Leandro Fernández de Moratín

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    Información biográfica

  1. A Flerida, poetisa
  2. A la capilla del Pilar de Zaragoza
  3. Elegía a las musas
  4. Julio Bruto
  5. La despedida
  6. La noche de Montiel
  7. Por nada, como ves
  8. Rodrigo
  9. Sabia Polimnia


Información biográfica
    Nombre: Leandro Fernández de Moratín
    Lugar y fecha nacimiento: Madrid, España, 10 de marzo de 1760
    Lugar y fecha defunción: París, Francia, 21 de junio de 1828 (68 años)
    Nacionalidad: Española
    Ocupación: Traductor, dramaturgo, ensayista, prosista, poeta
    Movimiento: Neoclasicismo

    Fuente: [Leandro Fernández de Moratín] en Wikipedia.org
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    A Flerida, poetisa
      Basta Cupido ya, que a la divina
      Ninfa del Turia reverente adoro:
      Ni espero libertad, ni alivio imploro,
      Y cedo alegre al astro que me inclina.

      ¿Qué nuevas armas tu rigor destina
      Contra mi vida, si defensa ignoro?
      Sí, ya la admiro entre el castalio coro
      La cítara pulsar griega y latina.

      Ya, coronada del laurel febeo,
      En altos versos llenos de dulzura,
      Oigo su voz, su número elegante.

      Para tanto poder débil trofeo
      Adquieres tú; si sólo su hermosura
      Bastó a rendir mi corazón amante.
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    A la capilla del Pilar de Zaragoza
      Estos que levantó de mármol duro
      Sacros altares la ciudad famosa,
      A quien del Ebro la corriente undosa
      Baña los campos y el soberbio muro,

      Serán asombro en el girar futuro
      De los siglos, basílica dichosa,
      Donde el Señor en majestad reposa,
      Y el culto admite reverendo y puro.

      Don que la fe dictó, y erige, eterno,
      Religiosa nación a la divina
      Madre que adora en simulacro santo:

      Por él, vencido el odio del Averno,
      Gloria inmortal el cielo la destina,
      Que tan alta piedad merece tanto.
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    Elegía a las musas
      Esta corona adorno de mi frente,
      Esta sonante lira, y flautas de oro,
      Y máscaras alegres, que algún día
      Me disteis, sacras Musas, de mis manos
      Trémulas recibid, y el canto acabe,
      Que fuera osado intento repetirle.
      He visto ya cómo la edad ligera,
      Apresurando a no volver las horas,
      Robó con ellas su vigor al numen.
      Sé que negáis vuestro favor divino
      A la cansada senectud, y en vano
      Fuera implorarle; pero en tanto, bellas
      Ninfas, del verde Pindo habitadoras,
      No me neguéis que os agradezca humilde
      Los bienes que os debí. Si pude un día,
      No indigno sucesor de nombre ilustre,
      Dilatarle famoso; a vos fue dado
      Llevar al fin mi atrevimiento. Solo
      Pudo bastar vuestro amoroso anhelo,
      A prestarme constancia en los afanes
      Que turbaron mi paz, cuando insolente,
      Vano saber, enconos y venganzas,
      Codicia y ambición, la patria mía
      Abandonaron a civil discordia.
      Yo vi del polvo levantarse audaces
      A dominar y perecer, tiranos,
      Atropellarse efímeras las leyes,
      Y llamarse virtudes los delitos.
      Vi las fraternas armas nuestros muros
      Bañar en sangre nuestra, combatirse,
      Vencido y vencedor, hijos de España,
      Y el trono desplomándose, al vendido
      Ímpetu popular. De las arenas
      Que el mar sacude en la fenicia Gades,
      A las que el Tajo lusitano envuelve
      En oro y conchas; uno y otro imperio,
      Iras, desorden esparciendo y luto,
      Comunicarse el funeral estrago.
      Así cuando en Sicilia el Etna ronco
      Revienta incendios, su bifronte cima
      Cubre el Vesubio en humo censo y llamas,
      Turba el Averno sus calladas ondas;
      Y allá del Tibre en la ribera etrusca
      Se estremece la cúpula soberbia,
      Que da sepulcro al sucesor de Cristo.

      ¿Quién pudo en tanto horror mover el plectro?
      ¿Quién dar al verso acordes armonías;
      Oyendo resonar grito de muerte?
      Tronó la tempestad; bramó iracundo
      El huracán, y arrebató a los campos
      Sus frutos, su matiz; la rica pompa
      Destrozó de los árboles sombríos;
      Todas huyeron tímidas las aves
      Del blando nido, en el espanto mudas;
      No más trinos de amor. Así agitaron
      Los tardos años mi existencia; y pudo
      Sólo en región extraña, el oprimido
      Ánimo hallar dulce descanso y vida.

