.
Información biográfica
Arriba
- Información biográfica
- Rima 1 (XLVIII). Como se arranca el hierro de una herida
- Rima 2 (XLVII). Yo me he asomado a las profundas simas
- Rima 3 (XLV). En la clave del arco ruinoso
- Rima 4 (XXXVIII). Los suspiros son aire y van al aire
- Rima 5 (LXXII). Las ondas tienen vaga armonía
- Rima 6 (XVIII). Fatigada del baile
- Rima 7 (XXVI). Voy contra mi interés al confesarlo
- Rima 8 (LVIII). ¿Quieres que de ese néctar delicioso?
- Rima 9 (LV). Entre el discorde estruendo de la orgía
- Rima 10 (XLIV). Como en un libro abierto
- Rima 11 (I). Yo sé un himno gigante y extraño
- Rima 12 (L). Lo que el salvaje que con torpe mano
- Rima 13 (VII). Del salón en el ángulo oscuro
- Rima 14 (XLIX). Alguna vez la encuentro por el mundo
- Rima 15 (II). Saeta que voladora
- Rima 16 (XLII). Cuando me lo contaron sentí el frío
- Rima 17 (LIX). Yo sé cuál el objeto de tus suspiros es
- Rima 18 (LXVII). ¡Qué hermoso es ver el día!
- Rima 19 (XXII). ¿Cómo vive esa rosa que has prendido?
- Rima 20 (LVI). Hoy como ayer, mañana como hoy
- Rima 21 (XXI). ¿Qué es poesía?, dices
- Rima 22 (XXIII). Por una mirada, un mundo
- Rima 23 (LXXV). ¿Será verdad que, cuando toca el sueño?
- Rima 24 (LXXIV). Las ropas desceñidas
- Rima 25 (VIII). Cuando miro el azul horizonte
- Rima 26 (XLI). Tú eras el huracán
- Rima 27 (IX). Besa el aura que gime blandamente
- Rima 28 (XXXVII). Antes que tú me moriré
- Rima 29 (XIII). Tu pupila es azul y, cuando ríes
- Rima 30 (XXXI). Nuestra pasión fue un trágico sainete
- Rima 31 (XXV). Cuando en la noche te envuelven
- Rima 32 (LVII). Este armazón de huesos y pellejos
- Rima 33 (XXIV). Dos rojas lenguas de fuego
- Rima 34 (XLIII). Dejé la luz a un lado, y en el borde
- Rima 35 (LII). Olas gigantes que os rompéis bramando
- Rima 36 (LIV). Cuando volvemos las fugaces horas
- Rima 37 (XX). Sabe, si alguna vez tus labios rojos
- Rima 38 (LIII). Volverán las oscuras golondrinas
- Rima 39 (IV). No digáis que, agotado su tesoro
- Rima 40 (XXX). Asomaba a sus ojos una lágrima
- Rima 41 (LX). Mi vida es un erial
- Rima 42 (III). Sacudimiento extraño
- Rima 43 (XVI). Si al mecer las azules campanillas
- Rima 44 (LXXVII). Dices que tienes corazón
- Rima 45 (LXI). Al ver mis horas de fiebre
- Rima 46 (X). Los invisibles átomos del aire
- Rima 47 (LXV). Llegó la noche y no encontré un asilo
- Rima 48 (LXXVIII). Fingiendo realidades
- Rima 49 (LXIX). Al brillar un relámpago nacemos
- Rima 50 (XVII). Hoy la tierra y los cielos me sonríen
- Rima 51 (XI). Yo soy ardiente, yo soy morena
- Rima 52 (XIX). Cuando sobre el pecho inclinas
- Rima 53 (XXIX). Sobre la falda tenía
- Rima 54 (XXXVI). Si de nuestros agravios en un libro
- Rima 55 (LXXIX). Una mujer me ha envenenado el alma
- Rima 56 (LXII). Primero es un albor trémulo y vago
- Rima 57 (VI). Como la brisa que la sangre orea
- Rima 58 (XXVIII). Cuando entre la sombra oscura
- Rima 59 (LXX). ¡Cuántas veces, al pie de las musgosas paredes!
- Rima 60 (XV). Cendal flotante de leve bruma
- Rima 61 (LXVIII). No sé lo que he soñado
- Rima 62 (V). Espíritu sin nombre
- Rima 63 (XXVII). Despierta, tiemblo al mirarte
- Rima 64 (LXIV). Como guarda el avaro su tesoro
- Rima 65 (XXXIV). Cruza callada, y son sus movimientos
- Rima 66 (XL). Su mano entre mis manos
- Rima 67 (LXVI). ¿De dónde vengo?
- Rima 68 (LXIII). Como enjambre de abejas irritadas
- Rima 69 (XXXIII). Es cuestión de palabras
- Rima 70 (LI). De lo poco de vida que me resta
- Rima 71 (LXXIII). Cerraron sus ojos
- Rima 72 (XIV). Te vi un punto y, flotando ante mis ojos
- Rima 73 (XXXII). Pasaba arrolladora en su hermosura
- Rima 74 (LXXVI). En la imponente nave
- Rima 75 (XXXIX). ¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable
- Rima 76 (LXXI). No dormía: vagaba en ese limbo
- Rima 77 (XLVI). Me ha herido recatándose en las sombras
- Rima 78 (XXXV). ¡No me admiró tu olvido!
- Rima 79 (XII). Porque son, niña, tus ojos
- Rima LXXXIII. Solitario, triste y mudo
- Rima LXXXVI. La gota de rocío que en el cáliz
- Rima LXXX. Aire que besa, corazón que llora
- Rima LXXXI. Apoyando mi frente calurosa
- Rima LXXXII. Errante por el mundo fui gritando
- Rima VXXXIII. Es el alba una sombra
- Rima LXXXIV. Es un sueño la vida
- Rima LXXXV. Esas quejas del piano
- Rima LXXXVI. Flores tronchadas, marchitas hojas
- Rima LXXXVII. Lejos y entre los árboles
- Rima LXXXVIII. Nave que surca los mares
- Rima LXXXIX. Negros fantasmas
- Rima XC. ¿No has sentido en la noche?
- Rima XCI. Para encontrar tu rostro
- Rima XCII. Para que los leas con tus ojos grises
- Rima XCIII. Patriarcas que fuisteis la semilla
- Rima XCIV. Podrá nublarse el sol eternamente
- Rima XCVI. Si copia tu frente
- Rima XCVIII. Tu aliento es el aliento de las flores
- Rima XCIX. Yo me acogí, como perdido nauta
- Rima C. Yo soy el rayo, la dulce brisa
Rimas incluidas en el "Libro de los gorriones":
Rimas no incluidas en el "Libro de los gorriones":
Información biográfica
Nombre: Gustavo Adolfo Domínguez Bastida
Lugar y fecha nacimiento: Sevilla, España, 17 de febrero de 1836
Lugar y fecha defunción: Madrid, España, 22 de diciembre de 1870 (34 años)
Ocupación: Escritor, poeta, novelista
Movimiento: Romanticismo, Simbolismo
Lugar y fecha nacimiento: Sevilla, España, 17 de febrero de 1836
Lugar y fecha defunción: Madrid, España, 22 de diciembre de 1870 (34 años)
Ocupación: Escritor, poeta, novelista
Movimiento: Romanticismo, Simbolismo
Hacia 1858 conoció a Josefina Espín, una bella señorita de ojos azules, y empezó a cortejarla; pronto, sin embargo, se fijó en la que sería su musa irremediable, la hermana de Josefina y hermosa cantante de ópera Julia Espín, en la tertulia que se desarrollaba en casa de su padre, el músico Joaquín Espín y Guillén. Gustavo se enamoró y empezó a escribir las primeras Rimas, como Tu pupila es azul, pero la relación no llegó a consolidarse porque ella tenía más altas miras y le disgustaba la vida bohemia del escritor, que aún no era famoso.
Entre 1859 y 1860 amó con pasión a una "dama de rumbo y manejo" de Valladolid, que durante muchos años se identificó con Elisa Guillén, un personaje que hoy se sabe inexistente. Pero la amante, fuera quien fuera, se cansó de él y su abandono lo sumió en la desesperación. El 19 de mayo de 1861 se casó precipitadamente con Casta Esteban y Navarro, con la que tuvo tres hijos. Los expertos no se ponen de acuerdo en cuál de ellas pudo ser su musa más constante, o si ninguna de ellas, concibiendo algún tipo ideal de mujer.
Posiblemente a causa de un enfriamiento invernal en la primera quincena de diciembre, su ya precario estado de salud se agrava, y muere el 22 de dicho mes. En los días de su agonía, pidió a su amigo el poeta Augusto Ferrán que quemase sus cartas ("serían mi deshonra") y que publicasen su obra ("Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo"); pidió también que cuidaran de sus hijos. Sus últimas palabras fueron "Todo mortal".
A la salida del funeral celebrado por Bécquer, el pintor Casado del Alisal propuso a varios de los asistentes la publicación de las obras del malogrado escritor. En una reunión celebrada en su estudio de pintura, se acordó una suscripción pública para recaudar fondos para por un lado honrar al amigo fallecido y por otro ayudar económicamente a la mujer e hijos de Bécquer. Bécquer le debe a Casado del Alisal su gloria literaria, ya que sus obras podrían haber sido olvidadas de no ser por la decisión de Casado.
