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Información biográfica
Arriba
- Información biográfica
- Acaso
- Al gran cero
- Amada, el aura dice
- Anoche cuando dormía
- Arde en tus ojos
- A un olmo seco
- Campo
- Canciones a Guiomar I
- Canciones a Guiomar II
- Canciones a Guiomar III
- Cantares
- Cante hondo
- Como en el alto llano tu figura
- Crepúsculo
- Cuando sea mi vida
- Del pasado efímero
- Desde el umbral de un sueño
- Desgarrada la nube
- El amor y la sierra
- El mañana efímero
- El mar triste
- Empeñé tu memoria
- Eran ayer mis dolores
- Hacia tierra baja (III)
- Hastío
- He andado muchos caminos
- Húmedo está, bajo el laurel
- Huye del triste amor
- Inventario galante
- Jardín
- La primavera besaba
- Llamó a mi corazón
- Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de Don Guido
- Me dijo un alba de la primavera
- Me dijo una tarde de la primavera
- Melancolía
- Mi amor
- Mi corazón se ha dormido
- Oh, dime, noche amiga
- Otoño
- Otras canciones a Guiomar
- Por qué, decisme
- Preludio
- Renacimiento
- Retrato
- Rosa de fuego
- Siempre fugitiva
- Soneto I
- Soneto II
- Soñé que tú me llevabas
- Y era el demonio de mi sueño
- Y ha de morir contigo el mundo mago
- Y no es verdad, dolor
- Yo voy soñando caminos
Información biográfica
- Nombre: Antonio Machado Ruiz
Lugar y fecha nacimiento: Sevilla, España, 26 de julio de 1875
Lugar y fecha defunción: Collioure, Francia, 22 de febrero de 1939 (63 años)
Nacionalidad: Española
Ocupación: Escritor, dramaturgo, poeta
Movimiento: Modernismo, Generación del 98
El más joven representante de la Generación del 98. Su obra inicial, de corte modernista (como la de su hermano Manuel), evolucionó hacia un intimismo simbolista con rasgos románticos, que maduró en una poesía de compromiso humano, de una parte, y de contemplación casi taoísta de la existencia, por otra; una síntesis que en la voz de Machado se hace eco de la sabiduría popular más ancestral.
Fuente: [Antonio Machado] en Wikipedia.org
Fuente: [Antonio Machado] en Wikipedia.org
Arriba
- Acaso
- Como atento no más a mi quimera
No reparaba en torno mío, un día
Me sorprendió la fértil primavera
Que en todo el ancho campo sonreía.
Brotaban verdes hojas
De las hinchadas yemas del ramaje,
Y flores amarillas, blancas, rojas,
Alegraban la mancha del paisaje.
Y era una lluvia de saetas de oro,
El sol sobre las frondas juveniles;
Del amplio río en el caudal sonoro
Se miraban los álamos gentiles.
Tras de tanto camino es la primera
Vez que miro brotar la primavera,
Dije, y después, declamatoriamente:
-¡Cuán tarde ya para la dicha mía!-
Y luego, al caminar, como quien siente
Alas de otra ilusión: -Y todavía
¡Yo alcanzaré mi juventud un día!
Al gran cero
- (Del apócrifo Abel Martín)
Cuando el Ser que se es hizo la nada
Y reposó, que bien lo merecía,
Ya tuvo el día noche, y compañía
Tuvo el hombre en la ausencia de la amada.
Fíat umbral brotó el pensar humano.
Y el huevo universal alzó, vacío,
Ya sin color, desubstanciado y frío,
Lleno de niebla ingrávida, en su mano.
Toma el cero integral, la hueca esfera,
Que has de mirar, si lo has de ver, erguido.
Hoy que es espalda el lomo de tu fiera,
Y es el milagro del no ser cumplido,
Brinda, poeta, un canto de frontera
A la muerte, al silencio y al olvido.
Amada, el aura dice
- Amada, el aura dice
Tu pura veste blanca...
No te verán mis ojos;
¡Mi corazón te aguarda!
El viento me ha traído
Tu nombre en la mañana;
El eco de tus pasos
Repite la montaña...
No te verán mis ojos;
¡Mi corazón te aguarda!
En las sombrías torres
Repican las campanas...
No te verán mis ojos;
¡Mi corazón te aguarda!
Los golpes del martillo
Dicen la negra caja;
Y el sitio de la fosa,
Los golpes de la azada...
No te verán mis ojos;
¡Mi corazón te aguarda!
Anoche cuando dormía
- Anoche cuando dormía
Soñé, ¡bendita ilusión!,
Que una fontana fluía
Dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida,
Agua, vienes hasta mí,
Manantial de nueva vida
De donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
Soñé, ¡bendita ilusión!,
Que una colmena tenía
Dentro de mi corazón;
Y las doradas abejas
Iban fabricando en él,
Con las amarguras viejas
Blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía
Soñé, ¡bendita ilusión!,
Que un ardiente sol lucía
Dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
Calores de rojo hogar,
Y era sol porque alumbraba
Y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
Soñé, ¡bendita ilusión!,
Que era Dios lo que tenía
Dentro de mi corazón.
Arde en tus ojos
- Arde en tus ojos un misterio, virgen
Esquiva y compañera.
No sé si es odio o es amor la lumbre
Inagotable de tu aljaba negra.
