María Valdés Mendoza

.
    Información biográfica

  1. A la luna
  2. La esperanza: I
  3. La esperanza: II
  4. La esperanza: III
  5. La esperanza: IV
  6. La esperanza: V
  7. La esperanza: VI
  8. La esperanza: VII
  9. La esperanza: VIII
  10. La esperanza: IX
  11. La esperanza: X
  12. La esperanza: XI
  13. La esperanza: XII


Información biográfica
    Nombre: María Valdés Mendoza
    Lugar y fecha nacimiento: Guanabacoa, La Habana, Cuba, 11 de noviembre de 1820
    Lugar y fecha defunción: La Habana, Cuba, 1 de junio de 1896 (75 años)
    Ocupación: Escritora, poeta
Llevó una vida retirada. La lectura en una terturlia (sin que ella lo supiera) de su poema "La rosa blanca" por parte de Francisco Xavier Foxá la llevó a participar y destacar en círculos literarios.

Fuente: [María Valdés Mendoza] en Wikipedia.org

Arriba

    A la luna
      Salve, lumbrera bella de la callada noche,
      Henchido de entusiasmo te mira el corazón,
      Vertiendo placentera desde tu excelso coche
      Consuelos al que gime y al bardo inspiración.

      El pecho palpitando de gozo y alegría
      Te ofrece enardecido sus cánticos de amor,
      Que a mí me cansa, ¡oh luna!, la claridad del día,
      Me oprime su hermosura, me mata su esplendor.

      Yo anhelo de la noche la plácida frescura
      Sobre mi joven frente sentirla resbalar,
      Y ver cómo vagando la brisa en la espesura
      Las blancas hojas besa del nítido azahar.

      Y ver cómo cuajadas las gotas del rocío
      Le roban a las perlas su diáfano color,
      Y ver la tortolilla bañándose en el río
      Exenta de los tiros del duro cazador.

      Yo quiero esos acentos sublimes y armoniosos
      Brotados de los senos del gigantesco mar,
      Sentirlos acercarse, y luego vagarosos
      De súbito perderse, de súbito sonar.

      Yo quiero reclinada bajo un rosal de Cuba,
      Ceñida la cabeza de cándido jazmín,
      Que mi canción se eleve, que hasta los cielos suba,
      Y allí la guarde tierno de Dios un querubín.

      ¡Cuántos hechizos, cuántos de un gozo indefinible
      Le brindas, blanca luna, al mísero mortal,
      Cuando entre nubes bellas te muestras apacible
      Y ostentas esplendente tu rostro celestial!

      ¿Y quién serás? ¡Oh reina del claro firmamento!
      Tu fúlgida existencia no puede comprender,
      Que siempre se confunde y muere el pensamiento
      Cual ola desgraciada al punto de nacer.

      ¿Será tal vez la maga que escucha cariñosa
      De los amantes fieles el triste suspirar,
      Y de sus almas puras la pena congojosa
      Sensible y compasiva te place consolar?

      ¿O acaso del eterno un ángel destinado
      Para pesar del hombre la criminal acción,
      Y al verlo de maldades y vicios circundado
      Te ocultas abatida en tu alto pabellón?

      Por eso muchas veces he visto tristemente
      Cubrirse tu semblante de pálido capuz,
      Por eso muchas veces te nublas de repente
      Y ocultas los reflejos de tu admirable luz.

      Mas son delirios vanos, ensueños ardorosos,
      Lanzados, al mirarte, del vivo corazón,
      Fantasmas altaneros que vienen engañosos
      A oscurecer la antorcha feliz de la razón.

      Jamás, hermosa reina del claro firmamento,
      Jamás podré un instante tu vida comprender,
      Que siempre se confunde y muere el pensamiento
      Cual ola desgraciada al punto de nacer.

      Esconde en tu albo seno los fúlgidos arcanos,
      Velados a los ojos del mundo terrenal.
      La ciencia de la tierra, los cálculos humanos,
      Se estrellan en tu trono de límpido cristal.

