanco
(La mer, la mer, toujours recommencée!).
Palabras estrellándose en la boca,
Igualándose en su eterno batirse,
Colmando de luz blanca el recuerdo
(Sol desértico borrándome los ojos):
Manos blancas, blancos cuerpos,
Sonrisas tendidas blancas.
Aún la voz se alza hasta ti,
Apenas roza tu piel original
Desatas los ojos, desprendiendo
El mar, quebrándote todo...
Chorreando de tu íntimo estar,
Expuesto al sol, al mar, al viento,
Más allá del tiempo y la memoria,
Ya en la cálida arena de lo último,
Las olas te desnacen desde mí.
En la muerte de mi madre
- I
Quieren que cante, mas mi canto es triste;
Es de dolor un lúgubre gemido;
Cantar no puedo, el pecho dolorido
Un sollozo no más puede exhalar.
El alma mía siento desgarrada
Y rebosando el hiel y amargura;
Si me agobia la horrible desventura,
¿Cómo tener valor para cantar?
No puedo, no, me abruma el pensamiento
Que me hace doblegar la altiva frente;
Cantaría cual cisne que presiente
Que de la muerte ya camina en pos.
Como el clamor mortuorio que se escucha
Vibrando desde el alto campanario,
Cuando unido a los cantos del santuario
Dan al que ha muerto el postrimer adiós.
Me miran sonreír, pero no saben
Que un horrible dolor mi alma tortura;
No piensan que el pesar y la amargura
Destrozándome están el corazón.
No miran en mis ojos una lágrima;
Ven mi semblante plácido y risueño,
Y sumergida júzganme en un sueño
De venturosa paz y de ilusión.
En mis noches de insomnio no me miran
Bañada en llanto abrasador, ardiente;
No sienten ¡ay! lo que mi pecho siente;
Nadie comprende mi tenaz dolor.
No saben cómo mata el pensamiento
La idea fija que tortura el alma;
Tampoco ven que mi aparente calma
Envuelve un pensamiento destructor.
No comprenden el golpe que he sentido
Al perder a la madre que adoraba...
¡Ay! la dicha perdí... ¡cuánto la amaba!
Que la mitad de mi alma se llevó.
Aún resuena ¡oh Dios! en mis oídos
Su postrimer gemido agonizante;
Contemplo aún su lívido semblante
Y la última mirada que me dio.
No saben que recuerdo noche y día
Esa tumba ¡ay de mí! tan adorada,
Donde yace mi madre idolatrada...
¡Era su amor sagrado mi ilusión!
A toda hora mi mente fatigada
Mira bajo la tierra sus despojos
Y ve sus lindos expresivos ojos,
Espejos de su amante corazón.
Miro también las manos cariñosas
Que mi pálida frente acariciaban;
Los labios que en mis labios se posaban
Con el amor más puro y celestial.
Y yace ahí... tendida en esa fosa,
Y no me es dado ¡oh Dios! acompañarña.
¿Cómo puede su hija abanadonarla
Tan sola en ese sitio funeral?
II
¿Dejarla? No, no podría
En ese sitio de horror
Do no crece ni una flor,
Y aquí tiene el alma mía
Que es santuario de su amor.
Tiene aquí mi corazón,
Sepulcro de su memoria,
Es el dolor su inscripción,
Su recuerdo su ilusión,
Y su cariño su historia.
En tan horrible aislamiento
¿Cómo, Dios santo, vivir?
Tú comprendes lo que siento,
Conoces mi sufrimiento,
Hazme, por piedad, morir.
Triste, sola, desagraciada,
Huérfana y abandonada
Voy pasando por el mundo,
Como barba destroada
Que boga en el mar profundo.
Cual yedra que separaron
De la encina protectora
Cual flor que el tallo cortaron,
Cual ave que triste llora
Si huérfana la dejaron.