Conmigo irás mientras proyecte sombra
Mi cuerpo y quede a mi sandalia arena.
-¿Eres la sed o el agua en mi camino?
Dime, virgen esquiva y compañera.
A un olmo seco
- Al olmo viejo, hendido por el rayo
Y en su mitad podrido,
Con las lluvias de abril y el sol de mayo,
Algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
Que lame el Duero! Un musgo amarillento
Le mancha la corteza blanquecina
Al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
Que guardan el camino y la ribera,
Habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
Va trepando por él, y en sus entrañas
Hunden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
Con su hacha el leñador, y el carpintero
Te convierta en melena de campana,
Lanza de carro o yugo de carreta;
Antes que rojo en el hogar, mañana
Ardas, de alguna mísera caseta
Al borde de un camino;
Antes que te descuaje un torbellino
Y tronche el soplo de las sierras blancas;
Antes que el río hacia la mar te empuje,
Por valles y barrancas,
Olmo, quiero anotar en mi cartera
La gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
También hacia la luz y hacia la vida,
Otro milagro de la primavera.
Campo
- La tarde está muriendo
Como un hogar humilde que se apaga.
Allá, sobre los montes,
Quedan algunas brasas.
Y ese árbol roto en el camino blanco
Hace llorar de lástima.
¡Dos ramas en el tronco herido, y una
Hoja marchita y negra en cada rama!
¿Lloras?... Entre los álamos de oro,
Lejos, la sombra del amor te aguarda.
Canciones a Guiomar I
- No sabía
Si era un limón amarillo
Lo que tu mano tenía,
O un hilo del claro día,
Guiomar, en dorado ovillo.
Tu boca me sonreía.
Yo pregunté: ¿qué me ofreces?
¿Tiempo en fruto, que tu mano
Eligió entre madureces
De tu huerta?
¿Tiempo vano
De una bella tarde yerta?
¿Dorada ausencia encantada?
¿Copia en el agua dormida?
¿De monte en monte encendida,
La alborada
Verdadera?
¿Rompe en sus turbios espejos
Amor la devanadera
De sus crepúsculos viejos?
Canciones a Guiomar II
- En un jardín te he soñado,
Alto, Guiomar, sobre el río,
Jardín de un tiempo cerrado
Con verjas de hierro frío.
Un ave insólita canta
En el almez, dulcemente,
Junto al agua viva y santa,
Toda sed y toda fuente.
En ese jardín, Guiomar,
El mutuo jardín que inventan
Dos corazones al par,
Se funden y complementan
Nuestras horas. Los racimos
De un sueño -juntos estamos-
En limpia copa exprimimos,
Y el doble cuento olvidamos.
(Uno: mujer y varón,
Aunque gacela y león,
Llegan juntos a beber.
El otro: no puede ser
Amor de tanta fortuna:
Dos soledades en una,
Ni aún de varón y mujer).
Por ti el mar ensaya olas y espumas,
Y el iris, sobre el monte, otros colores,
Y el faisán de la aurora canto y plumas,
Y el búho de Minerva ojos mayores.
Por ti, ¡oh Guiomar!
Canciones a Guiomar III
- Tu poeta
Piensa en ti. La lejanía
Es de limón y violeta,
Verde el campo todavía.
Conmigo viense, Guiomar;
Nos sorbe la serranía.
De encinar en encinar
Se va fatigando el día.
El tren devora y devora
Día y riel. La retama
Pasa en Sombra; se desdora
El oro de Guadarrama.
Porque una diosa y su amante
Huyen juntos, jadeante
Los sigue la luna llena.
El tren se esconde y resuena
Dentro de un monte gigante.
Campos yermos, cielo alto.
Tras los montes de granito
Y otros montes de basalto,
Ya es la mar y el infinito.
Juntos vamos; libres somos.
Aunque el Dios, como en el cuento
Fiero rey, cabalgue a lomos
Del mejor corcel del viento,
Aunque nos jure, violento,
Su venganza,
Aunque ensille el pensamiento,
Libre amor, nadie lo alcanza.
Hoy te escribo en mi celda de viajero,
A la hora de una cita imaginaria.
Rompe el iris al aire el aguacero,
Y al monte su tristeza planetaria.
Sol y campanas en la vieja torre.
¡Oh tarde viva y quieta que opuso
Al panta rhei su nada corre,
Tarde niña que amaba a su poeta!
¡Y día adolescente
-Ojos claros y músculos morenos-,
Cuando pensaste a amor, junto a la fuente,
Besar tus labios y apresar tus senos!
Todo a esta luz de abril se transparenta;
Todo en el hoy de ayer, el todavía
Que en sus maduras horas
El tiempo canta y cuenta,
Se funde en una sola melodía,
Que es un coro de tardes y de auroras.
A ti, Guiomar, esta nostalgia mía.
Cantares
- Todo pasa y todo queda,
Pero lo nuestro es pasar,
Pasar haciendo caminos,
Caminos sobre el mar.
Nunca perseguí la gloria,
Ni dejar en la memoria
De los hombres mi canción;
Yo amo los mundos sutiles,
Ingrávidos y gentiles,
Como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
De sol y grana, volar
Bajo el cielo azul, temblar
Súbitamente y quebrarse...
Nunca perseguí la gloria.