La poesía de Bécquer posee un tono íntimo de lírica profunda. Meditaba profundamente sobre la creación poética, el amor y la muerte, los tres temas centrales de las Rimas. Manuel Altolaguirre afirmó que la poesía de Bécquer es la más humana del Romanticismo español. Los modelos poéticos de Bécquer fueron varios; en primer lugar, Heine; W. S. Hendrix señaló además a Byron, y Dámaso Alonso a Alfred de Musset; también al conde Anastasius Grün, y a sus amigos poetas españoles, en especial Augusto Ferrán. De todos hay rastros en su poesía.
Fuente: [Gustavo Adolfo Bécquer] en Wikipedia.org
Entre 1859 y 1860 amó con pasión a una "dama de rumbo y manejo" de Valladolid, que durante muchos años se identificó con Elisa Guillén, un personaje que hoy se sabe inexistente. Pero la amante, fuera quien fuera, se cansó de él y su abandono lo sumió en la desesperación. El 19 de mayo de 1861 se casó precipitadamente con Casta Esteban y Navarro, con la que tuvo tres hijos. Los expertos no se ponen de acuerdo en cuál de ellas pudo ser su musa más constante, o si ninguna de ellas, concibiendo algún tipo ideal de mujer.
Posiblemente a causa de un enfriamiento invernal en la primera quincena de diciembre, su ya precario estado de salud se agrava, y muere el 22 de dicho mes. En los días de su agonía, pidió a su amigo el poeta Augusto Ferrán que quemase sus cartas ("serían mi deshonra") y que publicasen su obra ("Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo"); pidió también que cuidaran de sus hijos. Sus últimas palabras fueron "Todo mortal".
A la salida del funeral celebrado por Bécquer, el pintor Casado del Alisal propuso a varios de los asistentes la publicación de las obras del malogrado escritor. En una reunión celebrada en su estudio de pintura, se acordó una suscripción pública para recaudar fondos para por un lado honrar al amigo fallecido y por otro ayudar económicamente a la mujer e hijos de Bécquer. Bécquer le debe a Casado del Alisal su gloria literaria, ya que sus obras podrían haber sido olvidadas de no ser por la decisión de Casado.
La poesía de Bécquer posee un tono íntimo de lírica profunda. Meditaba profundamente sobre la creación poética, el amor y la muerte, los tres temas centrales de las Rimas. Manuel Altolaguirre afirmó que la poesía de Bécquer es la más humana del Romanticismo español. Los modelos poéticos de Bécquer fueron varios; en primer lugar, Heine; W. S. Hendrix señaló además a Byron, y Dámaso Alonso a Alfred de Musset; también al conde Anastasius Grün, y a sus amigos poetas españoles, en especial Augusto Ferrán. De todos hay rastros en su poesía.
Fuente: [Gustavo Adolfo Bécquer] en Wikipedia.org
Arriba
- Rima 11 (I). Yo sé un himno gigante y extraño
- Yo sé un himno gigante y extraño
Que anuncia en la noche del alma una aurora,
Y estas páginas son de ese himno
Cadencias que el aire dilata en las sombras.
Yo quisiera escribirle, del hombre
Domando el rebelde, mezquino idioma,
Con palabras que fuesen a un tiempo
Suspiros y risas, colores y notas.
Pero vano es luchar, que no hay cifra
Capaz de encerrarle y apenas, ¡oh hermosa!
Si, teniendo en mis manos las tuyas,
Pudiera, al oído, cantártelo a solas.
Rima 15 (II). Saeta que voladora
- Saeta que voladora
Cruza, arrojada al azar,
Y que no se sabe dónde
Temblando se clavará;
Hoja que del árbol seca
Arrebata el vendaval,
Sin que nadie acierte el surco
Donde al polvo volverá;
Gigante ola que el viento
Riza y empuja en el mar,
Y rueda y pasa, y se ignora
Qué playa buscando va;
Luz que en cercos temblorosos
Brilla, próxima a expirar,
Y que no se sabe de ellos
Cuál el último será;
Eso soy yo, que al acaso
Cruzo el mundo sin pensar
De dónde vengo ni a dónde
Mis pasos me llevarán.
Rima 42 (III). Sacudimiento extraño
- Sacudimiento extraño
Que agita las ideas,
Como huracán que empuja
Las olas en tropel.
Murmullo que en el alma
Se eleva y va creciendo
Como volcán que sordo
Anuncia que va a arder.
Deformes siluetas
De seres imposibles;
Paisajes que aparecen
Como al través de un tul.
Colores que fundiéndose
Remedan en el aire
Los átomos del iris
Que nadan en la luz.
Ideas sin palabras,
Palabras sin sentido;
Cadencias que no tienen
Ni ritmo ni compás.
Memorias y deseos
De cosas que no existen;
Accesos de alegría,
Impulsos de llorar.
Actividad nerviosa
Que no halla en qué emplearse;
Sin riendas que le guíen,
Caballo volador.
Locura que el espíritu
Exalta y desfallece,
Embriaguez divina
Del genio creador...
Tal es la inspiración.
Gigante voz que el caos
Ordena en el cerebro
Y entre las sombras hace
La luz aparecer.
Brillante rienda de oro
Que poderosa enfrena
De la exaltada mente
El volador corcel.
Hilo de luz que en haces
Los pensamientos ata;
Sol que las nubes rompe
Y toca en el zenit.
Inteligente mano
Que en un collar de perlas
Consigue las indóciles
Palabras reunir.
Armonioso ritmo
Que con cadencia y número
Las fugitivas notas
Encierra en el compás.
Cincel que el bloque muerde
La estatua modelando,
Y la belleza plástica
Añade a la ideal.
Atmósfera en que giran
Con orden las ideas,
Cual átomos que agrupa
Recóndita atracción.
Raudal en cuyas ondas
Su sed la fiebre apaga,
Oasis que al espíritu
Devuelve su vigor...
Tal es nuestra razón.
Con ambas siempre en lucha
Y de ambas vencedor,
Tan sólo al genio es dado
A un yugo atar las dos.
Rima 39 (IV). No digáis que, agotado su tesoro
- No digáis que, agotado su tesoro,
De asuntos falta, enmudeció la lira;
Podrá no haber poetas, pero siempre
Habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
Palpiten encendidas,
Mientras el sol las desgarradas nubes
De fuego y oro vista,
Mientras el aire en su regazo lleve
Perfumes y armonías,
Mientras haya en el mundo primavera,
¡Habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
Las fuentes de la vida,
Y en el mar o en el cielo haya un abismo
Que al cálculo resista,
Mientras la humanidad siempre avanzando
No sepa a dó camina,
Mientras haya un misterio para el hombre,
¡Habrá poesía!
Mientras se sienta que se ríe el alma,
Sin que los labios rían;
Mientras se llore sin que el llanto acuda
A nublar la pupila;
Mientras el corazón y la cabeza
Batallando prosigan,
Mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡Habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
Los ojos que los miran,
Mientras responda el labio suspirando
Al labio que suspira,
Mientras sentirse puedan en un beso
Dos almas confundidas,
Mientras exista una mujer hermosa,
¡Habrá poesía!
Rima 62 (V). Espíritu sin nombre
- Espíritu sin nombre,
Indefinible esencia,
Yo vivo con la vida
Sin formas de la idea.
Yo nado en el vacío,
Del sol tiemblo en la hoguera,
Palpito entre las sombras
Y floto con las nieblas.
Yo soy el fleco de oro
De la lejana estrella,
Yo soy de la alta luna
La luz tibia y serena.
Yo soy la ardiente nube
Que en el ocaso ondea,
Yo soy del astro errante
La luminosa estela.
Yo soy nieve en las cumbres,
Soy fuego en las arenas,
Azul onda en los mares
Y espuma en las riberas.
En el laúd, soy nota,
Perfume en la violeta,
Fugaz llama en las tumbas
Y en las ruinas yedra.
Yo atrueno en el torrente
Y silbo en la centella,
Y ciego en el relámpago
Y rujo en la tormenta.
Yo río en los alcores,
Susurro en la alta yerba,
Suspiro en la onda pura
Y lloro en la hoja seca.
Yo ondulo con los átomos
Del humo que se eleva
Y al cielo lento sube
En espiral inmensa.
Yo, en los dorados hilos
Que los insectos cuelgan
Me mezco entre los árboles
En la ardorosa siesta.
Yo corro tras las ninfas
Que, en la corriente fresca
Del cristalino arroyo,
Desnudas juguetean.
Yo, en bosques de corales
Que alfombran blancas perlas,
Persigo en el océano
Las náyades ligeras.
Yo, en las cavernas cóncavas
Do el sol nunca penetra,
Mezclándome a los gnomos,
Contemplo sus riquezas.
Yo busco de los siglos
Las ya borradas huellas,
Y sé de esos imperios
De que ni el nombre queda.
Yo sigo en raudo vértigo
Los mundos que voltean,
Yy mi pupila abarca
La creación entera.
Yo sé de esas regiones
A do un rumor no llega,
Y donde informes astros
De vida un soplo esperan.
Yo soy sobre el abismo
El puente que atraviesa,
Yo soy la ignota escala
Que el cielo une a la tierra,
Yo soy el invisible
Anillo que sujeta
El mundo de la forma
Al mundo de la idea.
