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Información biográfica
- Información biográfica
- Cantares de Elena
- Canto a Honorato Vázquez
- ¡Chis!
- Cosas del tiempo
- ¡Es él!...
- La garza del alisar
- La niña y el escribanillo
- La novia
- Perdida
- ¿Reposo?
- ¡Si volvieras!
Información biográfica
- Nombre: Miguel Moreno
Lugar y fecha nacimiento: Ecuador, 1851
Lugar y fecha defunción: 1910 (59 años)
Ocupación: Diputado, profesor, poeta
Fuente: [Miguel Moreno] en Wikisource.org
- Cantares de Elena
- Crié una paloma hermosa,
Mi esperanza y mi ilusión,
Mas ella huyó veleidosa...
¡Ay, paloma...! ¡ay, corazón...!
Palomita de mi huerto,
De ojos de dulce mirar,
¿Conque es cierto, conque es cierto
Que huiste del palomar...?
Yo formé del pecho mío
Un nido, para ti, fiel,
Y ahora lo dejas vacío:
¡Palomita, eres muy cruel!
¡Quién me diera en mi tormento
Arrancar del corazón
Tu imagen o el sentimiento
De esta horrible decepción!
Aprende: esas dos palomas...
Van juntas en pos de ti,
Y aunque traspasan las lomas,
Juntas vuelven hacia mí...
Y me dicen: -¿Hasta cuándo
Te ha prometido volver...?
Y les contesto llorando:
-¡Mañana, al amanecer...!
Y de mañana en mañana
Va creciendo mi dolor,
Y como él, ¡suerte inhumana!
También se aumenta mi amor.
Vuelve, palomita ausente,
Mi pecho es tu palomar;
Como supe amar ardiente,
Así sé yo perdonar...
¡Ay! ¿Por qué dar al olvido,
Que te ofrecí con amor,
Para que tejas tu nido
Rosas y malvas de olor...?
Como un inocente niño
Cuanto tuve te ofrecí,
Aún de mi madre el cariño
Lo sustraje para ti...
Y creció en el pecho mío,
Por instantes, mi pasión,
¡Y ahora lloro mi desvío,
Ay paloma, ay corazón...!
Vuelve, palomita ausente,
Mi pecho es tu palomar;
Como supe amar ardiente
Así sé yo perdonar...
Vuelve, vuelve, te lo ruego
Por nuestro soñado edén,
Por mi amor ardiente y ciego,
Y por el tuyo también.
Mas ya no tendrán su día
Tanto amor, tanta ilusión;
¡Adiós, esperanza mía...!
¡Queda muerto el corazón...!
Canto a Honorato Vázquez
- ¡Qué de cantos se principian
Para no ser terminados,
Porque se entristece el alma
Y el corazón desmayado
Las alas pliega, cual madre
Que agotó todo su llanto!
Tú lo entiendes, lo has sentido,
Y dices muy bien, hermano:
"Son como telas de araña
Esos inconclusos cantos".
He visto a ese insecto humilde
Comenzar con entusiasmo
La red que darle podría
El sustento y el descanso,
Y he visto luego a una mosca
Venir y pasar volando,
Y echar por tierra a la obrera
Con su esperanza y trabajo.
Así nacen y así mueren
Los pobres cantos de un bardo...
También una tela urdimos
Con nuestros sueños dorados,
Y en largas horas de insomnio
Pasa la mente escuchando
Los ritmos y las cadencias
De un canto, ¡qué hermoso canto!
Pero viene la alborada,
Y anhelosos despertamos,
Ansiando vuelvan los sones
De ese cántico soñado...
Repite, ¡oh ardiente musa!,
Los sublimes arrebatos
Y las pausas deliciosas
Y los sollozos ahogados...
Y por la cláusula ardiente
Del idioma soberano,
Sepa el mundo lo que sueño,
Sepa el mundo lo que canto...
Y ¡nada!, nada, ¡Dios mío!,
Tan solo silencio amargo
Del corazón casi muerto
En el lúgubre santuario.
Y, como moscas errantes,
Llegan fúnebres zumbando
Algunos recuerdos tristes
Que revuelan solitarios
Alrededor del cadáver
De algún amor olvidado...
Ya de una esperanza muerta
Se ve el sepulcro lejano;
Ya los restos de un afecto
Que en la alma se están velando...
¡Ay! El corazón entonces,
Lo sabes muy bien, hermano,
¡Cuánta sangre en vano vierte,
Cuánto lucha, gime cuánto!