Caminante, son tus huellas
El camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
Se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
Y al volver la vista atrás
Se ve la senda que nunca
Se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
Sino estelas en la mar...
Hace algún tiempo en ese lugar
Donde hoy los bosques se visten de espinos
Se oyó la voz de un poeta gritar
"Caminante no hay camino,
Se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso...
Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
"Caminante no hay camino,
Se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso...
Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
Cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino,
Se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso.
Cante hondo
- Yo meditaba absorto, devanando
Los hilos del hastío y la tristeza,
Cuando llegó a mi oído,
Por la ventana de mi estancia, abierta.
A una caliente noche de verano,
El plañir de una copla soñolienta,
Quebrada por los trémolos sombríos
De las músicas magas de mi tierra.
... Y era el amor, como una roja llama...
-Nerviosa mano en la vibrante cuerda
Ponía un largo suspirar de oro,
Que se trocaba en surtidor de estrellas-.
... Y era la muerte, al hombro la cuchilla,
El paso largo, torva y esquelética.
-Tal cuando yo era niño la soñaba-.
Y en la guitarra, resonante y trémula,
La brusca mano, al golpear, fingía
El reposar de un ataúd en tierra.
Y era un plañido solitario el soplo
Que el polvo barre y la ceniza avienta.
Como en el alto llano tu figura
- ¡Como en el alto llano tu figura
Se me aparece!... Mi palabra evoca
El prado verde y la árida llanura,
La zarza en flor, la cenicienta roca.
Y el recuerdo obediente, negra encina
Brota en el cerro, baja el chopo al río;
El pastor va subiendo a la colina;
Brilla un balcón de la ciudad: el mío,
El nuestro. ¿Ves? Hacia Aragón, lejana,
La sierra de Moncayo, blanca y rosa...
Mira el incendio de esa nube grana,
Y aquella estrella en el azul, esposa.
Tras el Duero, la loma de Santana
Se amorata en la tarde silenciosa.
Crepúsculo
- Caminé hacia la tarde de verano
Para quemar, tras el azul del monte,
La mirra amarga de un amor lejano
En el ancho flamígero horizonte.
Roja nostalgia el corazón sentía,
Sueños bermejos, que en el alma brotan
De lo inmenso inconsciente,
Cual de región caótica y sombría
Donde ígneos astros, como nubes, flotan,
Informes, en un cielo lactescente.
Caminé hacia el crepúsculo glorioso,
Congoja del estío, evocadora
Del infinito ritmo misterioso
De olvidada locura triunfadora.
De locura adormida, la primera
Que al alma llega y que del alma huye,
Y la sola que torna en su carrera
Si la agria ola del ayer refluye.
La soledad, la musa que el misterio
Revela al alma en sílabas preciosas
Cual notas de recóndito salterio,
Los primeros fantasmas de la mente
Me devolvió, a la hora en que pudiera,
Caída sobre la ávida pradera
O sobre el seco matorral salvaje,
Un ascua del crepúsculo fulgente,
Tornar en humo el árido paisaje.
Y la inmensa teoría
De gestos victoriosos
De la tarde rompía
Los cárdenos nublados congojosos.
Y muda caminaba
En polvo y sol envuelta, sobre el llano,
Y en confuso tropel, mientras quemaba
Sus inciensos de púrpura el verano.
Cuando sea mi vida
- Cuando sea mi vida,
Toda clara y ligera
Como un buen río
Que corre alegremente
A la mar,
A la mar ignota
Que espera
Llena de sol y de canción.
Y cuando brote en mi
Corazón la primavera
Serás tú, vida mía,
La inspiración
De mi nuevo poema.
Una canción de paz y amor
Al ritmo de la sangre
Que corre por las venas.
Una canción de amor y paz.
Tan solo de dulces cosas y palabras.
Mientras,
Mientras, guarda la llave de oro
De mis versos
Entre tus joyas.
Guárdala y espera.
Del pasado efímero
- Este hombre del casino provinciano
Que vio a Carancha recibir un día,
Tiene mustia la tez, el pelo cano,
Ojos velados por melancolía;
Bajo el bigote gris, labios de hastío,
Y una triste expresión, que no es tristeza,
Sino algo más y menos: el vacío
Del mundo en la oquedad de su cabeza.
Aún luce de corinto terciopelo
Chaqueta y pantalón abotinado,
Y un cordobés color de caramelo,
Pulido y torneado.
Tres veces heredó; tres ha perdido
Al monte su caudal; dos ha enviudado.
Sólo se anima ante el azar prohibido,
Sobre el verde tapete reclinado,
O al evocar la tarde de un torero,
La suerte de un tahúr, o si alguien cuenta
La hazaña de un gallardo bandolero,
O la proeza de un matón, sangrienta.
Bosteza de política banales
Dicterios al gobierno reaccionario,
Y augura que vendrán los liberales,
Cual torna la cigüeña al campanario.
Un poco labrador, del cielo aguarda
Y al cielo teme; alguna vez suspira.
Pensando en su olivar, y al cielo mira
Con ojo inquieto, si la lluvia tarda.
Lo demás, taciturno, hipocondríaco,
Prisionero en la Arcadia del presente,
Le aburre; sólo el humo del tabaco
Simula algunas sombras en su frente.
Este hombre no es de ayer ni es de mañana,
Sino de nunca; de la cepa hispana
No es fruto maduro ni podrido,
Es una fruta vana
De aquella España que pasó y no ha sido,
Esa que hoy tiene la cabeza cana.