Yo, en fin, soy ese espíritu,
Desconocida esencia,
Perfume misterioso
De que es vaso el poeta.
Rima 57 (VI). Como la brisa que la sangre orea
- Como la brisa que la sangre orea
Sobre el oscuro campo de batalla,
Cargada de perfumes y armonías
En el silencio de la noche vaga,
Símbolo del dolor y la ternura,
Del bardo inglés en el horrible drama,
La dulce Ofelia, la razón perdida,
Cogiendo flores y cantando pasa.
Rima 14 (VII). Del salón en el ángulo oscuro
- Del salón en el ángulo oscuro,
De su dueña tal vez olvidada,
Silenciosa y cubierta de polvo
Veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
Como el pájaro duerme en las ramas,
Esperando la mano de nieve
Que sabe arrancarlas!
—¡Ay! —pensé—; ¡cuántas veces el genio
Así duerme en el fondo del alma,
Y una voz, como Lázaro, espera
Que le diga: "¡Levántate y anda!"
Rima 25 (VIII). Cuando miro el azul horizonte
- Cuando miro el azul horizonte
Perderse a lo lejos,
Al través de una gasa de polvo
Dorado e inquieto,
Me parece posible arrancarme
Del mísero suelo
Y flotar con la niebla dorada
En átomos leves
Cual ella deshecho.
Cuando miro de noche en el fondo
Oscuro del cielo
Las estrellas temblar como ardientes
Pupilas de fuego,
Me parece posible a do brillan
Subir en un vuelo
Y anegarme en su luz, y con ellas
En lumbre encendido
Fundirme en un beso.
En el mar de la duda en que bogo
Ni aún sé lo que creo;
Sin embargo estas ansias me dicen
Que yo llevo algo
Divino aquí dentro.
Rima 27 (IX). Besa el aura que gime blandamente
- Besa el aura que gime blandamente
Las leves ondas que jugando riza;
El sol besa a la nube en occidente
Y de púrpura y oro la matiza;
La llama en derredor del tronco ardiente
Por besar a otra llama se desliza;
Y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
Al río que le besa, vuelve un beso.
Rima 46 (X). Los invisibles átomos del aire
- Los invisibles átomos del aire
En derredor palpitan y se inflaman,
El cielo se deshace en rayos de oro,
La tierra se estremece alborozada.
Oigo flotando en olas de armonías,
Rumor de besos y batir de alas;
Mis párpados se cierran... —¿Qué sucede?
¿Dime?
—¡Silencio! ¡Es el amor que pasa!
Rima 51 (XI). Yo soy ardiente, yo soy morena
- Yo soy ardiente, yo soy morena,
Yo soy el símbolo de la pasión,
De ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
No es a ti, no.
Mi frente es pálida, mis trenzas de oro,
Puedo brindarte dichas sin fin.
Yo de ternura guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
No, no es a ti.
Yo soy un sueño, un imposible,
Vano fantasma de niebla y luz;
Soy incorpórea, soy intangible.
No puedo amarte.
¡Oh ven, ven tú!
Rima 79 (XII). Porque son, niña, tus ojos
- Porque son, niña, tus ojos
Verdes como el mar, te quejas;
Verdes los tienen las náyades,
Verdes los tuvo Minerva,
Y verdes son las pupilas
De las hourís del Profeta.
El verde es gala y ornato
Del bosque en la primavera;
Entre sus siete colores
Brillante el Iris lo ostenta,
Las esmeraldas son verdes;
Verde el color del que espera,
Y las ondas del océano
Y el laurel de los poetas.
Es tu mejilla temprana
Rosa de escarcha cubierta,
En que el carmín de los pétalos
Se ve al través de las perlas.
Y sin embargo,
Sé que te quejas
Porque tus ojos
Crees que la afean,
Pues no lo creas.
Que parecen sus pupilas
Húmedas, verdes e inquietas,
Tempranas hojas de almendro
Que al soplo del aire tiemblan.
Es tu boca de rubíes
Purpúrea granada abierta
Que en el estío convida
A apagar la sed con ella,
Y sin embargo,
Sé que te quejas
Porque tus ojos
Crees que la afean,
Pues no lo creas.
Que parecen, si enojada
Tus pupilas centellean,
Las olas del mar que rompen
En las cantábricas peñas.
Es tu frente que corona,
Crespo el oro en ancha trenza,
Nevada cumbre en que el día
Su postrera luz refleja.
Y sin embargo,
Sé que te quejas
Porque tus ojos
Crees que la afean:
Pues no lo creas.
Que entre las rubias pestañas,
Junto a las sienes semejan
Broches de esmeralda y oro
Que un blanco armiño sujetan.
Porque son, niña, tus ojos
Verdes como el mar te quejas;
Quizás, si negros o azules
Se tornasen, lo sintieras.
Rima 29 (XIII). Tu pupila es azul y, cuando ríes
- Tu pupila es azul y, cuando ríes,
Su claridad suave me recuerda
El trémulo fulgor de la mañana
Que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul y, cuando lloras,
Las transparentes lágrimas en ella
Se me figuran gotas de rocío
Sobre una violeta.
Tu pupila es azul, y si en su fondo
Como un punto de luz radia una idea,
Me parece en el cielo de la tarde
Una perdida estrella.
Rima 72 (XIV). Te vi un punto y, flotando ante mis ojos
- Te vi un punto y, flotando ante mis ojos,
La imagen de tus ojos se quedó
Como la mancha oscura orlada en fuego
Que flota y ciega si se mira al sol.
Y dondequiera que la vista clavo
Torno a ver tus pupilas llamear,
Y no te encuentro a ti, no es tu mirada,
Unos ojos, los tuyos, nada más.
De mi alcoba en el ángulo los miro
Desasidos fantásticos lucir,
Cuando duermo los siento que se ciernen
De par en par abiertos sobre mí.
Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche
Llevan al caminante a perecer,
Yo me siento arrastrado por tus ojos,
Pero a dónde me arrastran no lo sé.
Rima 60 (XV). Cendal flotante de leve bruma
- Tú y yo. Melodía.
Cendal flotante de leve bruma,
Rizada cinta de blanca espuma,
Rumor sonoro
De arpa de oro,
Beso del aura, onda de luz:
Eso eres tú.
Tú, sombra aérea, que cuantas veces
Voy a tocarte te desvaneces
¡Como la llama, como el sonido,
Como la niebla, como el gemido
Del lago azul!
En mar sin playas onda sonante,
En el vacío cometa errante,
Largo lamento
Del ronco viento,
Ansia perpetua de algo mejor,
¡Eso soy yo!
Yo, que a tus ojos, en mi agonía,
Los ojos vuelvo de noche y día;
Yo, que incansable corro y demente
¡Tras una sombra, tras la hija ardiente
De una visión!
Rima 43 (XVI). Si al mecer las azules campanillas
- Si al mecer las azules campanillas
De tu balcón,
Crees que suspirando pasa el viento
Murmurador,
Sabe que, oculto entre las verdes hojas,
Suspiro yo.
Si al resonar confuso a tus espaldas
Vago rumor,
Crees que por tu nombre te ha llamado
Lejana voz,
Sabe que, entre las sombras que te cercan,
Te llamo yo.
Si se turba medroso en la alta noche
Tu corazón,
Al sentir en tus labios un aliento
Abrasador,
Sabe que, aunque invisible, al lado tuyo,
Respiro yo.
Rima 50 (XVII). Hoy la tierra y los cielos me sonríen
- Hoy la tierra y los cielos me sonríen,
Hoy llega al fondo de mi alma el sol,
Hoy la he visto... La he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios!
Rima 6 (XVIII). Fatigada del baile
- Fatigada del baile,
Encendido el color, breve el aliento,
Apoyada en mi brazo,
Del salón se detuvo en un extremo.
Entre la leve gasa
Que levantaba el palpitante seno,
Una flor se mecía
En compasado y dulce movimiento.
Como en cuna de nácar
Que empuja el mar y que acaricia el céfiro,
Tal vez allí dormía
Al soplo de sus labios entreabiertos.
¡Oh, quién así —pensaba—
Dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡Oh, si las flores duermen,
Qué dulcísimo sueño!
Rima 52 (XIX). Cuando sobre el pecho inclinas
- Cuando sobre el pecho inclinas
La melancólica frente,
Una azucena tronchada
Me pareces.
Porque al darte la pureza
De que es símbolo celeste,
Como a ella te hizo Dios
De oro y nieve.
Rima 37 (XX). Sabe, si alguna vez tus labios rojos
- Sabe, si alguna vez tus labios rojos
Quema invisible atmósfera abrasada,
Que el alma que hablar puede con los ojos,
También puede besar con la mirada.
Rima 21 (XXI). ¿Qué es poesía?, dices
- —¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas
En mi pupila tu pupila azul,
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
Rima 19 (XXII). ¿Cómo vive esa rosa que has prendido?
- ¿Cómo vive esa rosa que has prendido
Junto a tu corazón?
Nunca hasta ahora contemplé en el mundo
Junto al volcán la flor.
Rima 22 (XXIII). Por una mirada, un mundo
- A ella. No sé.
Por una mirada, un mundo;
Por una sonrisa, un cielo;
Por un beso... ¡Yo no sé
Qué te diera por un beso!