Y ¿al fin?... Al fin sólo queda,
En medio de un fondo blanco,
Algún título pomposo,
Renglones medio borrados,
Caminos por donde ha ido
El corazón como a saltos,
Quizá una lágrima tierna,
Gota de hiel o de bálsamo
Con que piadosos ungimos
Las cenizas del pasado...
¡Se descubre en esas líneas
Una herida que hace años
Se cerró, y a cuya vista
Huye el alma con espanto!
¡Se escucha el eco perdido
De un tiempo hermoso y lejano,
Se escucha ardiente reproche
A un ser que está perdonado!
¡Fugaces telas de araña,
Pobres cantos, tristes cantos,
Tesoro que los poetas
Tienen en su alma guardado;
Niños que en el vientre mueren
De sus madres; cuánto, cuánto
De dolor traen al pecho
Y a los ojos lloro amargo!...
-Esos cantos de otro tiempo
Acaba-, dices.
¡Hermano,
Pide también que a la vida
Vuelvan los sueños pasados;
Que se recoja de nuevo
Todo el llanto derramado,
Que se fundan, que se junten
Del corazón los pedazos!...
¡Chis!
- -En ti tan solo pienso,
Sólo por ti suspiro;
Te sueño cada noche:
¡Yo te amo, dueño mío!
-¡Calla, niña, no lo oigan
La muerte o el olvido!
¡Calla! ¡Lo sepan sólo
Tu corazón y el mío!...
Cosas del tiempo
- I
Apenados, sollozantes,
Ella y Él, no muy distantes
De hinojos, junto al altar,
Están rezando anhelantes
A la Virgen del Pilar.
Mas, quién al verlos creyera,
Que tan contrapuesto fuera
Lo que cada uno le pide;
Él pide que Ella le quiera
Y Ella pide que Él la olvide.
Y es que el buen mancebo adora
Con pasión a Leonora;
Y esta con suave esquivez,
Con esquivez que enamora,
Se retrae cada vez.
La Santa Virgen consiente,
Que cada cual como siente,
Sus secretos le confíe,
Y al escucharlos, clemente,
Con uno y otro sonríe.
Pero al fin y al cabo, ¿cuál
Será su resolución
En pleito tan desigual?
¿El humano corazón
Será constante y leal?...
II
Han transcurrido dos años
Y otra vez en los peldaños
Se hallan del altar aquel,
Juntos, trayendo Ella y Él
Mudanzas y desengaños.
Y hoy es ¡la pobre Leonor!
La que con lágrimas pide
Del mancebo el muerto amor;
Mientras este con fervor
Implora que Ella le olvide.
Y la Virgen al oír
Tan contraria petición,
Torna, amable, a sonreír,
Ante el presto ir y venir
Del humano corazón.
¡Es él!...
- ¿Quién es aquel que tétrico
Y solitario vive
En las riberas áridas
De ese desierto mar,
Y que con mano trémula
Sobre la arena escribe?
¿Por qué le miro pálido
Alguna vez llorar?
Es él, poeta lírico
De corazón ardiente,
Que sueña con las sílfides
Y vive del amor;
Y un día y otro inspírase
En su castalia fuente:
La fuente de las lágrimas,
La fuente del dolor.
La garza del alisar
- Tendido sobre una roca,
Orillas del Macará,
Caída el ala del sombrero,
Melancólica la faz,
Macilento y pensativo
Un bello joven está,
Que, así le dice a un correo
De Cuenca, lleno de afán:
-Correo que vas y vuelves
Por caminos del Azuay,
A donde triste y proscrito
Ya no he de volver jamás;
Di, ¿qué viste de mi Cuenca
En el último arrabal,
En una casita blanca
Que a orillas del río está,
Rodeada por un molino,
Perdida entre un alisar?
Y le responde el correo,
Lleno de amabilidad:
-Diez días ha que salí
De los valles del Azuay,
Y vi del río a la margen
La casa de que me habláis,
Rodeada por un molino,
Perdida entre un alisar.
-Está bien, ¿pero no viste
En ese sitio algo más...?
-Te contaré, pobre joven,
Que vi una tarde, al pasar,
Una niña de ojos negros
Y belleza angelical,
Toda vestida de blanco,
Paseando entre el alisar.
-¡Ay!, no te vayas, correo,
Por Dios, suspende tu afán;
Tú que dichoso visitas
Las calles de mi ciudad,
Aunque estés de prisa,
¡Dime de esa joven algo más!
-Caballero, cual los vuestros,
Cual los vuestros eran ¡ay!
Los ojos encantadores
De esa niña del Azuay:
Tras de unas negras pestañas,
Como el sol que va a expirar
Velado por densas nubes
Que enlutan el cielo ya;
Melancólicos, a veces,
Miraban con grande afán
A todos los caminantes
Que entraban a la ciudad.