Desde el umbral de un sueño
- Desde el umbral de un sueño me llamaron...
Era la buena voz, la voz querida.
-Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma?...
Llegó a mi corazón una caricia.
-Contigo siempre... Y avancé en mi sueño
Por una larga, escueta galería,
Sintiendo el roce de la veste pura
Y el palpitar suave de la mano amiga.
Desgarrada la nube
- Desgarrada la nube; el arco iris
Brillando ya en el cielo,
Y en un fanal de lluvia
Y sol el campo envuelto.
Desperté. ¿Quién enturbia
Los mágicos cristales de mi sueño?
Mi corazón latía
Atónito y disperso.
... ¡El limonar florido,
El cipresal del huerto,
El prado verde, el sol, el agua, el iris...
El agua en tus cabellos!
Y todo en la memoria se perdía
Como una pompa de jabón al viento.
El mar triste
- Palpita un mar de acero de olas grises
Dentro los toscos murallones roídos
Del puerto viejo. Sopla el viento norte
Y riza el mar. El triste mar arrulla
Una ilusión amarga con sus olas grises.
El viento norte riza el mar, y el mar azota
El murallón del puerto.
Cierra la tarde el horizonte
Anubarrado. Sobre el mar de acero
Hay un cielo de plomo.
El rojo bergantín es un fantasma
Sangriento, sobre el mar, que el mar sacude...
Lúgubre zumba el viento norte y silba triste
En la agria lira de las jarcias recias.
El rojo bergantín es un fantasma
Que el viento agita y mece el mar rizado,
El tosco mar rizado de olas grises.
El amor y la sierra
- Cabalgaba por agria serranía,
Una tarde, entre roca cenicienta.
El plomizo balón de la tormenta
De monte en monte rebotar se oía.
Súbito, al vivo resplandor del rayo,
Se encabritó, bajo de un alto pino,
Al borde de la peña, su caballo.
A dura rienda le tornó al camino.
Y hubo visto la nube desgarrada,
Y, dentro, la afilada crestería
De otra sierra más tenue y levantada.
-Relámpago de piedra parecía-.
¿Y vio el rostro de Dios? Vio el de su amada.
Gritó: "¡Morir en esta sierra fría!"
El mañana efímero
- La España de charanga y pandereta,
Cerrado y sacristía,
Devota de Frascuelo y de María,
De espíritu burlón y de alma quieta,
Ha de tener su mármol y su día,
Su infalible mañana y su poeta.
El vano ayer engendrará un mañana
Vacío y, ¡por ventura!, pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
Un sayón con hechuras de bolero,
A la moda de Francia realista,
Un poco al uso de París pagano,
Y al estilo de España especialista
En el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
Vieja y tahúr, zaragatera y triste;
Esa España inferior que ora y embiste,
Cuando se digna usar la cabeza,
Aún tendrá luengo parto de varones
Amantes de sagradas tradiciones
Y de sagradas formas y maneras;
Florecerán las barbas apostólicas,
Y otras calvas en otras calaveras
Brillarán, venerables católicas,
El vano ayer engendrará un mañana
Vacío y, ¡por ventura!, pasajero,
La sombra de un lechuzo tarambana,
De un sayón con hechuras de bolero:
El vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
De vino malo, un rojo sol corona
De heces turbias las cumbres de granito;
Hay un mañana estomagante escrito
En la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
La España del cincel y de la maza,
Con esa eterna juventud que se hace
Del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
Con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.
Empeñé tu memoria
- ¿Empeñé tu memoria? ¡Cuántas veces!
La vida baja como un ancho río,
Y cuando lleva al mar alto navío
Va con cieno verdoso y turbias heces.
Y más si hubo tormenta en sus orillas,
Y él arrastra el botín de la tormenta,
Si en su cielo la nube cenicienta
Se incendió de centellas amarillas.
Pero aunque fluya hacia la mar ignota,
Es la vida también agua de fuente
Que de claro venero, gota a gota,
O ruidoso penacho de torrente,
Bajo el azul, sobre la piedra brota.
Y allí suena tu nombre, ¡eternamente!
Eran ayer mis dolores
- Eran ayer mis dolores
Como gusanos de seda
Que iban labrando capullos;
Hoy son mariposas negras.
¡De cuántas flores amargas
He sacado blanca cera!
¡Oh, tiempo en que mis pesares
Trabajaba como abeja!
Hoy son como avenas locas,
O cizaña en sementera,
Como tizón en espiga,
Como carcoma en madera.
¡Oh, tiempo en que mis dolores
Tenía lágrimas buenas,
Y eran como agua de noria
Que va regando una huerta!
Hoy son agua de torrente
Que arranca el limo a la tierra.
Dolores que ayer hicieron
De mi corazón colmena,
Hoy tratan mi corazón
Como a una muralla vieja:
Quieren derribarlo, y pronto,
Al golpe de la piqueta.
Hacia tierra baja (III)
- Un mesón de mi camino.
Con un gesto de vestal,
Tú sirves el rojo vino
De una orgía de arrabal.
Los borrachos
De los ojos vivarachos
Y la lengua fanfarrona
Te requiebran, ¡oh varona!
Y otros borrachos suspiran
Por tus ojos de diamante,
Tus ojos que a nadie miran.
