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Información biográfica
- Información biográfica
- A Cupido
- Al plan de Matanzas
- Amor primero
- Consejos a Fileno
- Dolencia de Iselia
- Hay una alondra
- La sonrisa
- Mi temor
- Mis cantares
- Mustia la rosa
- Nace fragante
- No luce el sol
- Por más que quiera la prudencia mía
- Un sueño
Información biográfica
- Nombre: Ignacio María de Acosta
Lugar y fecha nacimiento: Cuba, 1814
Lugar y fecha defunción: Cuba, 1871 (57 años)
Ocupación: Escritor, poeta
- Fuente: [Ignacio María Acosta] en Wikisource.org
- A Cupido
- Mira, traidor Cupido;
Mira, rapaz aleve
Ya que mi mal te place
Y mis tormentos quieres,
Que no temo los tiros
De las saetas crueles
Con que en el pecho triste
Tan sin piedad me hieres.
Y si gustas burlarte
Y atormentarme siempre;
Hiere también a Elvira,
Y dos cautivos tienes.
Al plan de Matanzas
- ¿Quién eres tú, gigante, en cuya frente
Se detienen las nieblas apiñadas,
En tanto que a tus plantas, humilladas
Rugen las tempestades sordamente?
Tu fantástica forma sorprendente,
Tus crestas a los cielos levantadas,
Tus abismos, tus rocas despeñadas,
¿Qué misterios encubren a la mente?
¿Y pretendo tu origen misterioso
Penetrar, al través del tiempo inmenso
Que miraste pasar? De luz un rayo
Ilumina mi espíritu; y lloroso,
Que eres la tumba perdurable pienso
Del pueblo antiguo que habitó en Yucayo.
Amor primero
- Jugando Dorila
Con un pastorcillo,
Del pie de un tomillo
Su planta picó
Aleve una abeja,
Que estaba formado
En niño vendado,
El pícaro Amor.
Sintió la zagala
Al punto el veneno
Correr por su seno
Activo, sutil—
Vagó por sus labios
Preciosa sonrisa,
Que el alma electriza
Del tierno pastor.
Alzó los ojuelos
Que amores bañaban,
Al joven miraban
Con tanta expresión...
Mas ¡cielos!, la abeja
Voló del tomillo,
Y del pastorcillo
El seno picó...
Cubriose de grana
Su nívea mejilla—
La niña sencilla
También se turbó.
Sentaronse juntos,
Hablaronse tiernos,
Y amantes eternos
El mundo los vio.
Consejos a Fileno
- ¿Lloras, Fileno, y de Dorina ausente
Doblas la cuita que tu pecho aqueja
Porque a los ruegos vislumbrar no deja
Un solo rayo que tu amor aliente...?
¿Quieres que débil a tu ardor presente
Su altivo pecho a tu primera queja
Cuando el que pide, el desamor semeja
Atrás volviendo la cobarde frente...?
Calma ese llanto: los pesares calma
Y ese temor que por tu mal mantiene
Turbada la razón, sin fuerza el alma.
Vuelve a Dorila y tu pasión previene,
Pide, insta, ruega, y te dará la palma
Que lleva siempre el que constancia tiene.
Dolencia de Iselia
- Esa inquietud que sin cesar te agita,
Ese tormento que te oprime el pecho,
Y pone abrojos al mullido lecho
Y tu semblante virginal marchita:
Esa lucha fatal que se concita
Del corazón en el recinto estrecho;
Y te arranca suspiros de despecho
En continua aflicción y amarga cuita:
Ese dulce mirar; tu afecto tierno,
Que revelan un alma candorosa
Que pugna por vencer un mal interno;
Esa delicia en fin que misteriosa
Con las penas se mezcla del infierno;
Esa es la llama del Amor, hermosa.
Hay una alondra
- Hay una alondra en nuestro hermoso valle
Que tierno atisba un cazador atento:
Ave divina cuyo dulce acento
Al coro manda volador que calle.
Y calla, y se suspende el escuchalle...
Que de la alondra al divinal concento
Pliega sus alas de placer el viento,
Y no hay ave ni flor que no avasalle.
Triunfante su expresión desde su nido
El valle todo con su voz encanta,
Y está el amor ante sus pies rendido.
Nada turba el trinar de su garganta,
Y si suena en el bosque algún gemido
Es de la voz del cazador que canta.
La sonrisa
- Esa sonrisa hermosa
Que entre tus labios juega
Como el ligero soplo
Del aura en la flor bella,
Aquí, en el alma causa
Una impresión secreta,
Que a comprender no alcanza
Mi pobre inteligencia.