      Breve será, que ya la tumba aguarda
      Y sus mármoles abre a recibirme;
      Ya los voy a ocupar. Si no es eterno
      El rigor de los hados, y reservan
      A mi patria infeliz mayor ventura;
      Dénsela presto, y mi postrer suspiro
      Será por ella... Prevenid en tanto
      Flébiles tonos, enlazad coronas
      De ciprés funeral, musas celestes;
      Y donde a las del mar sus aguas mezcla
      El Garona opulento, en silencioso
      Bosque de lauros y menudos mirtos,
      Ocultad entre flores mis cenizas.
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    Julio Bruto
      Suena confuso y mísero lamento
      Por la ciudad; corre la plebe al foro,
      Y entre las faces que le dan decoro
      Ve al gran Senado en el sublime asiento.

      Los cónsules allí. Ya el instrumento
      De Marte llama la atención sonoro;
      Arde el incienso en los altares de oro,
      Y leve el humo se difunde al viento.

      Valerio alza la diestra; en ese instante
      Al uno y otro joven infelice
      Hiere el lictor, y sus cabezas toma.

      Mudo terror al vulgo circunstante
      Ocupa. Bruto se levanta, y dice:
      "Gracias, Jove inmortal; ya es libre Roma".
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    La despedida
      Nací de honesta madre: diome el Cielo
      Fácil ingenio en gracias, afluente:
      Dirigir supo el ánimo inocente
      A la virtud, el paternal desvelo.

      Con sabido estudio, infatigable anhelo,
      Pude adquirir coronas a mi frente:
      La corva escena resonó en frecuente
      Aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.

      Dócil, veraz: de muchos ofendido,
      De ninguno ofensor, las Musas bellas
      Mi pasión fueron, el honor mi guía.

      Pero si así las leyes atropellas,
      Si para ti los méritos han sido
      Culpas; adiós, ingrata patria mía.
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    La noche de Montiel
      ¿Adónde, adónde está, dice el Infante,
      Ese feroz tirano de Castilla?
      Pedro al verle, desnuda la cuchilla,
      Y se presenta a su rival delante.

      Cierra con él, y en lucha vacilante
      Le postra, y pone al pecho la rodilla:
      Beltrán (aunque sus glorias amancilla)
      Trueca a los hados del temido instante.

      Herido el rey por la fraterna mano,
      Joven expira con horrenda muerte,
      Y el trono y los rencores abandona.

      No aguardes premios en el Mundo vano
      La inocente virtud; si das la suerte
      Por un delito atroz, una corona.
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    Por nada, como ves
      - Siete duros al mes de peluquero;
      Para calzarme, nueve; las criadas
      - Que necesito dos- no están pagadas
      Si no les doy cien reales en dinero.

      Diez duros al bribón de mi casero;
      Telas, plumas, caireles, arracadas,
      Blondas, medias, hechuras y puntadas
      De madama Burlet y del platero...

      Noventa duros, poco más. - Noventa,
      Diez, siete, nueve, cinco... ¡Y la comida!
      - ¿No la quiere pagar, y somos cuatro?

      - ¿Y esto en un mes? - Si a usted no le contenta...
      - Sí, calla. Bien. ¡Hermosa de mi vida!...
      ¡Ay del que tiene amor en el teatro!
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    Rodrigo
      Cesa en la octava noche el ronco estruendo
      De la sangrienta militar porfía;
      El campo godo destrozado ardía
      Con llama que descubre estrago horrendo.

      Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
      Por ignorada senda se desvía
      Y, muerto Orelio, entre la sombra fría
      Herido y débil se acelera huyendo.

      En vano el Lete con raudal undoso
      El paso estorba al príncipe, a quien ciega
      De cadena o suplicio el justo espanto.

      Surca las aguas, cede al poderoso
      Ímpetu, expira el infeliz y entrega
      El cuerpo al fondo, a la corriente el manto.
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    Sabia Polimnia
      Sabia Polimnia en razonar sonoro
      Verdades dicta, disipando errores;
      Mide Urania los cercos superiores
      De los planetas y el luciente coro.

      Une en la historia el interés decoro
      Clío y Euterpe canta los pastores;
      Mudanzas de la suerte y sus rigores
      Melpómene feroz, bañada en lloro;

      Calíope victorias; danzas guía
      Terpsícore gentil; Erato en rosas
      Cubre las flechas del amor y el arco;

      Pinta vicios ridículos Talía
      En fábulas que anima deleitosas;
      Y esta le inspira al español Inarco.
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