Llévame, Señor, al cielo
Do vive la madre mía;
A esa mansión de consuelo,
Mansión de santa alegría
Donde no hay llanto ni duelo.
¡Oh Dios! ¡No puedo sufrir!
Me revienta el corazón:
Este penar no es vivir,
Haz que deje de existir,
O quítame la razón.
Si ahora
- Si ahora decidieras sin planteártelo,
Sólo con el pensamiento de lo sentido
—Esa rigurosa inflexión de los días
En la articulación de los ojos—
Y desataras la voz ciega que te afirma,
Dejando de pagar tributo a tu persona
—La sacra lealtad al ministerio de los años-
Reconocerías los maleficios del tiempo,
Los surcos de la memoria en la frente,
Todos los injertos que nos trasmudan...
Te irías ahuecando poco a poco,
Empezarían a morderte las arañas,
Tu inocencia te vería actuar, muda,
Y el juego te perdería: dejarías de existir.
Te tienes
- te tienes entre mí y no soy sino en las cosas
Prendiendo la noche entre los brazos ceñidos.
Soy la duda del péndulo: crónica de tus labios dulces,
Esa procesión por la calle del recuerdo un viernes santo.
Tan sólo el funeral del aroma de tu pelo,
El magnolio de tu voz, el humus de tu carne:
Réquiem que crucifica el rastro de un tiempo.
Te estoy retrocediendo para salvarte siempre
Y en el claro de la mundana luna, aceptar la realidad
De tus manos de niño que se muerde las uñas.
Cuando toda mi vida es un puro interrogante
En tus ojos nómadas, me sorprendo ante el escaparate
De tu cuerpo salpicado a sonrisas que te inmaculan
Sólo recogiendo los ojos para guardarte.
Mirándote estoy en la blancura de su espalda
Y las canas del destejido abren miasmas en la carne.
Sí, vivirte tras el día, cuando seas ya pasado,
Tercer día de pascua y el racimo de las manos, mojándonos,
Y recrear el cenital húmedo de la tristeza,
Colgar la sonrisa en el espejo de los labios,
Ser la nota salvoconducto que aún me existe.
Ven
- Ven, mi bien, hacia mí, ven a mi lado
Tú, a quien constante desde niña amé.
Ven a llevarme lejos de estos sitios
Donde mi amargo llanto derramé.
Ven a llevarme lejos, sí, muy lejos
De esta egoísta, falsa sociedad,
Do no haya quien destroce mi existencia,
Do no hieran mi pecho sin piedad.
En bosques apartados, silenciosos,
Quiero sola, tranquila ¡oh Dios! vivir,
Ver el sol cuando nace, y por la tarde
Ver que allá en Occidente va a morir.
Los dos a las frescas flores
Aspiraremos su embriagante olor,
Veremos las bellezas que a los campos
Prodigara la mano del Señor.
Veremos el lucero de la noche
Cuando camina de la luna en pos;
Veremos que el relámpago y el rayo
Son débil prueba del poder de Dios.
Ven a llevarme a los lejanos mares
Do podamos las olas contemplar,
Esos gigantes de nevada espuma
Que a la tierra parecen desafiar.
Moverse las veremos agitadas
Sus bramidos podremos ¡ay! oír,
Y veremos después cómo en la arena
Ya vienen humilladas a morir.
Al ver, mi bien, su inmensidad sublime,
De emoción y de dicha temblaré,
Y vertiendo mi llanto conmovida,
De amor una sonrisa te daré.
Al ver tu huella en la menuda arena,
Tu mano estrecharé con emoción;
Las lágrimas verás en mis mejillas,
Los latidos oirás del corazón.
Ven a llevarme lejos del ruido
Donde nadie se burle del pesar,
Do no haya desengaños ni amargura,
Donde viva tan solo para amar.
Ven, y do quiera seguiré tu paso,
Errante como tú, yo viviré,
Y cuando emprendas tu atrevido vuelo
A otro mundo mejor te seguiré.