Me burlan mis amigos,
Y Clori la discreta
Con sus malignos ojos,
También me burla Iselia
Si mustio, pensativo,
Absorto en mis quimeras,
Sorpréndenme en la choza
O bien en la pradera.
Ignoran mi secreto
Y a mi aflicción extrema
Ni aún el consuelo triste
De compasión le queda.
Pregúntanme la causa:
Mas ¡cielos!, quién creyera
Que es tu sonrisa hermosa,
Encantadora Iselia...
Mi temor
- No me espanta el rigor ni la porfia
Del secreto poder de adversa suerte;
Ni la cadena que con mano fuerte
En el cuello me ató su tiranía.
No me aterra pensar que llega el día
Que impasible vendrá la torva muerte
Y, a su voz funeral, en polvo inerte
Caeré deshecho ante su faz sombría:
Avezado a sufrir de mi fortuna
La dura mano y el rigor extremo
Con que oprime mi ser desde la cuna,
¿Qué puedo ya temer? ¡Oh bien supremo!
De la tropa infernal que me importuna,
Iselia, sólo tus enojos temo.
Mis cantares
- No es el Amor, con su poder tirano
Quien inspira a mi canto la armonía,
Que en el pecho desmiente el alma mía
Lo que en el arpa preludió la mano.
Mi canto es ilusión, ensueño vano,
Que fomenta a placer la fantasía;
Cual enfermo febril que desvaría
Con los placeres que gozaba sano.
Mi corazón ya muerto al sentimiento
Del incendio voraz que Amor enciende,
Goza tranquilo de envidiable calma.
Y si canta su ardor, es fingimiento
Con que la lira publicar pretende
las dulces huellas que dejó en el alma.
Mustia la rosa
- Mustia la rosa, lánguida y marchita
Al soplo de la brisa de deshoja;
Publicando del bosque la congoja,
La rama seca que al pasar visita:
Apenada la dulce tortolita
De su seno el dolor cantando arroja,
A par que el alba la pradera moja
De tierno llanto que al pesar imita.
¿Por qué tanta aflicción, tal desconsuelo
El valle todo lúgubre deplora
Con muestras tales de tan triste duelo...?
El campo y flor, la tórtola y la aurora,
Si levantan sus quejas hasta el cielo,
Es porque Iselia en su retiro llora.
Nace fragante
- Nace fragante, delicada, hermosa,
Rica en colores, tímida y galana,
Entre perlas que riega la mañana
En verde tallo la encendida rosa.
El aura la acaricia voluptuosa;
En agradarla el colibrí se afana;
Y la rosa gentil de la sabana
Es el hechizo y la adorada diosa.
Pero si envuelto en polvoroso aliento
Con torpe labio y bárbara inclemencia
Besa la flor el huracán violento,
Entonces mustia, sin color ni esencia
Muere infeliz, cual muere en un momento
Al contacto del vicio la inocencia.
No luce el sol
- No luce el sol en el oriente un día
Sin que nazca en mi pecho una esperanza;
Mas ese bien de la ilusión no alcanza
A dar consuelo a mi desgracia impía.
El prisma hermoso de la infancia mía
Hízome ver la dicha en lontananza,
Y soñar ese bien que no se alcanza
Y con delirio el corazón ansía.
Pasaron mis risueñas mocedades:
El cabello se encuentra encanecido,
Sin fuerza ni vigor mis facultades.
Despierto del letargo en que he dormido;
Quiero gozar al fin las realidades,
Y encuentro sólo que ilusión han sido.
Por más que quiera la prudencia mía
- Por más que quiera la prudencia mía
Reflexiva y sumisa a la cordura,
Sujetarse a la ley terrible y dura
Que le impuso a mi amor tu tiranía;
Un oculto poder, la simpatía,
A que llamas, cruel, fatal locura,
Impide el olvidarte, y su ternura
Será en mi pecho hasta la tumba fría.
Si ofreciera tranquilo obedecerte
En tan duro precepto y tan terrible,
Fuera mi vida prolongada muerte:
Fuera yo entonces como tú, insensible
Al fuego del amor, pues de otra suerte
Ofrecer olvidarte, es imposible.
Un sueño
- Soñaba yo que por la senda hermosa
De la virtud la humanidad corría,
Y el sol de la verdad resplandecía
Llenando el orbe de su luz radiosa.
La torpe envidia, la calumnia odiosa
Abaten su poder y bastardía;
Y a la voz del progreso se veía
La sociedad aparecer dichosa.
Un pueblo sólo es el linaje humano,
Triunfa la ilustración, y por su empeño
Su templo cierra para siempre Jano...
A tan mágico cuadro y halagüeño,
Al arpa de oro le tendí la mano
Por cantar tanto bien... ¡mas era un sueño!