¡Pobre niña, pobre niña!
Cubierta su hermosa faz
Con las sombras de la muerte
Y una palidez mortal,
Otras veces contemplaba
Las hojas del alisar
Que, arrastradas río abajo,
No habían de volver jamás;
¡Pobre niña, no lo dudo,
Estaba enferma y quizás
Ese momento se hallaba
Pensando en la eternidad!
-¡Ay!, mi correo, correo
Tan veloz en caminar;
Tú que dichoso transitas
Por donde mi amor está,
¡Dime, por Dios, si supiste
De esa joven algo más!
-Cuando una vez de mañana
Paseábame en la ciudad,
Vi esparcidos por el suelo
Rosas, ciprés y azahar,
Que formaban un camino
Que, yendo desde el umbral
De una iglesia, terminaba
En la casa de que habláis;
Luego escuché en su recinto
El tañido funeral
De una campanilla, y luego
De la salmodia el compás,
Y olor de incienso me trajo
El ambiente matinal...
-Dime, por Dios, ¿no supiste
Quién se iba a sacramentar?
-Una niña a quien llamaban
Por su hermosa y triste faz,
Y porque vestía de blanco,
¡La garza del alisar!
-Oh basta, basta, ¡Dios mío!
¡Es ella... suerte fatal...!
¿Y habrá muerto...? -Era de noche
Cuando dejé la ciudad,
Olor a cera y a tumba
Percibí en el alisar...
-¡Valor! No tiembles, termina,
¡Mi suplicio es sin igual!
-Infeliz, yo vi las puertas
De la casa... -¡Acaba ya!
-¡Con un cortinaje negro
Y abiertas de par en par...!
-¡Bendito seas, Dios mío,
Acato tu voluntad...!
Ella muerta, yo entretanto
Proscrito, enfermo, jamás,
Jamás veré ya esos ojos
Que empezaban a alumbrar
Mi camino... ¡Nunca, nunca
Sino allá en la eternidad...!
La niña y el escribanillo
- -Escribanillo, di, ¿qué
Escribes sobre las aguas?
-¡Ay, niña, estoy dando fe
Del juramento que acaba
De hacerte el joven que aquí
Te espera tarde y mañana!
-¿Es posible? Pero allí
Yo no veo escrito nada.
-Así no verás, Leonor,
Que él te cumpla su palabra;
Pues las promesas de amor,
¡Son cual firmas en el agua!
La novia
- Corazón enfermo
Y alma amante y sola,
Si cantar pudiera:
¡Ya tengo mi novia!...
¡Qué triste la vida,
Qué lentas congojas
Sin unos amores,
Sin una paloma!
Cualquiera, a los veinte,
Vive en la memoria
De una rubiecita
Cándida y hermosa;
Y recibe flores,
Y devuelve trovas,
Y ama si es amado;
Si no, canta y llora.
Y yo, sin ventura,
Sin ser una roca,
Sino un vatecillo
Que sueña y adora,
Vivo que me muero,
Soñando en la gloria.
¿Dónde hallaré un alma,
Cual la mía, sola,
Y las dos se encuentren
Como dos palomas?
¡Si en vez de ser hombre,
Yo fuera paloma,
Ya un nido tuviera,
Ya tuviera esposa!
¡Late, pecho mío!
¡Oh alma soñadora,
Ya estás en el cielo,
Ya vino la novia!
¿Quién más linda que ella?
¿Quién como mi Dora?
Aún no abre el capullo
Mi abrileña rosa.
Ni las auras sepan
¡Silencio, alma loca,
Que ya como a mía
La adoro a mis solas!
Perdida
- ¿Qué he perdido? ¡Mi lengua se resiste
A pronunciar el adorado nombre!
-Corazón, ¿qué perdiste?
-Lo que más dulce en la pasión existe,
Señor, lo más querido para el hombre:
¡Una alma! ¡Esa alma tuya que me diste!
¿Reposo?
- ¡Me asusto de mí mismo!
¡Yo quisiera esconderme en un abismo
Más profundo que el mar!
¿La fosa, el polvo inerte?...
¡Mi muerte no es remedio de su muerte;
Ansío más, aún más!
Mi mal imponderable
Pide de amor un piélago insondable;
Pero este, ¿en dónde está?...
¡Me arrastro, casi muerto,
En tu costado, por mi dicha, abierto,
Jesús, a descansar!...
¡Si volvieras!
- ¡Viva, te amé tanto, tanto!
Muerta, te amo mucho más;
Mañana, resucitada...
¡Cómo te pudiera amar!