A la altura de tus senos,
La batea rebosante
Llega en tus brazos morenos.
¡Oh, mujer,
Dame también de beber!
Hastío
- Pasan las horas de hastío
Por la estancia familiar,
El amplio cuarto sombrío
Donde yo empecé a soñar.
Del reloj arrinconado,
Que en la penumbra clarea,
El tictac acompasado
Odiosamente golpea.
Dice la monotonía
Del agua clara al caer:
Un día es como otro día;
Hoy es lo mismo que ayer.
Cae la tarde. El viento agita
El parque mustio y dorado...
¡Qué largamente ha llorado
Toda la fronda marchita!
He andado muchos caminos
- He andado muchos caminos
He abierto muchas veredas;
He navegado en cien mares
Y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
Caravanas de tristeza,
Soberbios y melancólicos
Borrachos de sombra negra.
Y pedantones al paño
Que miran, callan y piensan
Que saben por qué no beben
El vino de las tabernas.
Mala gente que camina
Y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto
Gentes que danzan o juegan,
Cuando pueden, y laboran
Sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio
Preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
A lomos de mula vieja.
Y no conocen la prisa
Ni aún en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino,
Donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven,
Laboran, pasan y sueñan,
Y un día como tantos,
Descansan bajo la tierra.
Húmedo está, bajo el laurel
- Húmedo está, bajo el laurel, el banco
De verdinosa piedra;
Lavó la lluvia, sobre el muro blanco,
Las empolvadas hojas de la yedra.
Del viento del otoño el tibio aliento
Los céspedes ondula, y la alameda
Conversa con el viento...
¡El viento de la tarde en la arboleda!
Mientras el sol en el ocaso esplende
Que los racimos de la vid orea,
Y el buen burgués, en su balcón, enciende
La estoica pipa que el tabaco humea,
Voy recordando versos juveniles...
¿Qué fue de aquel mi corazón sonoro?
¿Será cierto que os vais, sombras gentiles,
Huyendo entre los árboles de oro?
Huye del triste amor
- Huye del triste amor, amor pacato,
Sin peligro, sin venda ni aventura,
Que espera del amor prenda segura,
Porque en amor locura es lo sensato.
Ese que el pecho esquiva al niño ciego
Y blasfemó del fuego de la vida,
De una brasa pensada, y no encendida,
Quiere ceniza que le guarde el fuego.
Y ceniza hallará, no de su llama,
Cuando descubra el torpe desvarío
Que pedía, sin flor, fruto en la rama.
Con negra llave el aposento frío
De su tiempo abrirá. ¡Despierta cama,
Y turbio espejo y corazón vacío!
Inventario galante
- Tus ojos me recuerdan
Las noches de verano,
Negras noches si luna,
Orilla al mar salado,
Y el chispear de estrellas
Del cielo negro y bajo.
Tus ojos me recuerdan
Las noches de verano.
Y tu morena carne,
Los trigos requemados,
Y el suspirar de fuego
De los maduros campos.
Tu hermana es clara y débil
Como los juncos lánguidos,
Como los sauces tristes,
Como los linos glaucos.
Tu hermana es un lucero
En el azul lejano...
Y es alba y aura fría
Sobre los pobres álamos
Que en las orillas tiemblan
Del río humilde y manso.
Tu hermana es un lucero
En el azul lejano.
De tu morena gracia
De tu soñar gitano,
De tu mirar de sombra
Quiero llenar mi vaso.
Me embriagaré una noche
De cielo negro y bajo,
Para cantar contigo,
Orilla al mar salado,
Una canción que deje
Cenizas en los labios...
De tu mirar de sombra
Quiero llenar mi vaso.
Para tu linda hermana
Arrancaré los ramos
De florecillas nuevas
A los almendros blancos,
En un tranquilo y triste
Alborear de marzo.
Los regaré con agua
De los arroyos claros,
Los ataré con verdes
Junquillos del remanso
Para tu linda hermana
Yo haré un ramito blanco.
Jardín
- Lejos de tu jardín quema la tarde
Inciensos de oro en purpurinas llamas,
Tras el bosque de cobre y de ceniza.
En tu jardín hay dalias.
¡Malaya tu jardín! Hoy me parece
La obra de un peluquero,
Con esa pobre palmerilla enana,
Y ese cuadro de mirtos recortados...
Y el naranjito en su tonel... El agua
De la fuente de piedra
No cesa de reír sobre la concha blanca.
La primavera besaba
- La primavera besaba
Suavemente la arboleda,
Y el verde nuevo brotaba
Como una verde humareda.
Las nubes iban pasando
Sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
Las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido,
Todo cargado de flor
-Recordé-, yo he maldecido
Mi juventud sin amor.
Hoy en mitad de la vida,
Me he parado a meditar...
¡Juventud nunca vivida,
Quién te volviera a soñar!
Llamó a mi corazón
- Llamó a mi corazón, un claro día,
Con un perfume de jazmín, el viento.
-A cambio de este aroma,
Todo el aroma de tus rosas quiero.
-No tengo rosas; flores
En mi jardín no hay ya, todas han muerto.
-Me llevaré los llantos de las fuentes,
Las hojas amarillas y los mustios pétalos.
Y el viento huyó. Mi corazón sangraba.
Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?
Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de Don Guido
- Al fin, una pulmonía
Mató a don Guido, y están
Las campanas todo el día
Doblando por él: ¡din dan!
Murió don Guido, un señor
De mozo muy jaranero,
Muy galán y algo torero;
De viejo, gran rezador.
Dicen que tuvo un serrallo
Este señor de Sevilla;
Que era diestro
En manejar el caballo,
Y un maestro
En refrescar manzanilla.
Cuando mermó su riqueza,
Era su monotonía
Pensar que pensar debía
En asentar la cabeza.
Y asentóla
De una manera española,
Que fue casarse con una
Doncella de gran fortuna;
Y repintar sus blasones,
Hablar de las tradiciones
De su casa,
A escándalos y amoríos
Poner tasa,
Sordina a sus desvaríos.
Gran pagano,
Se hizo hermano
De una santa cofradía;
El Jueves Santo salía,
Llevando un cirio en la mano
-¡Aquel trueno!-,
Vestido de nazareno.
Hoy nos dice la campana
Que han de llevarse mañana
Al buen don Guido, muy serio,
Camino del cementerio.
Buen don Guido, ya eres ido
Y para siempre jamás
Alguien dirá: "¿Qué dejaste?"
Yo pregunto: "¿Qué llevaste
Al mundo donde hoy estás?"
¿Tu amor a los alamares
Y a las sedas y a los oros,
Y a la sangre de los toros
Y al humo de los altares?
Buen don Guido y equipaje,
¡Buen viaje!
El acá
Y el allá,
Caballero,
Se ve en tu rostro marchito,
Lo infinito:
Cero, cero.
¡Oh las enjutas mejillas,
Amarillas,
Y los párpados de cera,
Y la fina calavera
En la almohada del lecho!
¡Oh fin de una aristocracia!
La barba canosa y lacia
Sobre el pecho;
Metido en tosco sayal,
Las yertas manos en cruz,
¡Tan formal!
El caballero andaluz.
Me dijo un alba de la primavera
- Me dijo un alba de la primavera:
Yo florecí en tu corazón sombrío
Ha muchos años, caminante viejo
Que no cortas las flores del camino.
Tu corazón de sombra, ¿acaso guarda
El viejo aroma de mis viejos lirios?
¿Perfuman aún mis rosas la alba frente
Del hada de tu sueño adamantino?
Respondí a la mañana:
Sólo tienen cristal los sueños míos.
Yo no conozco el hada de mis sueños;
No sé si está mi corazón florido.
Pero si aguardas la mañana pura
Que ha de romper el vaso cristalino,
Quizás el hada te dará tus rosas,
Mi corazón tus lirios.
Me dijo una tarde de la primavera
- Me dijo una tarde
De la primavera:
Si buscas caminos
En flor en la tierra,
Mata tus palabras
Y oye tu alma vieja.
Que el mismo albo lino
Que te vista, sea
Tu traje de duelo,
Tu traje de fiesta.
Ama tu alegría
Y ama tu tristeza,
Si buscas caminos
En flor en la tierra.
Respondí a la tarde
De la primavera:
Tú has dicho el secreto
Que en mi alma reza:
Yo odio la alegría
Yo odio a la pena,
Mas antes que pise
Tu florida senda,
Quisiera traerte
Muerta mi alma vieja.
Melancolía
- Tarde tranquila, casi
Con placidez de alma,
Para ser joven, para haberlo sido
Cuando Dios quiso, para
Tener algunas alegrías... lejos,
Y poder dulcemente recordarlas.
Es una tarde cenicienta y mustia,
Destartalada, como el alma mía;
Y es esta vieja angustia
Que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
Ni vagamente comprender siquiera;
Pero recuerdo y recordando digo:
-"Sí, yo era niño, y tú, mi compañera".
Mi amor
- ¿Mi amor? ¿Recuerdas, dime,
Aquellos juncos tiernos
Lánguidos y amarillos
Que hay en el cauce seco?
¿Recuerdas la amapola
Que calcinó el verano,
La amapola marchita,
Negro crespón del campo?
¿Te acuerdas del sol yerto
Y humilde en la mañana,
Que brilla y tiembla roto
Sobre una fuente helada?
Mi corazón se ha dormido
- ¿Mi corazón se ha dormido?
Colmenares de mis sueños,
¿Ya no labráis? ¿Está seca
La noria del pensamiento,
Los canguilones vacíos
Girando, de sombra llenos?
No, mi corazón no duerme.
Está despierto, despierto.
Ni duerme, ni sueña, mira,
Los claros ojos abiertos,
Señas lejanas y escucha
A orillas del gran silencio.
Oh, dime, noche amiga
- ¡Oh, dime, noche amiga, amada vieja,
Que me traes el retablo de mis sueños
Siempre desierto y desolado, y sólo
Con mi fantasma dentro,
Mi pobre sombra triste
Sobre la estepa y bajo el sol de fuego,
O soñando amarguras
En las voces de todos los misterios,
Dime, si sabes, vieja amada, dime
Si son mías las lágrimas que vierto!
Me respondió la noche:
Jamás me revelaste tu secreto.
Yo nunca supe, amado,
Si eras tú ese fantasma de tu sueño,
Ni averigüé si era su voz o la tuya,
O era la voz de un histrión grotesco.