Rima 33 (XXIV). Dos rojas lenguas de fuego
- Dos rojas lenguas de fuego
Que a un mismo tronco enlazadas
Se aproximan y, al besarse,
Forman una sola llama.
Dos notas que del laúd
A un tiempo la mano arranca,
Y en el espacio se encuentran,
Y armoniosas se abrazan.
Dos olas que vienen juntas
A morir sobre una playa
Y que al romper se coronan
Con un penacho de plata.
Dos jirones de vapor
Que del lago se levantan
Y, al juntarse allá en el cielo,
Forman una nube blanca.
Dos ideas que a la par brotan,
Dos besos que a un tiempo estallan,
Dos ecos que se confunden
Eso son nuestras dos almas.
Rima 31 (XXV). Cuando en la noche te envuelven
- Cuando en la noche te envuelven
Las alas de tul del sueño
Y tus tendidas pestañas
Semejan arcos de ébano,
Por escuchar los latidos
De tu corazón inquieto
Y reclinar tu dormida
Cabeza sobre mi pecho,
Diera, alma mía,
Cuanto poseo:
¡La luz, el aire,
Y el pensamiento!
Cuando se clavan tus ojos
En un invisible objeto
Y tus labios ilumina
De una sonrisa el reflejo,
Por leer sobre tu frente
El callado pensamiento
Que pasa como la nube
Del mar sobre el ancho espejo,
Diera, alma mía,
Cuanto deseo:
¡La fama, el oro,
La gloria, el genio!
Cuando enmudece tu lengua
Y se apresura tu aliento
Y tus mejillas se encienden
Y entornas tus ojos negros,
Por ver entre sus pestañas
Brillar con húmedo fuego
La ardiente chispa que brota
Del volcán de los deseos,
Diera, alma mía,
Por cuanto espero,
¡La fe, el espíritu,
La tierra, el cielo!
Rima 7 (XXVI). Voy contra mi interés al confesarlo
- Voy contra mi interés al confesarlo;
No obstante, amada mía,
Pienso, cual tú, que una oda sólo es buena
De un billete del Banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
Se haga cruces y diga:
—Mujer al fin del siglo diecinueve,
Material y prosaica... ¡Boberías!
Voces que hacen correr cuatro poetas
Que en invierno se embozan con la lira;
¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo sé que en esta vida
Con genio es muy contado el que la escribe,
Y con oro cualquiera hace poesía.
Rima 63 (XXVII). Despierta, tiemblo al mirarte
- Despierta, tiemblo al mirarte;
Dormida, me atrevo a verte;
Por eso, alma de mi alma,
Yo velo mientras tú duermes.
Despierta, ríes, y al reír tus labios
Inquietos me parecen
Relámpagos de grana que serpean
Sobre un cielo de nieve.
Dormida, los extremos de tu boca
Pliega sonrisa leve,
Suave como el rastro luminoso
Que deja un sol que muere.
¡Duerme!
Despierta, miras y al mirar tus ojos
Húmedos resplandecen
Como la onda azul en cuya cresta
Chispeando el sol hiere.
Al través de tus párpados, dormida,
Tranquilo fulgor vierten,
Cual derrama de luz, templado rayo,
Lámpara transparente.
¡Duerme!
Despierta, hablas y al hablar vibrantes
Tus palabras parecen
Lluvia de perlas que en dorada copa
Se derrama a torrentes.
Dormida, en el murmullo de tu aliento
Acompasado y tenue,
Escucho yo un poema que mi alma
Enamorada entiende.
¡Duerme!
Sobre el corazón la mano
Me he puesto porque no suene
Su latido y de la noche
Turbe la calma solemne.
De tu balcón las persianas
Cerré ya porque no entre
El resplandor enojoso
De la aurora y te despierte.
¡Duerme!
Rima 58 (XXVIII). Cuando entre la sombra oscura
- Cuando entre la sombra oscura,
Perdida una voz murmura
Turbando su triste calma,
Si en el fondo de mi alma
La oigo dulce resonar,
Dime: ¿es que el viento en sus giros
Se queja, o que tus suspiros
Me hablan de amor al pasar?
Cuando el sol en mi ventana
Rojo brilla a la mañana,
Y mi amor tu sombra evoca,
Si en mi boca de otra boca
Sentir creo la impresión,
Dime: ¿es que ciego deliro,
O que un beso en un suspiro
Me envía tu corazón?
Y en el luminoso día
Y en la alta noche sombría,
Si en todo cuanto rodea
Al alma que te desea,
Te creo sentir y ver,
Dime: ¿es que toco y respiro
Soñando, o que en un suspiro
Me das tu aliento a beber?
Rima 53 (XXIX). Sobre la falda tenía
- La bocca mi baciò tutto tremante.
Dante, Commedia, Inf., V., 136.
Sobre la falda tenía
El libro abierto;
En mi mejilla tocaban
Sus rizos negros;
No veíamos letras
Ninguno creo;
Mas guardábamos ambos
Hondo silencio.
¿Cuánto duró? Ni aun entonces
Pude saberlo.
Sólo sé que no se oía
Más que el aliento,
Que apresurado escapaba
Del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
Los dos a un tiempo,
Y nuestros ojos se hallaron
¡Y sonó un beso!
Creación de Dante era el libro;
Era su Infierno.
Cuando a él bajamos los ojos,
Yo dije trémulo:
—¿Comprendes ya que un poema
Cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
—¡Ya lo comprendo!
Rima 40 (XXX). Asomaba a sus ojos una lágrima
- Asomaba a sus ojos una lágrima
Y a mi labio una frase de perdón;
Habló el orgullo y se enjugo su llanto
Y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino; ella, por otro;
Pero al pensar en nuestro mutuo amor,
Yo digo aún, ¿por qué callé aquel día?
Y ella dirá, ¿por qué no lloré yo?
Rima 30 (XXXI). Nuestra pasión fue un trágico sainete
- Nuestra pasión fue un trágico sainete
En cuya absurda fábula
Lo cómico y lo grave confundidos
Risas y llanto arrancan.
Pero fue lo peor de aquella historia
Que al fin de la jornada
A ella tocaron lágrimas y risas
Y a mí sólo las lágrimas.
Rima 73 (XXXII). Pasaba arrolladora en su hermosura
- Pasaba arrolladora en su hermosura
Y el paso le dejé;
Ni aun a mirarla me volví y, no obstante,
Algo a mi oído murmuró: —Esa es.
¿Quién reunió la tarde a la mañana?
Lo ignoro; sólo sé
Que en una breve noche de verano
Se unieron los crepúsculos, y... fue.
Rima 69 (XXXIII). Es cuestión de palabras
- Es cuestión de palabras y, no obstante,
Ni tú ni yo jamás,
Después de lo pasado, convendremos
En quién la culpa está.
¡Lástima que el amor un diccionario
No tenga donde hallar
Cuándo el orgullo es simplemente orgullo
Y cuándo es dignidad!
Rima 65 (XXXIV). Cruza callada, y son sus movimientos
- Cruza callada, y son sus movimientos
Silenciosa armonía:
Suenan sus pasos, y al sonar recuerdan
Del himno alado la cadencia rítmica.
Los ojos entreabre, aquellos ojos
Tan claros como el día;
Y la tierra y el cielo, cuanto abarcan,
Arden con nueva luz en sus pupilas.
Ríe, y su carcajada tiene notas
Del agua fugitiva;
Llora, y es cada lágrima un poema
De ternura infinita.
Ella tiene la luz, tiene el perfume,
El color y la línea,
La forma engendradora de deseos,
La expresión, fuente eterna de poesía.
¿Que es estúpida? ¡Bah! Mientras callando
Guarde oscuro el enigma,
Siempre valdrá lo que yo creo que calla
Más que lo que cualquiera otra me diga.
Rima 78 (XXXV). ¡No me admiró tu olvido!
- ¡No me admiró tu olvido! Aunque de un día,
Me admiró tu cariño mucho más,
Porque lo que hay en mí que vale algo,
Eso ni lo pudiste sospechar.
Rima 54 (XXXVI). Si de nuestros agravios en un libro
- Si de nuestros agravios en un libro
Se escribiese la historia,
Y se borrase en nuestras almas cuanto
Se borrase en sus hojas.
¡Te quiero tanto aún! ¡Dejó en mi pecho
Tu amor huellas tan hondas,
Que sólo con que tú borrases una,
Las borraba yo todas!
Rima 28 (XXXVII). Antes que tú me moriré
- Antes que tú me moriré; escondido
En las entrañas ya
El hierro llevo con que abrió tu mano
La ancha herida mortal.
Antes que tú me moriré; y mi espíritu,
En su empeño tenaz,
Se sentará a las puertas de la muerte,
Esperándote allá.
Con las horas los días, con los días
Los años volarán,
Y a aquella puerta llamarás al cabo...
¿Quién deja de llamar?
Entonces, que tu culpa y tus despojos
La tierra guardará,
Lavándote en las ondas de la muerte
Como en otro Jordán;
Allí donde el murmullo de la vida
Temblando a morir va,
Como la ola que a la playa viene
Silenciosa a expirar;
Allí donde el sepulcro que se cierra
Abre una eternidad,
Todo cuanto los dos hemos callado,
Allí lo hemos de hablar.
Rima 4 (XXXVIII). Los suspiros son aire y van al aire
- Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
¿Sabes tú adónde va?