      Mas yo quiero sentada bajo un rosal de Cuba,
      Ceñida la cabeza de cándido jazmín,
      Que mi canción se eleve, que hasta tu solio suba,
      Bien seas preciosa hada, o tierno querubín.
    Arriba

    La esperanza: I
      ¡Ven, ninfa celestial de la esperanza,
      Ven, dulce amiga, que tu amor imploro!,
      Y enséñame en hermosa lontananza
      El bien que busco y anhelante adoro.
      Muéstrame un sol de gloria y bienandanza
      Con tus reflejos de esmeralda y oro;
      Lanza torrentes de tu luz querida
      En el triste horizonte de mi vida.
    Arriba

    La esperanza: II
      Yo desde niña te buscaba ansiosa
      En medio de mis juegos seductores;
      Yo desde niña procuré afanosa
      Ornar mi frente con tus blancas flores,
      Y cuando ya la juventud preciosa
      Me cubrió de sus mágicos favores,
      He buscado también enajenada
      La bendita expresión de tu mirada.
    Arriba

    La esperanza: III
      ¡Cuántas noches, al rayo de la Luna,
      En tus inmensos dones meditando,
      He contado las horas una a una,
      Con cien visiones de placer soñando!
      Tus contentos, tus goces, tu fortuna,
      Por mi agitada mente resbalando,
      Brillantes horizontes bosquejaban
      Y mundos de delicias me brindaban.
    Arriba

    La esperanza: IV
      ¡Cuántas veces pensé que acá en la tierra
      Eras del existir lumbrera y guía,
      O beso de piedad que puro encierra
      Bálsamo de consuelo y alegría!
      Y a la manera que en la altiva sierra
      Más vivo lanza su fulgor el día,
      En tu adorable templo te miraba,
      Y sin saber por qué siempre esperaba.
    Arriba

    La esperanza: V
      La tierra virgen que descansa hermosa
      En delicado lecho de azucenas,
      A quien la blanda risa presurosa
      Con sus amantes besos hiere apenas,
      Viendo de la corriente bulliciosa
      Las ondas apacibles y serenas,
      En inefable gozo embebecida
      Se queda con tu imagen adormida.
    Arriba

    La esperanza: VI
      Lanza un grito de muerte en la batalla
      El arrojado, intrépido guerrero,
      Valiente cruza la enemiga valla,
      Y el muro rompe su cortante acero;
      Nada le enfrena; su furor estalla
      Cual el fuerte crujir del rayo fiero,
      Y sin cesar un punto de llamarte 
      Levanta de la gloria el estandarte.
    Arriba

    La esperanza: VII
      Al pálido lucir de llama inquieta
      En solitaria estancia retirado,
      Medita y vela el pensador poeta
      Sobre el vetusto libro reclinado;
      Siempre quedara su canción secreta,
      Y del fuego divino despojado,
      Callara el trovador, muriera en suma,
      Si no te viera a ti junto a su pluma.
    Arriba

    La esperanza: VIII
      ¿Y qué fuera la mísera existencia
      Acosada del negro sufrimiento,
      Si no aspirara la fragante esencia
      Que vierte suave tu aromado aliento?
      Lago sin cristalina transparencia,
      El mar sin ondulante movimiento,
      Abrasado arenal, ciudad desierta,
      A toda sensación un alma muerta.
    Arriba

    La esperanza: IX
      Ven, ninfa celestial de la esperanza,
      Ven, dulce amiga, que tu amor imploro,
      Y enséñame en hermosa lontananza
      El bien que busco y anhelante adoro;
      Muéstrame un sol de gloria y bienandanza
      Con sus reflejos de esmeralda y oro,
      Vierte los rayos de su luz querida
      En el triste horizonte de mi vida.
    Arriba

    La esperanza: X
      Muéstrame, sí, tu cielo engalanado
      Con riquísimas franjas de colores,
      De trémulas estrellas salpicado,
      Y sus lindos luceros brilladores.
      Vierte en mi corazón acongojado
      Mil afectos de paz, consoladores,
      Y tocaré del porvenir la puerta
      Latiendo el pecho con la fe despierta.
    Arriba

    La esperanza: XI
      Tu dulce voz me animará gozosa;
      Y sus anchos umbrales traspasando
      Mi suerte desgraciada o venturosa
      Irán mis ojos sin temor mirando;
      En torno de mis sienes cariñosa
      Tus purísimas alas desplegando,
      Alentarás tal vez mi fantasía,
      Dándome inspiración, luz y armonía.
    Arriba

    La esperanza: XII
      Cíñeme con tus lazos deliciosos,
      Encanto de mi ser, flor argentina,
      Y por senderos fáciles y hermosos
      Mis débiles pisadas encamina.
      Estréchame en tus brazos amorosos,
      Esperanza feliz, Virgen divina,
      Y al darme la vejez su mano helada
      En tu seno me encuentre reclinada.
    Arriba