Rosario Orrego

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    Información biográfica

  1. A Luis
  2. Así quiero morir
  3. Esconde tu dolor
  4. La madre


Información biográfica
    Nombre: Rosario Orrego Castañeda
    Seudónimo: Una madre
    Lugar y fecha nacimiento: Copiapó, Chile, 1834
    Lugar y fecha defunción: Valparaíso, Chile, 21 de mayo de 1879 (45 años)
    Ocupación: Educadora, editora, escritora, novelista, periodista, poeta; miembro de la Academia de las Bellas Letras en Santiago
Es considerada la primera mujer novelista de Chile; también fue la primera en formar parte de la Academia de las Bellas Letras en Santiago.

Fuente: [Rosario Orrego] en Wikipedia.org

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    A Luis
      Ayer mecía tu inocente cuna,
      Y te arrullaba plácida y feliz;
      Hoy te mece una nave, y la fortuna
      De mí te arranca, idolatrado Luis.

      Paréceme ayer, Luisito mío,
      Juntas tus manos te enseñaba a orar,
      Hoy sobre la popa de un navío
      Niño, dominas el airado mar.

      Ayer tus juegos, tu gentil viveza,
      La dicha hicieron del paterno hogar;
      Hoy de los quince el garbo y gentileza
      Te dan del hombre la arrogante faz.

      El uniforme del marino austero
      Te ha despojado de tu blusa dril,
      Y la espada, insignia del guerrero,
      Realza tu persona aún infantil.

      ¿Eres ya un hombre? En tu tostada frente
      ¡Como alboreando el patriotismo está!
      Ya brilla en tu pupila el fuego ardiente
      Del jefe osado, del marino audaz.

      Antes calmabas mi profunda pena,
      Niño amoroso, cándido y locuaz,
      Hoy otro amor tu espíritu encadena...
      La fragata es tu madre y es tu hogar.

      Que es ¡ay! la gloria si me cuesta llanto
      Si yo quisiera retenerte aquí,
      Si eres mi vida, mi pasión, mi encanto,
      Después que a mi Héctor infeliz perdí.

      Sigue ingratuelo, la brillante estrella
      Que al bravo guía al campo del honor;
      Mas mira la honra de la patria en ella...
      ¡Que yo a mis solas oraré por vos!
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    Así quiero morir
      ¡Quién pudiera morir como esa nube
      Que miro evaporarse suavemente!
      Blanca y aérea al firmamento sube
      En las ligeras alas del ambiente.

      ¡Quién pudiera morir como esa estrella,
      Eclipsarse no más unos momentos,
      Y volver a brillar, feliz como ella,
      En otros azulados firmamentos!

      ¡Quién pudiera ser rayo de la aurora
      Y, al declinar la tarde, confundirse
      En medio del crepúsculo que dora
      La moribunda luz al despedirse!

      ¡Quién pudiera ser flor y al marchitarse,
      El cálice doblar sin agonía,
      Y aún pálida e inerte al deshojarse
      Derramar en las auras la ambrosía!

      Mas yo no soy ni flor, ni nube errante,
      Ni un astro de esos mundos destellados...
      ¡Yo tengo un corazón, un alma amante,
      Que han de ser a pedazos arrancados!

      Por eso quiero ser átomo leve,
      Aliento perfumado de la brisa,
      Para burlar el sufrimiento aleve
      Y morir exhalando una sonrisa.

      Que en tu seno no más, Naturaleza,
      La muerte es un desmayo voluptuoso,
      Un cambio de expresión y de belleza;
      Y nada se hunde en eternal reposo.
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    Esconde tu dolor
      El corazón de tierno sentimiento,
      A quien persigue la desgracia impía
      No turbe de los hombres el contento
      Con destemplada y lúgubre armonía.

      Ay, que yo incauta en mi tenaz locura
      Lancé a los vientos mi dolor profundo,
      Sin reparar que sólo la ventura
      Comprenden los felices de este mundo.

      Qué ha de entender el mundo mi gemido
      Si va tras ruido, júbilo y encanto
      -Esconde tu dolor, bebe tu llanto-
      Murmuran los prudentes a mi oído.

      Esto de amigos labios he escuchado
      Y he escondido mi llanto dentro del pecho
      Y, aunque al caer el alma ha desgarrado,
      Sofoqué mi dolor y mi despecho.

      Sola me encuentro, y sola entre esos seres,
      De vasta ciencia y bello entendimiento
      A quienes falta el don de las mujeres,
      El malhadado don de sentimiento.

      Del sentimiento delicado y suave
      Que nunca ve con reflexiva calma
      Ay, destilar las lágrimas del alma,
      Que las comprende y enjugarlas sabe.

      ¿Será tal vez que la orgullosa ciencia
      Aniquila ese rayo de ternura
      Que alienta el corazón cuando está pura
      De egoísmo y saber la inteligencia?

      La flor del sentimiento es rica esencia
      Que endulza de la vida la amargura,
      Y esa intuición que es luz del alma mía
      Falta a quien sólo la razón le guía.
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    La madre
      ¿No es venturoso, ¡oh madre!, bendito ese momento
      En que recoge el alma sus fuerzas de mujer,
      Y entre el temor y anhelo se escapa el gran lamento
      Que arranca de tus senos un ser como tu ser?

      ¿Qué importa el sufrimiento si al borde de tu lecho
      Se eleva ya la cuna donde está tu serafín,
      Si con placer ya inclinas el amoroso pecho
      Dejando entre sus labios la vida que hay en ti?

      Y cuanto, ¡oh madre!, gozas en esos dulces lazos
      Que ni la misma muerte podría ya desunir,
      Mientras al hijo aduermes en tus amantes brazos
      Forjas para él feliz, glorioso porvenir.

      ¡El hijo! Pura esencia de tu fecunda vida
      Que con amor transmutas en un querido ser
      En él, tu propia imagen, te ves reproducida;
      Tienes en él tu encanto, tu adoración en él.
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