Rima 75 (XXXIX). ¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable
- ¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable,
Es altanera y vana y caprichosa;
Antes que el sentimiento de su alma,
Brotará el agua de la estéril roca.
Sé que en su corazón, nido de sierpes,
No hay una fibra que al amor responda;
Que es una estatua inanimada pero,
¡Es tan hermosa!
Rima 66 (XL). Su mano entre mis manos
- Su mano entre mis manos,
Sus ojos en mis ojos,
La amorosa cabeza
Apoyada en mi hombro,
Dios sabe cuántas veces
Con paso perezoso
Hemos vagado juntos
Bajo los altos olmos
Que de su casa prestan
Misterio y sombra al pórtico.
Y ayer... un año apenas,
Pasado como un soplo,
Con qué exquisita gracia,
Con qué admirable aplomo,
Me dijo al presentarnos
Un amigo oficioso:
—¡Creo que en alguna parte
He visto a usted! ¡Ah, bobos,
Que sois de los salones
Comadres de buen tono,
Y andabais allí a caza
De galantes embrollos:
Qué historia habéis perdido,
Qué manjar tan sabroso
Para ser devorado
Sotto voce en un coro
Detrás del abanico
De plumas y de oro...!
Discreta y casta luna,
Copudos y altos olmos,
Paredes de su casa,
Umbrales de su pórtico,
Callad, y que el secreto
No salga de vosotros.
Callad, que por mi parte
Yo lo he olvidado todo;
Y ella... ella, no hay máscara
Semejante a su rostro.
Rima 26 (XLI). Tú eras el huracán
- Tú eras el huracán y yo la alta
Torre que desafía su poder:
Tenías que estrellarte o que abatirme
¡No pudo ser!
Tú eras el océano y yo la enhiesta
Roca que firme aguarda su vaivén:
Tenías que romperte o que arrancarme
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados
Uno a arrollar, el otro a no ceder:
La senda estrecha, inevitable el choque
¡No pudo ser!
Rima 16 (XLII). Cuando me lo contaron sentí el frío
- Cuando me lo contaron sentí el frío
De una hoja de acero en las entrañas,
Me apoyé contra el muro, y un instante
La conciencia perdí de dónde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche,
En ira y en piedad se anegó el alma.
¡Y entonces comprendí por qué se llora!
¡Y entonces comprendí por qué se mata!
Pasó la nube de dolor, con pena
Logré balbucir breves palabras
¿Quién me dio la noticia? Un fiel amigo.
Me hacía un gran favor, le di las gracias.
Rima 34 (XLIII). Dejé la luz a un lado, y en el borde
- Dejé la luz a un lado, y en el borde
De la revuelta cama me senté,
Mudo, sombrío, la pupila inmóvil
Clavada en la pared.
¿Qué tiempo estuve así? No sé; al dejarme
La embriaguez horrible del dolor,
Expiraba la luz y en mis balcones
Reía al sol.
Ni sé tampoco en tan horribles horas
En qué pensaba o qué pasó por mí;
Sólo recuerdo que lloré y maldije,
Y que en aquella noche envejecí.
Rima 10 (XLIV). Como en un libro abierto
- Como en un libro abierto
Leo de tus pupilas en el fondo.
¿A qué fingir el labio
Risas que desmienten los ojos?
¡Llora! No te avergüences
De confesar que me quisiste un poco.
¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves, yo soy un hombre y también lloro.
Rima 3 (XLV). En la clave del arco ruinoso
- En la clave del arco ruinoso
Cuyas piedras el tiempo enrojeció,
Obra de cincel rudo campeaba
El gótico blasón.
Penacho de su yelmo de granito,
La yedra que colgaba en derredor
Daba sombra al escudo en que una mano
Tenía un corazón.
A contemplarle en la desierta plaza
Nos paramos los dos;
—Y ése —me dijo— es el cabal emblema
De mi constante amor.
¡Ay! Es verdad lo que me dijo entonces;
Verdad que el corazón
Lo llevará en la mano..., en cualquier parte...
Pero en el pecho, no.
Rima 77 (XLVI). Me ha herido recatándose en las sombras
- Me ha herido recatándose en las sombras,
Sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda
Partióme a sangre fría el corazón.
Y ella prosigue alegre su camino,
Feliz, risueña, impávida. ¿Y por qué?
Porque no brota sangre de la herida.
Porque el muerto está en pie.
Rima 2 (XLVII). Yo me he asomado a las profundas simas
- Yo me he asomado a las profundas simas
De la tierra y del cielo,
Y les he visto el fin o con los ojos
O con el pensamiento.
Mas, ¡ay!, de un corazón llegué al abismo
Y me incliné un momento,
Y mi alma y mis ojos se turbaron:
¡Tan hondo era y tan negro!
Rima 1 (XLVIII). Como se arranca el hierro de una herida
- Como se arranca el hierro de una herida
Su amor de las entrañas me arranqué;
Aunque sentí al hacerlo que la vida
¡Me arrancaba con él!
Del altar que le alcé en el alma mía,
La voluntad su imagen arrojó;
Y la luz de la fe que en ella ardía
Ante el ara desierta se apagó.
Aún para combatir mi firme empeño
Viene a mi mente su visión tenaz...
¡Cuánto podré dormir con ese sueño
En que acaba el soñar!
Rima 14 (XLIX). Alguna vez la encuentro por el mundo
- Alguna vez la encuentro por el mundo,
Y pasa junto a mí;
Y pasa sonriéndose, y yo digo:
—¿Cómo puede reír?
Luego asoma a mi labio otra sonrisa,
Máscara del dolor,
Y entonces pienso: —Acaso ella se ríe,
Como me río yo.
Rima L. Lo que el salvaje que con torpe mano
- Lo que el salvaje que con torpe mano
Hace de un tronco a su capricho un dios,
Y luego ante su obra se arrodilla,
Eso hicimos tú y yo.
Dimos formas reales a un fantasma,
De la mente ridícula invención,
Y hecho el ídolo ya, sacrificamos
En su altar nuestro amor.
Rima 70 (LI). De lo poco de vida que me resta
- De lo poco de vida que me resta
Diera con gusto los mejores años,
Por saber lo que a otros
De mí has hablado.
Y esta vida mortal, y de la eterna
Lo que me toque, si me toca algo,
Por saber lo que a solas
De mí has pensado.
Rima 35 (LII). Olas gigantes que os rompéis bramando
- Olas gigantes que os rompéis bramando
En las playas desiertas y remotas,
Envuelto entre la sábana de espumas,
¡Llevadme con vosotras!
Ráfagas de huracán que arrebatáis
Del alto bosque las marchitas hojas,
Arrastrado en el ciego torbellino
¡Llevadme con vosotras!
Nubes de tempestad que rompe el rayo
Y en fuego ornáis las desprendidas orlas,
Arrebatado entre la niebla oscura
¡Llevadme con vosotras!
Llevadme por piedad adonde el vértigo
Con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
Con mi dolor a solas!
Rima 38 (LIII). Volverán las oscuras golondrinas
- Volverán las oscuras golondrinas
De tu balcón sus nidos a colgar
Y otra vez con el ala a sus cristales
Jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
Tu hermosura y mi dicha a contemplar,
Aquellas que aprendieron nuestros nombres,
Esas, ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
De tu jardín las tapias a escalar
Y otra vez a la tarde aún más hermosas
Sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
Cuyas gotas mirábamos temblar
Y caer como lágrimas del día,
Esas, ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
Las palabras ardientes a sonar,
Tu corazón de su profundo sueño
Tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
Como se adora a Dios ante su altar,
Como yo te he querido, desengáñate,
¡Nadie así te amará!
Rima 36 (LIV). Cuando volvemos las fugaces horas
- Cuando volvemos las fugaces horas
Del pasado a evocar,
Temblando brilla en sus pestañas negras
Una lágrima pronta a resbalar.
Y al fin resbala y cae como gota
De rocío al pensar
Que, cual hoy por ayer, por hoy mañana,
Volveremos los dos a suspirar.
Rima 9 (LV). Entre el discorde estruendo de la orgía
- Entre el discorde estruendo de la orgía
Acarició mi oído,
Como nota de música lejana,
El eco de un suspiro.
El eco de un suspiro que conozco,
Formado de un aliento que he bebido,
Perfume de una flor que oculta crece
En un claustro sombrío.
Mi adorada de un día, cariñosa,
—¿En qué piensas?— me dijo.
—En nada... —En nada, ¿y lloras? —Es que tengo
Alegre la tristeza y triste el vino.
Rima 20 (LVI). Hoy como ayer, mañana como hoy
- Hoy como ayer, mañana como hoy,
¡Y siempre igual!
Un cielo gris, un horizonte eterno
Y andar... andar.
Moviéndose a compás, como una estúpida
Máquina, el corazón.
La torpe inteligencia del cerebro,
Dormida en un rincón.
El alma, que ambiciona un paraíso,
Buscándole sin fe,
Fatiga sin objeto, ola que rueda
Ignorando por qué.
Voz que, incesante, con el mismo tono,
Canta el mismo cantar,
Gota de agua monótona que cae
Y cae, sin cesar.
Así van deslizándose los días,
Unos de otros en pos;
Hoy lo mismo que ayer...; y todos ellos,
Sin gozo ni dolor.
