Vicente Riva Palacio

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    Información biográfica

  1. A mi madre
  2. Adiós, mamá Carlota
  3. Adiós, mamá Carlota (versión de Juan A. Mateos)
  4. Al viento
  5. En el Escorial
  6. La muerte del tirano
  7. La noche en el Escorial
  8. La vejez


Información biográfica
    Nombre: Vicente Florencio Carlos Riva Palacio Guerrero
    Lugar y fecha nacimiento: Ciudad de México, México, 16 de octubre de 1832
    Lugar y fecha defunción: Madrid, España, 22 de noviembre de 1896 (64 años)
    Nacionalidad: Mexicana
    Ocupación: Político (Secretario de Fomento y Gobernador), militar, jurista, escritor, historiador, ensayista, novelista, poeta; miembro de la Real Academia Española

    Fuente: [Vicente Riva Palacio] en Wikipedia.org
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    A mi madre
      ¡Oh, cuán lejos están aquellos días
      En que cantando alegre y placentera,
      Jugando con mi negra cabellera,
      En tu blando regazo me dormías!

      ¡Con qué grato embeleso recogías
      La balbuciente frase pasajera
      Que, por ser de mis labios la primera,
      Con maternal orgullo repetías!

      Hoy que de la vejez con el quebranto
      Mi barba se desata en blanco armiño,
      Y contemplo la vida sin encanto,

      El recordar tu celestial cariño,
      De mis cansados ojos brota el llanto,
      Porque pensando en ti me siento niño.
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    Adiós, mamá Carlota
      I

      Alegre el marinero
      Con voz pausada canta,
      Y el ancla ya levanta
      Con extraño rumor.
      La nave va en los mares
      Botando cual pelota.
      Adiós, mamá Carlota;
      Adiós, mi tierno amor.

      II

      De la remota playa
      Te mira con tristeza
      La estúpida nobleza
      Del mocho y del traidor.
      En lo hondo de su pecho
      Ya sienten su derrota.
      Adiós, mamá Carlota;
      Adiós, mi tierno amor.

      III

      Acabanse en Palacio
      Tertulias, juegos, bailes,
      Agitanse los frailes
      En fuerza de dolor.
      La chusma de las cruces
      Gritando se alborota.
      Adiós, mamá Carlota;
      Adiós, mi tierno amor.

      IV

      Murmuran sordamente
      Los tristes chambelanes,
      Lloran los capellanes
      Y las damas de honor.
      El triste Chuchu Hermosa
      Canta con lira rota:
      Adiós, mamá Carlota;
      Adiós, mi tierno amor.

      V

      Y en tanto los chinacos
      Que ya cantan victoria,
      Guardando tu memoria
      Sin miedo ni rencor,
      Dicen mientras el viento
      Tu embarcación azota;
      Adiós, mamá Carlota;
      Adiós, mi tierno amor.
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    Adiós, mamá Carlota (versión de Juan A. Mateo)
      La niebla de los mares
      Radiante sol aclara.
      Ya cruje la Novara
      A impulsos del vapor.
      El agua embravecida
      La embarcación azota.
      ¡Adiós, mamá Carlota;
      Adiós, mi tierno amor!

      El ancla se desprende
      Y la argentada espuma
      Revienta entre la bruma
      Con lánguido rumor.
      En lo alto de la nave
      El estandarte flota.
      ¡Adiós, mamá Carlota;
      Adiós, mi tierno amor!

      ¿Qué llevas a tus lares?
      Recuerdos de esta tierra
      Donde extendió la guerra
      Su aliento destructor.
      Las olas son de sangre
      Que por doquiera brota.
      ¡Adiós, mamá Carlota;
      Adiós, mi tierno amor!

      Mas pronto de los libres
      Escucharás el canto,
      Bajo tu regio manto
      Temblando de pavor.
      Te seguirán sus ecos
      A la región ignota,
      ¡Adiós, mamá Carlota;
      Adiós, mi tierno amor!

      Verás de tu destierro
      En la azulada esfera
      Flotar nuestra bandera
      Con gloria y esplendor.
      Y brotará laureles
      La tumba del patriota.
      ¡Adiós, mamá Carlota;
      Adiós, mi tierno amor!
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    Al viento
      Cuando era niño, con pavor te oía
      En las puertas gemir de mi aposento;
      Doloroso, tristísimo lamento
      De misteriosos seres te creía.

      Cuando era joven, tu rumor decía
      Frases que adivinó mi pensamiento,
      Y cruzando después el campamento,
      "Patria", tu ronca voz me repetía.

      Hoy te siento azotando, en las oscuras
      Noches, de mi prisión las fuertes rejas;
      Pero hanme dicho ya mis desventuras

      Que eres viento, no más, cuando te quejas,
      Eres viento si ruges o murmuras,
      Viento si llegas, viento si te alejas.
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    En el Escorial
      Resuena el marmóreo pavimento
      Del medroso viajero la pisada,
      Y repite la bóveda elevada
      El gemido tristísimo del viento.

      En la historia se lanza el pensamiento,
      Vive la vida de la edad pasada,
      Y se agita en el alma conturbada
      Supersticioso y vago sentimiento.

      Palpita allí el recuerdo, que allí en vano
      Contra su propia hiel buscó un abrigo,
      Esclavo de sí mismo, un soberano
      Que la vida cruzó sin un amigo;
      Águila que vivió como un gusano,
      Monarca que murió como un mendigo.
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    La muerte del tirano
      Herido está de muerte, vacilante
      Y con el paso torpe y mal seguro
      Apoyo busca en el cercano muro
      Pero antes se desploma palpitante.

      El que en rico palacio deslumbrante
      Manchó el ambiente con su aliento impuro,
      De ajeno hogar en el recinto oscuro
      La negra eternidad mira delante.

      Se extiende sin calor la corrompida
      Y negra sangre que en el seno vierte
      De sus cárdenos labios la ancha herida,

      Y el mundo dice al contemplarte inerte:
      "Escarnio a la virtud era su vida:
      Vindicta del derecho fue su muerte".
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    La noche en el Escorial
      La noche envuelve con su sombra fría
      El claustro, los salones, la portada,
      Y vacila la lámpara agitada
      De la iglesia bóveda sombría.

      Como triste presagio de agonía
      Gime el viento en la lúgubre morada,
      Y ondulando la yerba desecada
      Vago rumor entre la noche envía.

      De Felipe segundo, misterioso
      Se alza el espectro del marmóreo suelo
      Y vaga en el convento silencioso,

      Y se le escucha en infernal desvelo
      Crujiendo por el claustro pavoroso
      La seda de su negro ferreruelo.
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    La vejez
      Mienten los que nos dicen que la vida
      Es la copa dorada y engañosa
      Que si de dulce néctar se rebosa
      Ponzoña de dolor guarda escondida.

      Que es en la juventud senda florida
      Y en la vejez, pendiente que escabrosa
      Va recorriendo el alma congojosa,
      Sin fe, sin esperanza y desvalida.

      ¡Mienten! Si a la virtud sus homenajes
      El corazón rindió con sus querellas
      No contesta del tiempo a los ultrajes;

      Que tiene la vejez horas tan bellas
      Como tiene la tarde sus celajes,
      Como tiene la noche sus estrellas.
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