Dije a la noche: Amada mentirosa,
Tú sabes mi secreto;
Tú has visto la honda gruta
Donde fabrica su cristal mi sueño,
Y sabes que mis lágrimas son mías,
Y sabes mi dolor, mi dolor viejo.
¡Oh! Yo no sé, dijo la noche, amado,
Yo no sé tu secreto,
Aunque he visto vagar ese, que dices
Desolado fantasma, por tu sueño.
Yo me asomo a las almas cuando lloran
Y escucho su hondo rezo,
Humilde y solitario,
Ese que llamas salmo verdadero;
Pero en las hondas bóvedas del alma,
No sé si el llanto es una voz o un eco.
Para escuchar tu queja de tus labios,
Yo te busqué en tu sueño,
Y allí te vi vagando en un borroso
Laberinto de espejos.
Otoño
- El cárdeno otoño
No tiene leyendas
Para mí. Los salmos
De las frondas muertas,
Jamás he escuchado,
Que el viento se lleva.
Yo no sé los salmos
De las hojas secas,
Sino el sueño verde
De la amarga tierra.
Otras canciones a Guiomar
-
(A la manera de Abel Martín y de Juan de Mairena)
I
¡Sólo tu figura,
Como una centella blanca,
En mi noche oscura!
¡Y en la tersa arena,
Cerca de la mar,
Tu carne rosa y morena,
Súbitamente, Guiomar!
En el gris del muro,
Cárcel y aposento,
Y en un paisaje futuro
Con sólo tu voz y el viento;
En el nácar frío
De tu zarcillo en mi boca,
Guiomar, y en el calofrío
De una amanecida loca;
Asomada al malecón
Que bate la mar de un sueño,
Y bajo el arco del ceño
De mi vigilia, a traición,
¡Siempre tú!
Guiomar, Guiomar,
Mírame en ti castigado:
Reo de haberte creado,
Ya no te puedo olvidar.
II
Todo amor es fantasía;
Él inventa el año, el día,
La hora y su melodía;
Inventa el amante y, más,
La amada. No prueba nada,
Contra el amor, que la amada
No haya existido jamás.
III
Escribiré en tu abanico:
Te quiero para olvidarte,
Para quererte te olvido.
- IV
Te abanicarás
Con un madrigal que diga:
En amor el olvido pone la sal.
V
Te pintaré solitaria
En la urna imaginaria
De un daguerrotipo viejo,
O en el fondo de un espejo,
Viva y quieta,
Olvidando a tu poeta.
VI
Y te enviaré mi canción:
"Se canta lo que se pierde",
Con un papagayo verde
Que la diga en tu balcón.
VII
Que apenas si de amor el ascua humea
Sabe el poeta que la voz engola
Y, barato cantor, se pavonea
Con su pesar o enluta su viola;
Y que si amor da su destello, sola
La pura estrofa suena,
Fuente de monte, anónima y serena.
Bajo el azul olvido, nada canta,
Ni tu nombre ni el mío, el agua santa.
Sombra no tiene de su turbia escoria
Limpio metal; el verso del poeta
Lleva el ansia de amor que lo engendrara
Como lleva el diamante sin memoria
-Frío diamante- el fuego del planeta
Trocado en luz, en una joya clara...
Por qué, decisme
- ¿Por qué, decisme, hacia los altos llanos,
Huye mi corazón de esta ribera,
Y en tierra labradora y marinera
Suspiro por los yermos castellanos?
Nadie elige su amor. Llevóme un día
Mi destino a los grises calvijares
Donde ahuyenta al caer la nieve fría
Las sombras de los muertos encinares.
De aquel trozo de España, alto y roquero,
Hoy traigo a ti, Guadalquivir florido,
Una mata del áspero romero.
Mi corazón está donde ha nacido,
No a la vida, al amor, cerca del Duero...
¡El muro blanco y el ciprés erguido!
Preludio
- Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero
Poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
Acordaré las notas del órgano severo
Al suspirar fragante del pífano de abril.
Madurarán su aroma las pomas otoñales,
La mirra y el incienso salmodiarán su olor;
Exhalarán su fresco perfume los rosales
Bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.
Al grave acorde lento de música y aroma,
La sola y vieja y noble razón de mi rezar
Levantará su vuelo suave de paloma,
Y la palabra blanca se elevará al altar.
Renacimiento
- Galerías del alma, ¡el alma niña!
Su clara luz risueña;
Y la pequeña historia,
Y la alegría de la vida nueva...
¡Ah, volver a nacer, y andar camino,
Ya recobrada la perdida senda!
Y volver a sentir en nuestra mano,
Aquel latido de la mano buena
De nuestra madre... Y caminar en sueños
Por amor de la mano que nos lleva.
En nuestras almas todo
Por misteriosa mano se gobierna.
Incomprensibles, mudas,
Nada sabemos de las almas nuestras.
Las más hondas palabras
Del sabio nos enseñan,
Lo que el silbar del viento cuando sopla,
O el sonar de las aguas cuando ruedan.
Retrato
- Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
Y un huerto claro donde madura el limonero;
Mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
Mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
-Ya conocéis mi torpe aliño indumentario-,
Mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
Y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
Pero mi verso brota de manantial sereno;
Y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
Soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
Corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
Mas no amo los afeites de la actual cosmética,
Ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
Y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
Y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
Mi verso, como deja el capitán su espada:
Famosa por la mano viril que la blandiera,
No por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
-Quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
Mi soliloquio es plática con ese buen amigo
Que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
El traje que me cubre y la mansión que habito,
El pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
Y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
Me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
Casi desnudo, como los hijos de la mar.