¡Ay, a veces me acuerdo suspirando
Del antiguo sufrir!
Amargo es el dolor, ¡pero siquiera
Padecer es vivir!
Rima 32 (LVII). Este armazón de huesos y pellejos
- Este armazón de huesos y pellejos,
De pasear una cabeza loca
Se halla cansado al fin, y no lo extraño,
Pues, aunque es la verdad que no soy viejo,
De la parte de vida que me toca
En la vida del mundo, por mi daño
He hecho un uso tal, que juraría
Que he condensado un siglo en cada día.
Así, aunque ahora muriera,
No podría decir que no he vivido;
Que el sayo, al parecer nuevo por fuera,
Conozco que por dentro ha envejecido.
Ha envejecido, sí, ¡pese a mi estrella!
Harto lo dice ya mi afán doliente,
Que hay dolor que al pasar, su horrible huella
Graba en el corazón, si no en la frente.
Rima 8 (LVIII). ¿Quieres que de ese néctar delicioso?
- ¿Quieres que de ese néctar delicioso
No te amargue la hez?
Pues aspírale, acércale a tus labios
Y déjale después.
¿Quieres que conservemos una dulce
Memoria de este amor?
Pues amémonos hoy mucho, y mañana
Digámonos: —¡Adiós!
Rima 17 (LIX). Yo sé cuál el objeto de tus suspiros es
- Yo sé cuál el objeto
De tus suspiros es.
Yo conozco la causa de tu dulce
Secreta languidez.
¿Te ríes? Algún día
Sabrás, niña, por qué,
Tú lo sabes apenas
Y yo lo sé.
Yo sé cuándo tú sueñas,
Y lo que en sueños ves;
Como en un libro puedo lo que callas
En tu frente leer.
¿Te ríes? Algún día
Sabrás, niña, por qué:
Tú lo sabes apenas
Y yo lo sé.
Yo sé por qué sonríes
Y lloras a la vez.
Yo penetro en los senos misteriosos
De tu alma de mujer.
¿Te ríes? Algún día
Sabrás, niña, por qué:
Mientras tú sientes mucho y nada sabes,
Yo, que no siento ya, todo lo sé.
Rima 41 (LX). Mi vida es un erial
- Mi vida es un erial,
Flor que toco se deshoja;
Que en mi camino fatal
Alguien va sembrando el mal
Para que yo lo recoja.
Rima 45 (LXI). Al ver mis horas de fiebre
- Melodía.
Es muy triste morir joven, y no contar
Con una sola lágrima de mujer.
Al ver mis horas de fiebre
E insomnio lentas pasar,
A la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?
Cuando la trémula mano
Tienda, próximo a expirar,
Buscando una mano amiga,
¿Quién la estrechará?
Cuando la muerte vidríe
De mis ojos el cristal,
Mis párpados aún abiertos,
¿Quién los cerrará?
Cuando la campana suene
(Si suena en mi funeral)
Una oración, al oírla,
¿Quién murmurará?
Cuando mis pálidos restos
Oprima la tierra ya,
Sobre la olvidada fosa,
¿Quién vendrá a llorar?
¿Quién en fin, al otro día,
Cuando el sol vuelva a brillar,
De que pasé por el mundo
Quién se acordará?
Rima 56 (LXII). Primero es un albor trémulo y vago
- Primero es un albor trémulo y vago,
Raya de inquieta luz que corta el mar;
Luego chispea y crece y se dilata
En ardiente explosión de claridad.
La brilladora lumbre es la alegría,
La temerosa sombra es el pesar.
¡Ay! En la oscura noche de mi alma,
¿Cuándo amanecerá?
Rima 68 (LXIII). Como enjambre de abejas irritadas
- Como enjambre de abejas irritadas,
De un oscuro rincón de la memoria
Salen a perseguirme los recuerdos
De las pasadas horas.
Yo los quiero ahuyentar. ¡Esfuerzo inútil!
Me rodean, me acosan,
Y unos tras otros a clavarme vienen
El agudo aguijón que el alma encona.
Rima 64 (LXIV). Como guarda el avaro su tesoro
- Como guarda el avaro su tesoro,
Guardaba mi dolor;
Quería probar que hay algo eterno
A la que eterno me juró su amor.
Mas hoy le llamo en vano y oigo, al tiempo
Que le acabó, decir:
¡Ah, barro miserable, eternamente
No podrás ni aún sufrir!
Rima 47 (LXV). Llegó la noche y no encontré un asilo
- Llegó la noche y no encontré un asilo;
Y tuve sed ... ¡mis lágrimas bebí!
¡Y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos
Cerré para morir!
¿Estaba en un desierto? Aunque a mi oído
De las turbas llegaba el ronco hervir,
Yo era huérfano y pobre... El mundo estaba
Desierto... ¡para mí!
Rima 67 (LXVI). ¿De dónde vengo?
- ¿De dónde vengo?... El más horrible y áspero
De los senderos busca;
Las huellas de unos pies ensangrentados
Sobre la roca dura;
Los despojos de un alma hecha jirones
En las zarzas agudas,
Te dirán el camino
Que conduce a mi cuna.
¿Adónde voy? El más sombrío y triste
De los páramos cruza,
Valle de eternas nieves y de eternas
Melancólicas brumas;
En donde esté una piedra solitaria
Sin inscripción alguna,
Donde habite el olvido,
Allí estará mi tumba.
Rima 18 (LXVII). ¡Qué hermoso es ver el día!
- ¡Qué hermoso es ver el día
Coronado de fuego levantarse,
Y, a su beso de lumbre,
Brillar las olas y encenderse el aire!
¡Qué hermoso es tras la lluvia
Del triste otoño en la azulada tarde,
De las húmedas flores
El perfume aspirar hasta saciarse!
¡Qué hermoso es cuando en copos
La blanca nieve silenciosa cae,
De las inquietas llamas
Ver las rojizas lenguas agitarse!
Qué hermoso es cuando hay sueño,
Dormir bien... y roncar como un sochantre
Y comer... y engordar... ¡y qué desgracia
Que esto sólo no baste!
Rima 61 (LXVIII). No sé lo que he soñado
- No sé lo que he soñado
En la noche pasada.
Triste, muy triste debió ser el sueño
Pues despierto la angustia me duraba.
Noté al incorporarme
Húmeda la almohada,
Y por primera vez sentí, al notarlo,
De un amargo placer henchirse el alma.
Triste cosa es el sueño
Que llanto nos arranca,
Mas tengo en mi tristeza una alegría
¡Sé que aún me quedan lágrimas!
Rima 49 (LXIX). Al brillar un relámpago nacemos
- ¡La vida es sueño!
Calderón de la Barca
Al brillar un relámpago nacemos,
Y aún dura su fulgor cuando morimos;
¡Tan corto es el vivir!
La Gloria y el Amor tras que corremos
Sombras de un sueño son que perseguimos;
¡Despertar es morir!
Rima 59 (LXX). ¡Cuántas veces, al pie de las musgosas paredes!
- ¡Cuántas veces, al pie de las musgosas
Paredes que la guardan,
Oí la esquila que al mediar la noche
A los maitines llama!
¡Cuántas veces trazó mi silueta
La luna plateada,
Junto a la del ciprés, que de su huerto
Se asoma por las tapias!
Cuando en sombras la iglesia se envolvía,
De su ojiva calada,
¡Cuántas veces temblar sobre los vidrios
Vi el fulgor de la lámpara!
Aunque el viento en los ángulos oscuros
De la torre silbara,
Del coro entre las voces percibía
Su voz vibrante y clara.
En las noches de invierno, si un medroso
Por la desierta plaza
Se atrevía a cruzar, al divisarme
El paso aceleraba.
Y no faltó una vieja que en el torno
Dijese a la mañana,
Que de algún sacristán muerto en pecado
Acaso era yo el alma.
A oscuras conocía los rincones
Del atrio y la portada;
De mis pies las ortigas que allí crecen
Las huellas tal vez guardan.
Los búhos, que espantados me seguían
Con sus ojos de llamas,
Llegaron a mirarme con el tiempo
Como a un buen camarada.
A mi lado sin miedo los reptiles
Se movían a rastras;
Hasta los mudos santos de granito
Creo que me saludaban.
Rima 76 (LXXI). No dormía: vagaba en ese limbo
- No dormía: vagaba en ese limbo
En que cambian de forma los objetos,
Misteriosos espacios que separan
La vigilia del sueño.
Las ideas que en ronda silenciosa
Daban vueltas en torno a mi cerebro,
Poco a poco en su danza se movían
Con un compás más lento.
De la luz que entra al alma por los ojos
Los párpados velaban el reflejo;
Mas otra luz el mundo de visiones
Alumbraba por dentro.
En este punto resonó en mi oído
Un rumor semejante al que en el templo
Vaga confuso al terminar los fieles
Con un Amén sus rezos.
Y oí como una voz delgada y triste
Que por mi nombre me llamó a lo lejos,
¡Y sentí olor de cirios apagados,
De humedad y de incienso!
Entró la noche y del olvido en brazos
Caí cual piedra en su profundo seno.
Dormí y al despertar exclamé: —¡Alguno
Que yo quería ha muerto!
Rima 5 (LXXII). Las ondas tienen vaga armonía
- Primera voz:
Las ondas tienen vaga armonía,
Las violetas suave olor,
Brumas de plata la noche fría,
Luz y oro el día;
Yo algo mejor;
¡Yo tengo Amor!
Segunda voz:
Aura de aplausos, nube radiosa,
Ola de envidia que besa el pie,
Isla de sueños donde reposa
El alma ansiosa,
Dulce embriaguez:
¡La Gloria es!
Tercera voz:
Ascua encendida es el tesoro,
Sombra que huye la vanidad.
Todo es mentira: la gloria, el oro;
Lo que yo adoro
Sólo es verdad:
¡La Libertad!
Así los barqueros pasaban cantando
La eterna canción
Y, al golpe del remo, saltaba la espuma
Y heríala el sol.
—¿Te embarcas?, gritaban; y yo sonriendo
Les dije al pasar:
—Yo ya me he embarcado; por señas que aún tengo
La ropa en la playa tendida a secar.
Rima 71 (LXXIII). Cerraron sus ojos
- Cerraron sus ojos
Que aún tenía abiertos,
Taparon su cara
Con un blanco lienzo,
Y unos sollozando,
Otros en silencio,
De la triste alcoba
Todos se salieron.
La luz que en un vaso
Ardía en el suelo,
Al muro arrojaba
La sombra del lecho;
Y entre aquella sombra
Veíase a intervalos
Dibujarse rígida
La forma del cuerpo.
Despertaba el día,
Y, a su albor primero,
Con sus mil ruidos
Despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
De vida y misterio,
De luz y tinieblas,
Yo pensé un momento:
—¡Dios mío, qué solos
Se quedan los muertos!
De la casa, en hombros,
Lleváronla al templo
Y en una capilla
Dejaron el féretro.
Allí rodearon
Sus pálidos restos
De amarillas velas
Y de paños negros.
Al dar de las Ánimas
El toque postrero,
Acabó una vieja
Sus últimos rezos,
Cruzó la ancha nave,
Las puertas gimieron,
Y el santo recinto
Quedóse desierto.
De un reloj se oía
Compasado el péndulo,
Y de algunos cirios
El chisporroteo.
Tan medroso y triste,
Tan oscuro y yerto
Todo se encontraba
Que pensé un momento:
—¡Dios mío, qué solos
Se quedan los muertos!
De la alta campana
La lengua de hierro
Le dio volteando
Su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
Amigos y deudos
Cruzaron en fila
Formando el cortejo.
Del último asilo,
Oscuro y estrecho,
Abrió la piqueta
El nicho a un extremo.
Allí la acostaron,
Tapiáronle luego,
Y con un saludo
Despidióse el duelo.
La piqueta al hombro
El sepulturero,
Cantando entre dientes,
Se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
El sol se había puesto:
Perdido en las sombras
Yo pensé un momento:
—¡Dios mío, qué solos
Se quedan los muertos!
En las largas noches
Del helado invierno,
Cuando las maderas
Crujir hace el viento
Y azota los vidrios
El fuerte aguacero,
De la pobre niña
A veces me acuerdo.
Allí cae la lluvia
Con un son eterno;
Allí la combate
El soplo del cierzo.
Del húmedo muro
Tendida en el hueco,
¡Acaso de frío
Se hielan sus huesos...!
¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu,
Podredumbre y cieno?
No sé; pero hay algo
Que explicar no puedo,
Algo que repugna
Aunque es fuerza hacerlo,
El dejar tan tristes,
Tan solos los muertos.
Rima 24 (LXXIV). Las ropas desceñidas
- Las ropas desceñidas,
Desnudas las espaldas,
En el dintel de oro de la puerta
Dos ángeles velaban.
Me aproximé a los hierros
Que defienden la entrada,
Y de las dobles rejas en el fondo
La vi confusa y blanca.
La vi como la imagen
Que en leve ensueño pasa,
Como rayo de luz tenue y difuso
Que entre tinieblas nada.
Me sentí de un ardiente
Deseo llena el alma;
Como atrae un abismo, aquel misterio
Hacia sí me arrastraba.
Mas, ¡ay! que, de los ángeles,
Parecían decirme las miradas:
—El umbral de esta puerta
Sólo Dios lo traspasa.
Rima 23 (LXXV). ¿Será verdad que, cuando toca el sueño?
- ¿Será verdad que, cuando toca el sueño,
Con sus dedos de rosa, nuestros ojos,
De la cárcel que habita huye el espíritu
En vuelo presuroso?
¿Será verdad que, huésped de las nieblas,
De la brisa nocturna al tenue soplo,
Alado sube a la región vacía
A encontrarse con otros?
¿Y allí desnudo de la humana forma,
Allí los lazos terrenales rotos,
Breves horas habita de la idea
El mundo silencioso?
¿Y ríe y llora y aborrece y ama
Y guarda un rastro del dolor y el gozo,
Semejante al que deja cuando cruza
El cielo un meteoro?
Yo no sé si ese mundo de visiones
Vive fuera o va dentro de nosotros.
Pero sé que conozco a muchas gentes
A quienes no conozco.
Rima 74 (LXXVI). En la imponente nave
- En la imponente nave
Del templo bizantino,
Vi la gótica tumba a la indecisa
Luz que temblaba en los pintados vidrios.
Las manos sobre el pecho,
Y en las manos un libro,
Una mujer hermosa reposaba
Sobre la urna, del cincel prodigio.
Del cuerpo abandonado,
Al dulce peso hundido,
Cual si de blanda pluma y raso fuera
Se plegaba su lecho de granito.
De la sonrisa última
El resplandor divino
Guardaba el rostro, como el cielo guarda
Del sol que muere el rayo fugitivo.
Del cabezal de piedra
Sentados en el filo,
Dos ángeles, el dedo sobre el labio,
Imponían silencio en el recinto.
No parecía muerta;
De los arcos macizos
Parecía dormir en la penumbra,
Y que en sueños veía el paraíso.
Me acerqué de la nave
Al ángulo sombrío
Con el callado paso que llegamos
Junto a la cuna donde duerme un niño.
La contemplé un momento,
Y aquel resplandor tibio,
Aquel lecho de piedra que ofrecía
Próximo al muro otro lugar vacío,
En el alma avivaron
La sed de lo infinito,
El ansia de esa vida de la muerte
Para la que un instante son los siglos...
Cansado del combate
En que luchando vivo,
Alguna vez me acuerdo con envidia
De aquel rincón oscuro y escondido.
De aquella muda y pálida
Mujer me acuerdo y digo:
—¡Oh, qué amor tan callado, el de la muerte!
¡Qué sueño el del sepulcro, tan tranquilo!
Rima 44 (LXXVII). Dices que tienes corazón
- Dices que tienes corazón, y sólo
Lo dices porque sientes sus latidos.
Eso no es corazón...; es una máquina,
Que, al compás que se mueve, hace ruido.
Rima 48 (LXXVIII). Fingiendo realidades
- Fingiendo realidades
Con sombra vana,
Delante del Deseo
Va la Esperanza.
Y sus mentiras,
Como el Fénix, renacen
De sus cenizas.
Rima 55 (LXXIX). Una mujer me ha envenenado el alma
- Una mujer me ha envenenado el alma,
Otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
Ninguna de las dos vino a buscarme,
Yo de ninguna de las dos me quejo.
Como el mundo es redondo, el mundo rueda;
Si mañana, rodando, este veneno
Envenena a su vez, ¿por qué acusarme?
¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?
Rima LXXXIII. Solitario, triste y mudo
- Solitario, triste y mudo
Hállase aquel cementerio;
Sus habitantes no lloran...
¡Qué felices son los muertos!
Rima LXXXVI. La gota de rocío que en el cáliz
- La gota de rocío que en el cáliz
Duerme de la blanquísima azucena,
Es el palacio de cristal en donde
Vive el genio feliz de la pureza.
Él la da su misterio y poesía,
Él su aroma balsámico le presta;
¡Ay de la flor si de la luz al beso
Se evapora esa perla!
Rima LXXX. Aire que besa, corazón que llora
- Aire que besa, corazón que llora,
Águila del dolor y la pasión,
Cruz resignada, alma que perdona...
Eso soy yo.
Serpiente del amor, risa traidora,
Verdugo del ensueño y de la luz,
Perfumado puñal, beso enconado...
Eso eres tú.
Rima LXXXI. Apoyando mi frente calurosa
- Apoyando mi frente calurosa
En el frío cristal de la ventana,
En el silencio de la oscura noche
De su balcón mis ojos no apartaba.
En medio de la sombra misteriosa
Su vidriera lucía iluminada,
Dejando que mi vista penetrase
En el puro santuario de su estancia.
Pálido como el mármol el semblante;
La blonda cabellera destrenzada,
Acariciando sus sedosas ondas,
Sus hombros de alabastro y su garganta,
Mis ojos la veían, y mis ojos
Al verla tan hermosa, se turbaban.
Mirábase al espejo; dulcemente
Sonreía a su bella imagen lánguida,
Y sus mudas lisonjas al espejo
Con un beso dulcísimo pagaba...
Mas la luz se apagó; la visión pura
Desvanecióse como sombra vana,
Y dormido quedé, dándome celos
El cristal que su boca acariciara.
Rima LXXXII. Errante por el mundo fui gritando
- Errante por el mundo fui gritando:
"La gloria, ¿dónde está?"