Rosa de fuego
- Tejidos sois de primavera, amantes,
De tierra y agua y viento y sol tejidos.
La sierra en vuestros pechos jadeantes,
En los ojos los campos florecidos,
Pasead vuestra mutua primavera,
Y aún bebed sin temor la dulce leche
Que os brinda hoy la lúbrica pantera,
Antes que, torva, en el camino aceche.
Caminad, cuando el eje del planeta
Se vence hacia el solsticio del verano,
Verde el almendro y mustia la violeta,
Cerca la sed y el hontanar cercano,
Hacia la tarde del amor, completa,
Con la rosa de fuego en vuestra mano.
Siempre fugitiva
- Siempre fugitiva y siempre
Cerca de mí, en negro manto
Mal cubierto el desdeñoso
Gesto de tu rostro pálido.
No sé a dónde vas, ni dónde
Tu virgen belleza tálamo
Busca en la noche. No sé
Qué sueños cierran tus párpados,
Ni de quien haya entreabierto
Tu lecho inhospitalario.
Detén el paso, belleza
Esquiva, detén el paso.
Besar quisiera la amarga,
Amarga flor de tus labios.
Soneto I
-
(A Guiomar)
Perdón, Madona del Pilar, si llego
Al par que nuestro amado florentino,
Con una mata de serrano espliego,
Con una rosa de silvestre espino.
¿Qué otra flor para ti de tu poeta
Si no es la flor de la melancolía?
Aquí, sobre los huesos del planeta
Pule el sol, hiela el viento, diosa mía.
¡Con qué divino acento
Me llega a mi rincón de sombra y frío
Tu nombre, al acercarme el tibio aliento
De otoño el hondo resonar del río!
Adiós: cerrada mi ventana, siento
Junto a mí un corazón... ¿Oyes el mío?
Soneto II
-
(A Guiomar)
De mar a mar entre los dos la guerra,
Más honda que la mar. En mi parterre,
Miro a la mar que el horizonte cierra.
Tú, asomada, Guiomar, a un Finisterre,
Miras hacia otro mar, la mar de España
Que Camoens cantara, tenebrosa.
Acaso a ti mi ausencia te acompaña.
A mí me duele tu recuerdo, diosa.
La guerra dio al amor el tajo fuerte.
Y es la total angustia de la muerte,
Con la sombra iracunda de tu llama
Y la soñada miel de amor tardío,
Y la flor imposible de la rama
Que ha sentido del hacha el corte frío.
Soñé que tú me llevabas
- Soñé que tú me llevabas
Por una blanca vereda,
En medio del campo verde,
Hacia el azul de las sierras,
Hacia los montes azules,
Una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
Tu mano de compañera,
Tu voz de niña en mi oído
Como una campana nueva,
Como una campana virgen
De un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
En sueño, tan verdaderas!
Vive, esperanza, ¡quién sabe
Lo que se traga la tierra!
Y era el demonio de mi sueño
- Y era el demonio de mi sueño, el ángel
Más hermoso. Brillaban
Como aceros los ojos victoriosos,
Y las sangrientas llamas
De su antorcha alumbraron
La honda cripta del alma.
-¿Vendrás conmigo? No, jamás; las tumbas
Y los muertos me espantan.
Pero la férrea mano
Mi diestra atenazaba.
Vendrás conmigo... Y avancé en mi sueño,
Cegado por la roja luminaria.
Y en la cripta sentí sonar cadenas,
Y rebullir de fieras enjauladas.
Y ha de morir contigo el mundo mago
- ¿Y ha de morir contigo el mundo mago
Donde guarda el recuerdo
Los hálitos más puros de la vida,
La blanca sombra del amor primero,
La voz que fue a tu corazón, la mano
Que tú querías retener en sueños,
Y todos los amores
Que llegaron al alma, al hondo cielo?
¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo,
La vieja vida en orden tuyo y nuevo?
¿Los yunques y crisoles de tu alma
Trabajan para el polvo y para el viento?
Y no es verdad, dolor
- Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
Tú eres nostalgia de la vida buena
Y soledad de corazón sombrío,
De barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
Huella ni olfato y yerra
Por los caminos, sin camino, como
El niño que en la noche de una fiesta
Se pierde entre el gentío
Y el aire polvoriento y las candelas
Chispeantes, atónito, y asombra
Su corazón de música y de pena.
Así voy yo, borracho melancólico,
Guitarrista lunático, poeta,
Y pobre hombre en sueños,
Siempre buscando a Dios entre la niebla.
Yo voy soñando caminos
- Yo voy soñando caminos
De la tarde. ¡Las colinas
Doradas, los verdes pinos,
Las polvorientas encinas!
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero,
A lo largo del sendero...
-La tarde cayendo está-.
En el corazón tenía
La espina de una pasión;
Logré arrancármela un día;
Ya no siento el corazón.
Y todo el campo un momento
Se queda, mudo y sombrío,
Meditando. Suena el viento
En los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
Y el camino se serpea
Y débilmente blanquea,
Se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
Aguda espina dorada,
Quién te volviera a sentir
En el corazón clavada.