Y una voz misteriosa contestóme:
"Más allá... más allá..."
En pos de ella perseguí el camino
Que la voz me marcó;
Halléla al fin, pero en aquel instante
El humo se truncó.
Mas el humo, formando denso velo,
Se empezó a remontar
Y penetrando en la azulada esfera
Al cielo fue a parar.
Rima VXXXIII. Es el alba una sombra
- Es el alba una sombra
De tu sonrisa,
Y un rayo de tus ojos
La luz del día;
Pero tu alma
Es la noche de invierno,
Negra y helada.
Rima LXXXIV. Es un sueño la vida
- Es un sueño la vida,
Pero un sueño febril que dura un punto;
Cuando de él se despierta,
Se ve que todo es vanidad y humo...
¡Ojalá fuera un sueño
Muy largo y muy profundo;
Un sueño que durara hasta la muerte!
Yo soñaría con mi amor y el tuyo.
Rima LXXXV. Esas quejas del piano
- Esas quejas del piano
A intervalos desprendidas,
Sirenas adormecidas
Que evoca tu blanca mano,
No esparcen al aire en vano
El melancólico son;
Pues de la oculta mansión
En que mi pasión se esconde,
A cada nota responde
Un eco del corazón.
Rima LXXXVI. Flores tronchadas, marchitas hojas
- Flores tronchadas, marchitas hojas
Arrastra el viento;
En los espacios, tristes gemidos
Repite el eco.
En las nieblas de los pasados,
En las regiones del pensamiento
Gemidos tristes, marchitas galas
Son mis recuerdos.
Rima LXXXVII. Lejos y entre los árboles
- Lejos y entre los árboles
De la intricada selva
¿No ves algo que brilla
Y llora? Es una estrella.
Ya se la ve más próxima,
Como a través de un tul,
De una ermita en el pórtico
Brillar. Es una luz.
De la carrera rápida
El término está aquí.
Desilusión. No es lámpara ni estrella
La luz que hemos seguido: es un candil.
Rima LXXXVIII. Nave que surca los mares
- Nave que surca los mares,
Y que empuja el vendaval,
Y que acaricia la espuma,
De los hombres es la vida;
Su puerto, la eternidad.
Rima LXXXIX. Negros fantasmas
- Negros fantasmas,
Nubes sombrías,
Huyen ante el destello
De la luz divina.
Esa luz santa,
Niña de negros ojos,
Es la esperanza.
Al calor de sus rayos
Mi fe gigante
Contra desdenes lucha
Sin amenguarse.
En este empeño
Es, si grande el martirio,
Mayor el premio.
Y si aún muestras, esquiva
Alma de nieve,
Si aún no me quisieras,
Yo no he de quererte:
Mi amor es roca
Donde se estrellan tímidas
Del mal las olas.
Rima XC. ¿No has sentido en la noche?
- ¿No has sentido en la noche,
Cuando reina la sombra
Una voz apagada que canta
Y una inmensa tristeza que llora?
¿No sentiste en tu oído de virgen
Las silentes y trágicas notas
Que mis dedos de muerto arrancaban
A la lira rota?
¿No sentiste una lágrima mía
Deslizarse en tu boca,
Ni sentiste mi mano de nieve
Estrechar a la tuya de rosa?
¿No viste entre sueños
Por el aire vagar una sombra,
Ni sintieron tus labios un beso
Que estalló misterioso en la alcoba?
Pues yo juro por ti, vida mía,
Que te vi entre mis brazos, miedosa;
Que sentí tu aliento de jazmín y nardo
Y tu boca pegada a mi boca.
Rima XCI. Para encontrar tu rostro
- Rima XCI. Para encontrar tu rostro
Miraba al cielo
Que no es bien que tu imagen
Se halle en el suelo;
Si de allí vino,
Él buscaba su origen,
No es desvarío.
Rima XCII. Para que los leas con tus ojos grises
- Para que los leas con tus ojos grises,
Para que los cantes con tu clara voz,
Para que se llenen de emoción tu pecho
Hice mis versos yo.
Para que encuentres en tu pecho asilo
Y le des juventud, vida, calor,
Tres cosas que yo no puedo darles,
Hice mis versos yo.
Para hacerte gozar con mi alegría,
Para que sufras tu con mi dolor,
Para que sientas palpitar mi vida,
Hice mis versos yo.
Rima XCIII. Patriarcas que fuisteis la semilla
- Patriarcas que fuisteis la semilla
Del árbol de la fe en siglos remotos,
Al vencedor divino de la muerte
¡Rogadle por nosotros!
Profetas que rasgasteis inspirados
Del porvenir el velo misterioso,
Al que sacó la luz de las tinieblas
¡Rogadle por nosotros!
Almas cándidas, santos inocentes
Que aumentáis de los ángeles el coro,
Al que llamó a los niños a su lado,
¡Rogadle por nosotros!
Apóstoles que echasteis en el mundo
De la Iglesia el cimiento poderoso,
Al que es de la verdad depositario
¡Rogadle por nosotros!
Mártires que ganasteis vuestras palmas
En la arena del circo, en sangre rojo,
Al que os dio fortaleza en los tormentos
¡Rogadle por nosotros!
Vírgenes semejantes a azucenas
Que el verano vistió de nieve y oro,
Al que es fuente de vida y hermosura
¡Rogadle por nosotros!
Monjes que de la vida en el combate
Pedisteis paz al claustro silencioso,
Al que es iris de calma en las tormentas,
¡Rogadle por nosotros!
Doctores, cuyas plumas nos legaron
De virtud y saber, rico tesoro,
Al que es caudal de ciencia inextinguible,
¡Rogadle por nosotros!
¡Soldados del ejército de Cristo!
¡Santos y Santas todos!
Rogadle que perdone nuestras culpas
¡A aquel que vive y reina entre vosotros!
Rima XCIV. Podrá nublarse el sol eternamente
- Podrá nublarse el sol eternamente,
Podrá secarse en un instante el mar,
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón,
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.
Rima XCVI. Si copia tu frente
- Si copia tu frente
Del río cercano la pura corriente
Y miras tu rostro del amor encendido,
Soy yo, que me escondo
Del agua en el fondo
Y, loco de amores, a amar te convido;
Soy yo, que, en tu pecho buscada morada,
Envío a tus ojos mi ardiente mirada,
Mi blanca divina...
Y el fuego que siento la faz te ilumina.
Si en medio del valle
En tardo se trueca tu amor animado,
Vacila tu planta, se pliega tu talle...
Soy yo, dueño amado,
Que, en no vistos lazos
De amor anhelante, te estrecho en mis brazos;
Soy yo quien te teje la alfombra florida
Que vuelve a tu cuerpo la fuerza de la vida;
Soy yo, que te sigo
En alas del viento soñando contigo.
Si estando en tu lecho
Escuchas acaso celeste armonía
Que llena de goces tu cándido pecho,
Soy yo, vida mía...
Soy yo, que levanto
Al cielo tranquilo mi férvido canto;
Soy yo, que, los aires cruzando ligero
Por un ignorado, movible sendero,
Ansioso de calma,
Sediento de amores, penetro en tu alma.
Rima XCVIII. Tu aliento es el aliento de las flores
- Tu aliento es el aliento de las flores,
Tu voz es de los cisnes la armonía;
Es tu mirada el esplendor del día
Y el color de la rosa es tu color.
Tú prestas nueva vida y esperanza
A un corazón para el amor ya muerto,
Tú creces de mi vida en el desierto
Como crece en un páramo la flor.
Rima XCIX. Yo me acogí, como perdido nauta
- Yo me acogí, como perdido nauta,
A una mujer, para pedirle amor,
Y fue su amor cansancio a mis sentidos,
Hielo a mi corazón.
Y quedé, de mi vida en la carrera,
Que un mundo de esperanza ayer pobló,
Como queda un viandante en el desierto:
¡A solas con Dios!
Rima C. Yo soy el rayo, la dulce brisa
- Yo soy el rayo, la dulce brisa,
Lágrima ardiente, fresca sonrisa,
Flor peregrina, rama tronchada;
Yo soy quien vibra, flecha acerada.
Hay en mi esencia como en las flores
De mil perfumes suaves vapores,
Y su fragancia fascinadora,
Trastorna el alma de quien adora.
Yo mis aromas doquier prodigo
Ya el más horrible dolor mitigo,
Y en grato, dulce, tierno delirio,
Cambio el más duro cruel martirio.
¡Ah! Yo encadeno los corazones,
Mas son de flores los eslabones.
Navego por los mares,
Voy por el viento
Alejo los pesares
Del pensamiento.
Yo en dicha o pena,
Reparto a los mortales
Con faz serena.
Poder terrible que en mis antojos
Brota sonrisas o brota enojos;
Poder que abrasa un alma helada
Si airado vibro flecha acerada.
Doy las dulces sonrisas
A las hermosas;
Coloro sus mejillas
De nieve y rosas;
Humedezco sus labios
Y sus miradas,
Hago prometer dichas
No imaginadas.
Yo hago amable el reposo
Grato, halagüeño,
O alejo de los seres
El dulce sueño,
Todo a mi poderío
Rinde homenaje;
Todo a mi corona
Da vasallaje.
Soy el amor rey del mundo,
Niña tirana
Ámame, y tú la reina
Serás mañana.